Domingo Bazán
Campos
Pedagogo. Licenciado en Educación. Diplomado en Cs. Sociales.
“La idea de la verdad, que se mide por un consenso verdadero,
implica la idea de la vida verdadera.
Podemos también afirmar: incluye la idea
de la emancipación”.
(J. Habermas. 1929-).
I. Presentación:
Ante
la variedad de acepciones de lo que se conoce como “hermenéutico-crítico”, se
propone a continuación una aproximación conceptual derivada de los
planteamientos del alemán Jürgen Habermas, de la segunda generación de la
Escuela de Frankfurt, que emplea esta noción epistémico-social para establecer
la existencia de un abordaje y comprensión de la realidad social de la cual
deriva una práctica investigativa ad hoc,
que cuestiona, supera e integra armoniosamente a otras epistemes, en un
todo mayor y fuertemente marcada por un sello ético y político (Ángel y Herrera, 2011).
En
este contexto, se analiza, en primer lugar, lo que representa lo
“hermenéutico-crítico” en un plano filosófico, tal como lo configura Habermas
en sus planteamientos teóricos. Luego, se conecta este enfoque -el de los intereses constitutivos del conocimiento-
con la existencia de una pedagogía hermenéutico-crítica, perfilando esta opción
teórica como un cuerpo de ideas más o menos coherentes basadas en el interés
crítico. Finalmente, se delinea las implicancias que este enfoque epistémico-teórico
trae consigo a la hora de traducirlo en una modalidad analítica e investigativa
en el campo pedagógico (Miranda,
2006; Bazán, 2008).
II. El sentido habermasiano
de lo hermenéutico-crítico:
El
par hermenéutico-crítico viene a combinar dos tradiciones filosóficas,
especialmente a partir de la formulación que hiciera el alemán Jürgen Habermas, al interior de la Escuela de
Frankfurt, al fundar su Teoría de los Intereses del Conocimiento, relevando la
presencia de tres intereses cognitivos en el mundo moderno, con su consiguiente
correlato con formas específicas de cientificidad: interés técnico (ciencias
empíricas), interés práctico (ciencias hermenéuticas) e interés emancipador
(ciencias críticas) (Habermas, 1986).
Por
un lado, previo al planteamiento de Habermas, la hermenéutica –del griego hermeneutikos, ha implicado todo intento
por descifrar de la realidad los elementos de la vida cotidiana y la cultura,
en cuanto a interpretar textos, escritos u obras artísticas, entre otras creaciones
humanas. La existencia en la mitología del dios Hermes, responsable de
transportar mensajes secretos, refuerza este sentido connotativo de la cultura
y sus manifestaciones, que ameritan la tarea de comprender sus contenidos más
ocultos. Uno de los campos más conocidos de uso de la hermenéutica, hasta
ahora, lo constituye el análisis teológico de los textos sagrados,
posibilitando una comprensión dinámica y subjetivista de las verdades
religiosas. En filosofía, es Hans-Georg Gadamer quien mejor representa la idea
de que es posible captar la realidad a partir de un procedimiento hermenéutico
que legitima y universaliza la capacidad interpretativa de las personas en un
contexto histórico específico. Así, los fenómenos sociales constituyen
realidades ambiguas e inciertas, pues, aunque están estructurados socialmente,
son, a la vez, construidos por el observador (Weiss, 2005).
Otros
connotados pensadores hermenéuticos son Friedrich Schleiermacher, Wilhelm
Dilthey, Martin Heidegger y Paul Ricoeur quienes han profundizado –en distintos
campos de la realidad social- la necesidad de aproximarse a la cultura para
relevar e interpretar sus elementos implícitos y simbólicos (Ritzer, 1993).
