jueves, 5 de julio de 2018

El vínculo pedagógico: la construcción de una noción enriquecida del estar juntos en el aula


Carolina Lau
Psicóloga. Magíster en Potenciación de Aprendizajes


Al nombrar el concepto de vínculo pedagógico se evoca una idea, un pensamiento, una representación o, al menos, se transmite una noción vaga de qué es a lo que nos estamos refiriendo cuando pensamos el estar juntos en el aula. En la literatura especializada se encuentra escasamente desarrollado este par de conceptos de manera asociada (vínculo-pedagogía), no obstante, cada uno, por su parte, ha tenido cierta trayectoria, desde distintos enfoques, con distintos resultados. Intentar, a partir de ambos conceptos, la construcción de un tercero es necesario, es también develar esa conexión potencial, es procurar que ambos términos se entrelacen, se sujeten, se cautiven, se vislumbren, haciendo posible (re)mirar la realidad educativa y profundizar en las dimensiones más cualitativas del aula. Ese es el desafío esencial de este texto.

La noción que sí se ha tratado en algunos estudios es el de vínculo educativo, como una forma de vínculo social con una función civilizadora, de regular el goce y convertir(se) en ciudadano (Domínguez, 2008). Empero, para el presente artículo, dicha definición no trae consigo elementos que consideremos propios de la pedagogía, menos si pensamos en la pedagogía crítica en su vertiente liberadora y problematizadora.

Para explorar el vínculo pedagógico vale la pena indagar en torno a dos perspectivas importantes a tener en cuenta, que son: el enfoque  psicoanalítico y el pedagógico, partiendo de la idea de que para el mismo Freud (1937/1984) hay tres profesiones imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar, expresando que ellas tienen en común que su resultado nunca será completamente satisfactorio, puesto que siempre va a existir un otro hablante que no es del todo educable ni psicoanalizable. He aquí una luz para vincular dos imposibles en una conversación común.
los educadores han sido entrenados “para delinear lo que ellos quieren que sus alumnos entiendan, plantear una lección para llevarlos a eso y luego evaluar si ellos llegaron al entendimiento” (Kumashiro, 2000: s/d)


Comencemos en/desde el psicoanálisis, lugar desde donde se ha abordado de manera más profunda el concepto de vínculo pese a que la noción propiamente tal no forma parte de los conceptos freudianos ni tampoco del léxico psicoanalítico de los post-freudianos. Quizás, la excepción a esto sea el autor Bion (1963), quien es el primero en emplearla señalando que utiliza esta palabra para explorar la relación del paciente con una función, más que con el objeto que reemplaza la función, es decir, no es el pecho, el pene o el pensamiento verbal, sino  la función, que es hacer un vínculo entre los dos objetos, es decir, se enfoca en que el vínculo es la función entre. El concepto que sí ocupo Freud fue “relación de objeto” o relación objetal, que es uno de los pocos conceptos de la tradición psicoanalítica que pone atención al desarrollo de las relaciones. Los demás se refieren al individuo solo, en cambio aquí la relación se asoma a la  toma de sentido de interrelación, es decir, no sólo la manera como el sujeto constituye sus objetos, sino la forma cómo estos modelan su actividad (Laplanche & Pontalis, 1996). No obstante, al comienzo del desarrollo de la teoría de las relaciones objetales no se puso suficiente énfasis en la palabra relación, sino más bien en el objeto, el cual tampoco es un concepto del todo definido en el psicoanálisis y su connotación varía de acuerdo a distintos esquemas referenciales, pero en ningún caso debe evocar la idea de cosa, objeto manipulable o de persona, sino en tanto una representación psíquica inconsciente (Laplanche, et al, 1996).

Por otra parte, reflexionando desde su teoría de la intersubjetividad y no meramente en una relación objetal, destaca dentro de los post-freudianos el autor Winnicott (1996), caracterizando la co-construcción como ese espacio entre la madre y el infante, además de la noción de que en un inicio de su vida el bebé, como tal, no existe, sino lo que prima es la unión madre/bebé estando al comienzo ambos recíprocamente indiferenciados.