Por
otro lado, en el marco de la Escuela de Frankfurt, después de la Segunda Guerra
Mundial, un grupo de intelectuales –tales como Marcuse y Adorno- se fueron
agrupando en torno a la necesidad de cuestionar (y transformar) el capitalismo
y sus productos modernos (como la ciencia y la burocracia, por ejemplo),
presentes en la cultura europeo occidental, a través del levantamiento de una
crítica fuerte y sostenida de los fundamentos epistemológicos y sociales que
causan opresión y subordinación en el hombre moderno (Frankenberg, 2011). Tal
mirada crítica fue posible inicialmente a partir de una revisión y
resignificación profunda de los planteamientos de C. Marx y S. Freud, en tanto
ambos representan una lectura tensionada (más bien dialéctica) de la existencia
humana. Tanto para Freud como para Marx -el primero, en el plano de las
energías y disputas de la psiquis (el ello, el yo y el súper yo) y, el segundo,
en el de las relaciones sociales y materiales (la lucha de clases)- la sociedad
moderna vive conflictos que deben ponerse en evidencia a partir de la crítica,
lo que obliga a orientar la acción humana de comprender el mundo con/desde un
deseo de emancipación, en todos sus niveles y ámbitos (Habermas, 1986).
Resulta
evidente que la hermenéutica y la crítica son dos posturas filosóficas
distintas, pero finalmente no antagónicas, toda vez que ambas epistemologías se
sitúan en contraposición al positivismo, el verdadero ADN de la modernidad.
Positivismo que hace de la explicación (no la comprensión), de la objetividad
(no de la subjetividad) y del universalismo (no del particularismo) los
parámetros esenciales de la cientificidad moderna. Es mérito de Habermas, en
consecuencia, hermanar ambas epistemes en virtud de los siguientes aspectos de
la producción de saberes y de la comprensión de la vida social (Habermas, 2007):
- A diferencia del interés técnico (que funda las ciencias empirio-positivistas), el interés práctico y el interés emancipador (la hermenéutica y la crítica, respectivamente), valoran la conciencia como lo verdaderamente humano, especialmente en la posibilidad de sostener un pensar subjetivo e intersubjetivo.
- A diferencia del interés técnico, que busca explicar una realidad conformada de elementos que operan fraccionada y causalmente (para llegar a controlar la naturaleza y la sociedad), la hermenéutica y la crítica aspiran a comprender la cultura y sus significaciones.
- A diferencia del interés técnico, que defiende la neutralidad valórica, la hermenéutica y la crítica se mueven orientados por valores.
- A diferencia del interés técnico, que defiende el método científico de las Ciencias Naturales y su alcance universal, la hermenéutica y la crítica sostienen la multiplicidad de formas del método científico y reconocen la singularidad, particularidad y complejidad del fenómeno social.
Pero,
¿qué es aquello que, siendo hermenéutico, no es crítico? (puesto que lo crítico
sí es hermenéutico, incluso técnico, pero no al revés). Para Habermas, en su
análisis crítico de la hermenéutica, hay un punto en el cual coinciden
peligrosamente el interés técnico y el interés práctico: al momento de (no) reconocer
-en profundidad- la estructura social y el contexto histórico de los procesos
sociales (Arteta,
2016).
En
efecto, por un lado, cuando la ciencia empírica positivista se viste de
neutral, amarrada a la idea de la objetividad, no aspira a transformar las
condiciones de injusticia social que la rodean (y oprimen), pues, considera que
lo ético no es parte de su dominio cognitivo por lo que termina renunciando al discernimiento
moral (lo que la ética puede aportar) (Cortina, 1996). Claramente, para la
racionalidad positivista, la dimensión moral de la conducta humana no está
científicamente fundada. Pero también ocurre, por otro lado, que las ciencias
hermenéuticas, explícitamente situadas en el plano de los valores y la cultura,
también terminan desentendiéndose del contexto social e histórico cuando asumen
los valores como entidades abstractas y universales, llegando a subvalorar (y oprimir)
a quienes no adhieren a ciertos valores.
En
otras palabras, sin valores como “objeto de estudio” (positivismo) o con
valores absolutos e incuestionables (hermenéutica), para Habermas, estamos
controlando a los otros a partir del saber hegemónico generado y, en ambos
casos, invisibilizando el contexto sociohistórico en que ello ocurre, mermando,
así, la necesidad de cuestionar y transformar dicho orden social. La ciencia
empírica y la cierta hermenéutica, cada una a su modo, olvidan que los valores
son construcciones sociales contextodependientes y relativas, derivadas de la
materia (la estructura social y los conflictos sociales) (Habermas, 1986).
Habermas
enfatiza que -paradojalmente- las ciencias no están libres de valores -ni
siquiera las empíricas- sino que conllevan supuestos implícitos cuya condición
de valor está oculta por su evidente obviedad. Estos juicios de valor, como la
conveniencia de dominar la naturaleza mediante la tecnología o la superioridad
epistémica de la objetividad, deben ‘desenmascararse’ y exponerse a la crítica
(Ritzer, 1993).
En
suma, decir, en y desde Habermas, enfoque hermenéutico-crítico,
es apelar nítidamente a un interés de conocimiento que, arrancando de la comprensión
de la subjetividad y de la cultura humana, aspira a transformar a las personas
a partir de procesos crecientes de cuestionamiento de la realidad social, cuyo
fin mayor es la emancipación y la autonomía humanas. Esto quiere decir que, más
que un asunto procedimental, lo hermenéutico-crítico supone una racionalidad axiológica
y una dimensión valórico-actitudinal de saber humano.
II. Lo hermenéutico-crítico como enfoque
pedagógico:
Las
acciones educativas, de acuerdo con estos planteamientos, pueden ser promovidas
y comprendidas a través de diversas epistemologías o, dicho de otra forma, a
través de una racionalidad cuyas pretensiones de validez son muy diferentes
(Bazán, 2002). Habermas distingue, como se sabe, tres intereses
cognitivos básicos, en la perspectiva de que el conocimiento por sí solo no es
suficiente para preservar y reproducir la especie. Esto implica, según este
autor, que saber y acción no pueden considerarse autosuficientes y desligados
para la producción de conocimiento, en especial si consideramos que las
prácticas pedagógicas son una construcción social, donde conocimiento y acción
interactúan determinados por un interés cognitivo particular (Grundy, 1991).
Si nos
situamos, en suma, en las diversas concepciones de conocimiento señaladas y las
cruzamos con la naturaleza social y epistemológica de la educación, podemos
reconocer la existencia de, al menos, tres
pedagogías distintas orientadas por tres enfoques distintos. Contamos, por
consiguiente, con una rica tipología analítica e investigativa de lo que es la
educación, incluyendo un conjunto de argumentos para valorar y comprender los
aportes teóricos de distintos autores preocupados de aportar teorías educativas
y pedagógicas (Contreras, 1997). El cuadro siguiente ilustra este cruce (Bazán,
2008):
Pedagogías
| |||
Tecnológico
Empírico
Positivista
|
Hermenéutico
Comprensivo
interpretativo
|
Sociocrítico
Emancipador
Transformador
| |
Interés/finalidad
|
Técnico: explicar, controlar, predecir,
comprobar, generalizar fenómenos.
|
Práctico: comprender e interpretar
acciones y significados de los fenómenos.
|
Crítico: identificar potencial de cambio,
emancipar, analizar la realidad.
|
Naturaleza de la realidad a evaluar
|
Objetiva, estática, única, dada,
fragmentable.
|
Dinámica, múltiple, holística e histórica.
| |
Relación evaluador /evaluado
|
Independiente, neutral, libre de valores,
externa, alumno es objeto de evaluación.
|
Interrelación, dependencia, relación
influida por factores subjetivos y reflexivos.
|
Interrelación fuertemente influida por
compromiso con el cambio. Reflexión crítica y comprometida.
|
Teoría/Práctica
|
Disociadas. La teoría norma para la
práctica.
|
Relacionadas y retroalimentadas mutuamente.
|
Indisociables. La práctica es teoría en
acción.
|
Conocimiento
|
Lineal, se traspasa, promueve
memorización.
|
Se construye individualmente, pero en un
contexto social. Posee crisis, rupturas, avances. No es ingenuo.
| |
Aprendizaje
|
Proceso de acumulación de conocimientos.