En la actualidad un referente en cuanto al vínculo es Kaës, autor que ha buscado las condiciones que hacen del vínculo un objeto de conocimiento y de la práctica psicoanalítica. Kaës (2009) define el vínculo de la siguiente manera: “Llamo vínculo a la realidad psíquica inconsciente específica construida por el encuentro de dos o más sujetos (…) un vínculo es el movimiento más o menos estable de investiduras, representaciones y de acciones que asocian a dos o más sujetos para ciertas realizaciones psíquicas: cumplimiento de deseos, protección, defensa, levantamiento de prohibiciones, acciones comunes (hacer, jugar, disfrutar, amar juntos, etc.)”. En cuanto a la pugna entre relación de objeto y vínculo, el autor señala que este último es un asunto con el otro y no son solo figuraciones o representaciones de pulsiones, de objetos parciales, representaciones de cosas o palabras, del sujeto mismo, puesto que los otros son irreductibles a lo que ellos representan para un otro, agregando que: “Las teorías de la relación de objeto no son teorías de la intersubjetividad pero están incluidas en estas últimas” (Kaës, 1999: 87). Adicionalmente, hace énfasis en que el vínculo no es solamente un conector entre objetos subjetivos que se estimulan y responden, sino que tienen su propia consistencia, dotado de una realidad psíquica específica con formaciones, procesos y transformaciones que debe ser considerada en tanto tal, por lo cual se debe descubrir su funcionamiento.


Por otra parte, en lo que sí convergen los diferentes autores es sobre el desarrollo del vínculo desde los estadios precoces del sujeto (madre-bebé), hasta los estadios más evolucionados, los cuales implican una diferenciación creciente dentro del vínculo. Es en esta primera representación vincular madre-bebé que el vínculo consta de una motivación innata, existiendo una necesidad humana universal para formar vínculos afectivos sólidos y estrechos, donde se observa que los integrantes de la unidad dual están conectados como vasos comunicantes que mantienen un nivel constante de fluidez entre la demanda y la satisfacción (Bowlby,1995). Ello finaliza con la separación progresiva del psiquismo de ambos integrantes, quedando como remanente intra-psíquico que permanece escindido en el Ello, lo cual se manifiesta en los estadios ulteriores como persistencia entre los deseos de la fusión y la necesidad de desprendimiento que tiene cada ser humano (Abraham & Torok, 1987).

La cantidad de estudios con respecto a vínculos en las etapas posteriores de la vida son considerablemente menos, pero sí existe la idea de que la vinculación afectiva continúa siendo un resultado del comportamiento social y, a su vez, depende de la capacidad de reconocerse los unos con los otros, expresando una tendencia propia del ser humano de permanecer próximo al otro y, en la medida que los sujetos crecen, el vínculo afectivo podría ser entendido como la atracción que un individuo siente por otro individuo claramente diferenciado y preferido (Bowlby, 1995), es decir, ya no debiese existir esa simbiosis precedente y los sujetos deben estar preparados para que la fluidez inmutable entre demanda y satisfacción pueda sufrir algunos quiebres.


Si pensamos los vínculos como una necesidad humana, presente en toda la vida de las personas, surge la inquietud sobre qué sucede con ellos en el lugar donde pasamos la mayor parte de nuestra infancia y juventud, es decir, en la escuela y, especialmente, qué sucede entre los alumnos y los docentes puesto que algunos estudios señalan que, según la perspectiva de los estudiantes, los vínculos más significativos dentro de la escuela son aquellos que se establecen con sus profesores (Arón y Milicic, 1999). Es por esta razón que es trascendente conocer de manera más profunda cómo es y se constituye el vínculo pedagógico.

Surge, entonces, la inquietud sobre el por qué en algunas áreas de las ciencias sociales se ha preguntado y profundizado acerca del vínculo con categorías tales como intersubjetividad, coexistencia, conexión, relación o, simplemente, acerca del estar con otro; mientras que en pedagogía no parece haber similar interés en circunstancias que el vínculo podría/debería ser el centro de las preocupaciones educacionales. Al contrario, ello no ha ocurrido, encontrándonos más bien con una escuela acusada de anti-emocional, una institución que ha privilegiado la racionalidad y el intelecto, centrando su proceso formativo en someter a los alumnos a la voluntad de los docentes, por lo que los estudiantes aprenden a aparentar lo que están pensando y sintiendo, sin considerarse reconocidos, pudiendo esto llevar a la desconexión de sus vínculos con los docentes (Casassus, 2007). Frente a este escenario, parece no ser casual que la pedagogía efectivamente se ha apuntalado en ciertas premisas de la psicología en cuanto al  desarrollo humano y el aprendizaje (Bazán, 2008), reduciendo el aporte de la psicología a las mediciones, los diagnósticos y los tratamientos, alejándose de esta otra vertiente vincular.