No hay reconocimiento de saberes previos.
|
Proceso de construcción individual mediado
por otros significativos. No hay acumulación sino atribución de significados.
| |
Profesor
|
Técnico, ejecutor de acciones diseñadas
por otros.
|
Reflexivo, investigador de su práctica,
compromiso moral y social.
|
Conciencia crítica y transformadora.
Reconocimiento de naturaleza política de la escuela, la enseñanza y la
evaluación.
|
Evaluación
|
Orientada hacia el control, selección,
comprobación, clasificación, acreditación.
|
Orientada hacia el aprendizaje, la
comprensión, el diálogo, retroalimentación, reflexión, participación y
transformación.
|
Con más especificidad, podemos también analizar la
racionalidad de la didáctica y mapear sus principales rasgos al cruzarla con
los intereses cognitivos de Habermas (1986),
haciendo posible, incluso, explicitar la existencia de una didáctica crítica.
Tal didáctica crítica debe ser coherente con los fines de toda postura
crítica, como señalan los autores Carr y Kemmis (1988), exigiendo que la
didáctica crítica deba:
- Partir de una visión dialéctica de la realidad.
- Desarrollar las categorías interpretativas de los enseñantes.
- Identificar las situaciones sociopolíticas que impiden conseguir los fines racionales de la enseñanza educativa.
- Crear comunidades autorreflexivas que conecten la teoría con la práctica.
- Utilizar el método crítico para identificar los aspectos sociales no controlados por los participantes.
- Ayudar a los prácticos a superar sus problemas y eliminar sus frustraciones.
Consecuentemente,
el cuadro siguiente muestras las tres
didácticas posibles (Bazán, 2013):
Criterio de comparación
|
Didácticas
| ||
De Interés Técnico
|
De Interés Práctico
|
De Interés Crítico
| |
Finalidad de la Didáctica
|
Explicación y control de los conocimientos
que se trasmiten
|
Comprensión y puesta en acción de
sentidos y actividades que permiten aprendizajes significativos
|
Reflexión y elaboración de saberes
proclives al logro de la autonomía, la emancipación y la transformación de
las prácticas sociales
|
Concepción de aprendizaje
|
Transmisión de conocimientos universales
(de la ciencia y la cultura dominante). Conductismo.
|
Construcción de conocimientos asociados
a una idea global del saber, de los valores y la trascendencia.
Constructivismo.
|
Construcción de saberes significativos
que apuntan a la comprensión y superación “situada” de las problemáticas de
la realidad social. Constructivismo social.
|
Calidad de la enseñanza
|
Rendimiento en función de logros
medibles y cuantificables (en base a estándares psicométricos e
internacionales)
|
Mejoramiento continuo de procesos de
enseñanza y aprendizaje, incluyendo la existencia de formación valórica y de
rendimientos exitosos.
|
Mejoramiento continuo de procesos
educativos, incluyendo indicadores cualitativos y cuantitativos de
rendimiento y desarrollo valórico-actitudinal, orientados por fines de
pensamiento crítico, democratizador y transformador.
|
Rol del Profesor
|
Diseñar y dirigir el proceso de
enseñanza de acuerdo con las características de los educandos, enfatizando la
productividad, la disciplina y el orden
|
Diseñar y liderar el avance educativo de
los estudiantes, reflexionando a cerca de las mejores maneras de alcanzar
aprendizajes significativos
|
Diseñar y mediar en la construcción de
aprendizajes significativos, atendiendo crítica y pertinentemente a la
diversidad de sus estudiantes
|
Rol del Estudiante
|
Ejecutar instrucciones docentes y
participar de las actividades diseñadas para asegurar la incorporación
intelectual de contenidos preestablecidos
|
Participar en las actividades previstas
por el docente, constituyéndose en el protagonista de sus propios
aprendizajes conceptuales y valóricos
|
Participar activamente en las tareas
educativas propuestas, reflexionando, cuestionando y resignificando los
contenidos conceptuales y valóricos implicados
|
Relación Teoría-Práctica
|
Predominancia de la teoría sobre la
práctica, toda vez que la primera explica y determina el operar concreto de
las personas
|
Interdependencia entre teoría y
práctica. La teoría nutre las acciones prácticas y, a su vez, la práctica
orienta nuevas definiciones teóricas
|
Interdependencia dialéctica, de mutua
resignificación entre teoría y práctica. No hay teoría sin práctica ni
práctica sin teoría.
|
Concepción de la Evaluación
|
Momento de comprobación de los niveles
de aprendizaje logrados por los estudiantes, en función de metas curriculares
previstas, asociadas a aprobación y clasificación
|
Proceso de comprensión de los logros
estudiantiles y de otras dimensiones educativas, con la intención de mejorar
cualitativamente el desarrollo de aprendizajes significativos
|
Proceso permanente de resignificación de
las decisiones y acciones pedagógicas, orientado a la comprensión y
transformación de la práctica educativa y al desarrollo de sujetos críticos
|
Es
posible concluir que la didáctica crítica puede adoptar lineamientos de una
didáctica técnica (como el valor de los rendimientos) o de una didáctica
práctica (como la búsqueda de aprendizajes significativos) pero mira más lejos,
absorbiendo e integrando estos elementos en un todo educativo mayor, llegando a
diferir radicalmente en el sentido pedagógico de lo didáctico en cuanto se
apunta al cuestionamiento, a la emancipación del sujeto y a la transformación
social como fines educativos (Peleteiro, 2005).
En
este sentido, se trata de una didáctica que utiliza prácticamente la misma
“caja de herramientas” de cualquier didáctica (léase recursos, técnicas o
medios de apoyo) pero les asigna un significado diferente en función de la
pregunta para qué educar, según lo
entiende el interés crítico que aporta la pedagogía crítica. Por ello, decimos
que lo innovador en educación no está en el recurso o el medio puesto en juego,
sino en los fines propuestos, en el sentido atribuido a las cosas, en el para
qué (Bazán, Larraín y González, 2004).
III. Lo
hermenéutico-crítico como modalidad de investigación pedagógica:
En
términos generales, se acepta que en Ciencias Sociales concurren, al menos, dos
formas de entender la ciencia: una cuantitativa y otra cualitativa. Esta
dicotomía parece resumir una manera antagónica de decir cosas del mundo, algo
así como una versión con números (el paradigma cuantitativo) y otra que
prescinde de usar números (el paradigma cualitativo, menos valorado y más
alternativo) (Solís, 1999). Así, la dupla cualitativo/cuantitativo encierra una
disputa conceptual y filosófica sustantiva, con objetivos y productos
notoriamente divergentes. Sin embargo, esta distinción es engañosa, pues,
igualmente en ambos casos se establecen enunciados de la realidad desde la
separación sujeto-objeto, esto es, desde la anhelada objetividad del
conocimiento (Maturana, 2002), prescindiendo de otras dimensiones tales como
las connotaciones ideológicas de labor de producción de conocimientos
científicos.
En
este contexto, la disputa epistémica planteada por Habermas en torno al
positivismo viene a superar la dupla cuanti-cuali, al complejizar la
investigación social en términos de atender a la racionalidad que subyace en
los procesos de producción y uso conocimientos, relevando dimensiones sociales
y políticas de una episteme de interés técnico, práctico o crítico.
Para
efectos del presente texto, se asume la existencia de una investigación pedagógica positivista (de interés técnico) que se
contrapone a una investigación pedagógica
hermenéutico-crítica (de interés práctico y emancipador). Las principales
diferencias entre ambas se muestran en el cuadro siguiente (Adaptado de Bazán,
González y Vidal, 2000):
Criterio
de comparación
|
Investigación Pedagógica
Positivista
|
Investigación Pedagógica
Hermenéutico-Crítica
|
Interés
cognitivo dominante
|
Interés técnico.
|
Interés crítico (absorbe y supera el
interés práctico).
|
Finalidad
de la investigación
|
Explicar
la realidad. Predecir fenómenos, producir leyes, generalizar y controlar.
|
Comprender
la realidad. Interpretar los fenómenos desde los sentidos y significados que
les damos (Sierra, 1984).
|
Realidad
por estudiar
|
La
realidad es independiente, ubicada “allá afuera”. Dividida y fragmentada y,
por tanto, posible de estudiar a partir de variables que son aisladas para
estos efectos
|
La
realidad es abierta y se explica en y desde el sujeto. Realidad que se
construye día a día, individualmente, pero en un contexto social. Esta
construcción desde lo individual pero contextualizada desde lo social se
posibilita por el hecho de ser seres constituidos desde el lenguaje y la
acción, aspectos que nos permiten contar con la perspectiva del otro y desde
allí comprender los significados que damos a nuestro actuar (Maestre Alfonso,
1983).
|
Rol
del investigador
|
Investigador
aislado, neutral y forzadamente objetivo, donde la subjetividad de este no ha
de intervenir. En este sentido, quien investiga no se involucra con las
personas de la realidad que investiga ni busca cambiar dicha realidad.
|
El
investigador es un permanente interpretador. Se valida la comprensión si “el
otro” corrobora nuestra interpretación. El investigador se constituye en la
principal herramienta de investigación y busca transformar la realidad.
|
Formas
de abordar la realidad
|
Con instrumentos tales como el
cuestionario y los test, cuyo análisis se basa en la estadística y en la
pretensión de generalización y objetivación que los define.
|
Con técnicas tales como la observación y
la entrevista, entre otras, que apuntan a develar y comprender las prácticas
sociales a través del registro directo de ella y, sobre todo, de la
conversación con los otros en un contexto social y cultural específico (saber
situado) (Coulon, 1995).
|
Selección
de las unidades de análisis
|
A esto agregamos el modo de seleccionar
las unidades de análisis, en que la teoría de muestro da las mejores
respuestas a la calidad del trabajo a realizar (con el slogan de la representatividad, pero sacrificando el contexto de
vida de las personas).
|
La selección de las unidades de análisis
está fundada y legitimada en la idea de caracterizar e interpretar diversos
“escenarios” desde lo particular, lo pertinente, lo creíble, desde lo
relevante culturalmente (Achilli, 2005).
|
Modalidades
de investigación
|
Por un lado, aquellas que derivan de la
profundidad de la explicación (exploratorias, descriptivas, correlacionales y
causales). También aquellas que obsesionan con probar hipótesis, atendiendo
al grado de manipulación de variables (ex post facto, pre-experimentales,
cuasi-experimentales, experimentales puras). En general, todas las llamadas
de “laboratorio”.
|
Una variedad abierta de modalidades,
tales como Investigación-Acción, Sistematización, Estudio de Casos,
Investigación Evaluativa, entre otras, que buscan la descripción y
comprensión de una realidad particular con vistas a la transformación de las
personas y su entorno, sumando dosis crecientes de participación e intersubjetividad
(Ibáñez, 1994).
|
Distribución
del poder
|
Se concentra en el investigador, hay
poco dialogo y baja participación.
|
Se distribuye desde el investigador a
los sujetos estudiados, al ceder la palabra y promover horizontalidad y
participación en el proceso investigativo (Flick, 2015).
|
Análisis
de la información
|
A partir de variables previamente
establecidas, desde un cuerpo teórico fuerte, cuya operacionalización y
objetivación permite el desarrollo de distintos análisis estadísticos:
simple, bivariado o multivariado.
|
A partir de categorías o referentes que
emergen en el proceso investigativo, también con categorías previas con aval
teórico flexible, que permiten inferir una racionalidad de los fenómenos en
análisis. Con uso de recursos lingüísticos para interpretar relatos,
representaciones y discursos de las personas, develando las tensiones de la
realidad social (dialéctica). La triangulación, en todas sus variantes,
refuerza esta mirada holística y complejizadora (Aguilar y Barroso, 2015).
|
Es
relevante consignar que es posible (y necesario) diseñar estudios pedagógicos de
carácter mixto, entendiendo que esta
mixtura es esencialmente metodológica pero no realmente epistemológica (Núñez, 2017). Tal
articulación o armonización epistémica opera de modo distinto si va de un
enfoque a otro, o viceversa. Un estudio mixto, basado centralmente en el interés
técnico, tiende a subvalorar los aportes de las técnicas cualitativas o
comprensivas, pues, percibe la complementariedad metodológica de forma centrípeta, situando lo subjetivo-cualitativo
al margen. Cuando se usa la entrevista en profundidad, por ejemplo, se termina
cuantificando u objetivando el análisis o, en el mejor de los casos, se usa
para levantar temas o variables que, posteriormente, serán incluidas en un
cuestionario adecuadamente validado y universalizador. En cambio, si la
armonización es de lo hermenéutico-crítico hacia una modalidad de interés
técnico, esto es, una investigación cuyo enmarcamiento epistémico es
esencialmente de raíz constructivista, comprensivista o crítica, entonces, se
reconoce la complejidad de la realidad social y la necesidad de recurrir a
distintas técnicas de indagación. Esta lectura centrífuga de la investigación pedagógica es holística y
democratizadora, concibe la complementariedad metodológica como inevitable y,
para ello, busca y triangula miradas, técnicas, ideas, momentos, actores.
Finalmente,
interesa aquí concluir con algunas reflexiones en torno al estatus científico
de la Pedagogía -ese saber o reflexión sobre educación- que, al parecer, logra
mejores respuestas epistemológicas cuando se asume la mirada
hermenéutica-critica.
En
este sentido, una investigación
pedagógica hermenéutico-crítica:
a) Asume el desafío de acotar de mejor modo su campo de
acción propio, reconceptualizando su objeto-materia, aquello que algunos
denominan la praxis pedagógica, como un proceso social de orden biopsicológico,
sociocultural e histórico, pero sobre todo abordando la educación como un
fenómeno singular, dinámico, plurisignificativo y altamente complejo (Zapata,
2005). Adicionalmente, se privilegia observar la tensión entre racionalidad
instrumental y racionalidad valórica, que subyace en buena parte de los
procesos educativos modernos (Bazán, 2008).
b) Acoge la distinción entre una “investigación sobre
educación” y una “investigación en la educación”. La primera es propiedad de
las ciencias sociales en su conjunto (incluido un equipo médico-jurídico o
equivalente), pues, se refiere a la producción de conocimientos sobre la
educación por parte de cualquier profesional; una educación cuya complejidad
amerita la mejor atención inter, trans y multi-disciplinaria. La segunda, en
cambio, ya en el interés crítico, nos conecta con la investigación-acción en su
vertiente más cualitativa, justamente aquella en la cual se reconoce el valor
de un cierto saber pedagógico generado desde la subjetividad, participación y
reflexividad de los propios actores del sistema educacional (Melero, 2012).
c)
Releva, en este
escenario, el rol del propio educador en su condición de sujeto hermenéutico
del acto pedagógico. Un educador aparentemente neutral, sin valoración de sus
propias interpretaciones, sin respuesta a la pregunta por los valores
personales (ethos), sin opiniones o argumentaciones que poner en discusión,
sencillamente no logra construir un real proceso formativo. De hecho, la
distancia entre este profesional no-reflexivo (en sentido axiológico) y un
computador suficientemente neutral pero meramente instruccional, es mínima y
desencantadora. Hablar de profesionalización docente implica más autonomía
profesional en función de la racionalidad que subyace en los procesos de
generación de conocimientos, es decir, privilegiando conocimientos (o saberes)
que emergen de una práctica reflexiva, emancipadora e ilustrada (Bazán y
González, 2007).
d)
Connota, en
definitiva, la idea de que el educador constituye el principal instrumento de
conocimiento y análisis reflexivo de la realidad educacional (Alvarado García, 2008).
Es el propio educador, en cuanto pedagogo, como sujeto con referencia a
valores, quien aplica los procedimientos adecuados para producir un saber
suficientemente riguroso, pertinente y legitimado (Delgado, Romero y Vidal,
2012). Es aquí donde tiene sentido apelar a su intuición, a su experticia, a su
“ojo clínico”, a su madurez profesional, a su capacidad de trabajo
colaborativo, para configurar un nivel de profesionalización y de autonomía
docente capaz de sobrellevar las contradicciones y exigencias de la modernidad.
Aquello que se piensa y se propone en estas condiciones de producción de
conocimiento por parte de los educadores, se vuelve saber pedagógico situado y
transformador (Giroux, 1990).
e)
Consolida la tarea de construir saber
pedagógico, lo que equivale a comprender que la escuela es vista como el lugar
donde se hereda la sociedad y donde se construye –se sueña, se ambiciona- una
sociedad mejor, siendo la propia mirada crítico-social la que explicita que
esto no se logra a cabalidad porque la escuela tiende a reproducir un orden
social injusto y a generar una clase oprimida incapaz de cuestionar el orden
heredado (Ayuste, 1998). Entonces, una visión innovadora de la educación se
refiere -desde la mirada crítico-social- a la aspiración cuestionadora y
emancipatoria de construir nuevos sentidos éticos y nuevas formas de vida para
alcanzar una sociedad más justa y más buena, ideal moderno aún no concretado
(Freire, 1994).
f)
Dota, finalmente, de
un sentido más profundo al quehacer pedagógico, pues, la Pedagogía no puede
permanecer -con excusas de neutralidad axiológica- desconectada de los
problemas sociales y educativos de América Latina, en cuanto lugar social y
político -nuestro lugar- que existe manipulado por una epistemología del norte que impone su cientificidad, su estética,
su moral, su orden social (Cayul y Bazán, 2014). No se trata simplemente de
atribuir responsabilidad antidemocrática a la ciencia, al menos a la ciencia no
tradicional, es sobre todo no olvidar que la vida moderna -en su matriz
capitalista- es ejercicio instrumental del pensamiento humano, es dominio de lo
individual y de lo racional, es control de los otros. Por ello, la Pedagogía
-en su condición de práctica creadora de saber- debe ser puesta en el camino de
la recuperación y resignificación del mundo de las emociones, del cuerpo, del
lenguaje, de la subjetividad, de la diversidad y de la coexistencia (Vila,
2007). En
suma, lo que está pendiente al final –o al inicio- del camino del cambio
educativo –para las pedagogías críticas- es la tensión entre ambas
racionalidades (la racional y la razonable) como ejercicio reflexivo permanente
que caracteriza a la mirada pedagógica. En otros términos, el estatus de una
pedagogía transformadora y liberadora está estrechamente asociado al desafío
formativo mayor que es articular ambas racionalidades por parte de las
instituciones educativas, no sólo por la aparente novedad y complejidad que
esto implica, sino más bien por las fuertes demandas de coherencia
ético-político y de sentido pedagógico que demanda (Bazán, 2008).
El corolario mayor es que la mirada que aportan
las pedagogías hermenéutico-críticas es genéticamente una mirada de suyo
cuestionadora y fresca, porque siempre es fresca la mirada que es valiente,
porque siempre es valiosa la mirada que es cuestionadora (Freire, 1994). Una mirada que no se devalúa fácilmente ante los gestos
agoreros de los denominados pensadores proscriticos (McLaren y Kincheloe, 2008).
Referencias:
Achilli, E.L. (2005). Investigar en
Antropología Social. Los desafíos de transmitir el oficio. Rosario: Laborde
Editor.
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Excelente trabajo amigo!!!
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