Todo lo anterior nos llevaría a pensar la escuela, además de anti-emocional, como un espacio anti-vincular, sin embargo, en la práctica se hallan vínculos favorecedores de relaciones positivas. Además, existe una visión prometedora al respecto cuando se habla del papel de la educación en la formación del logro del bienestar subjetivo para el desarrollo humano, con una base vincular pedagógica. Si bien en nuestro país no se ha planteado lograrlo como un propósito explícito de la educación, se relacionaría con la idea que sí se ha trabajado acerca de que la educación debe ser “integral” (Castillo y Contreras, 2014), holística o comprensiva (Bazán, 2008). Este bienestar subjetivo -del cual se está empezando a dialogar- para que pudiera procurarse tendría que tener a su base un vínculo pedagógico, puesto que cualquier tipo de aprendizaje sucede en/por la participación de una relación emocional entre el profesor y el educando (Casassus, 2007). Se trata de un aprendizaje con miras al pleno desarrollo humano, al desarrollo del hombre y la mujer en sus distintas dimensiones de lo humano. Dicho bienestar subjetivo pudiese ser, quizás, el propósito central del vínculo pedagógico, además tendería al desarrollo humano fundamental para lograr la felicidad del individuo (Naranjo, 2007).


Para llegar a una finalidad como esta -que aspira a la formación para el bienestar subjetivo- es menester desarrollar en la escuela las plenas capacidades de los estudiantes: interesa que se les ofrezcan herramientas para la construcción de sus proyectos de vida, que se les ayude a buscar sentido a sus vidas, que los lleve a estar satisfechos con sus existencias y con la sociedad en la que viven (Castillo y Contreras, 2014). Este gran propósito no es posible sólo a partir de un mero vínculo educativo -que tiene como función el ser civilizador anclado en la concepción de educación como transmisión de la cultura del grupo de una generación a otra (Bazán, 2008), pues, hace falta un vínculo más co-existencial e intersubjetivo, como sólo lo puede dar una intencionalidad pedagógica hermenéutico-crítica.

En otras palabras, si pensamos en el vínculo pedagógico estamos ante un concepto de mayor fertilidad comprensiva toda vez que la pedagogía involucra la noción educativa de transmisión de saberes –de orden adaptativa- pero se ve enriquecida con elementos hermenéutico-críticos propios tales como la reflexión sobre la educación, junto con una  intencionalidad explícita de liberación y de transformación de lo humano. Por lo tanto, fundar el concepto de vínculo pedagógico como un conocimiento propio de la pedagogía, en base a su inherente reflexión y meta-análisis, otorga mejores posibilidades de ser vivido y construido por los mismos actores, entendiendo que tal pedagogía tiene a su base la participación plena de los sujetos y la idea de democracia, de lo cual carecen otras disciplinas más instrumentales y reduccionistas.

A partir de ello, se irán entrelazando dos miradas: las similitudes del trabajo del pedagogo con la labor del psicoanalista -en cuanto al vínculo establecido- y,  por otra parte, los elementos propios de la práctica educativa que, posiblemente si se observan y vivencian bajo un prisma pedagógico, favorecerían que en las relaciones docente-alumno se promueva el desarrollo de dicho vínculo.

Comenzando con que en pedagogía y psicoanálisis no se debería centrar la mirada exclusivamente en la infancia, puesto que son disciplinas que requieren el concepto de sujeto y todo su historial ontogenético. En efecto, el niño nace, pero el sujeto es una co-construcción, por lo tanto, el sujeto es también efecto del lugar dado desde el otro (Aromi, 2008), en este caso desde y con el pedagogo/analista. Dicha construcción del sujeto, en ambos casos, puede ser vivenciada en un acto: “El acto educativo como aquello que produce una transformación en el sujeto” (Aromi, 2008, p 98.), con la conjunta aparición de algo distinto en el estudiante, similar al término de acto en el sicoanálisis que incluye necesariamente a otro que apoye la desestabilización del sujeto.


La pedagogía y el psicoanálisis necesitan un tercero, un mediador entre el sujeto y el saber, que en el campo analítico se llama transferencia, que es el nexo entre el analizante y el analista (Aromi, 2008). La transferencia se da dentro de la relación analítica y genera una “repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad” (Laplanche &Pontalis, 1996, p. 439), existiendo, así, un desplazamiento del afecto desde una representación a otra, es decir, la substitución de una persona anteriormente conocida y significativa por la del analista. Recordemos que “Freud distingue dos transferencias: una positiva, otra negativa, una transferencia de sentimientos de ternura y otra de sentimientos hostiles” (Laplanche &Pontalis, 1996, p. 440).

Por su parte, la adquisición de conocimientos que hace el alumno del profesor está íntimamente ligada con el tipo de relación transferencial positiva-negativa, la cual reproduce el modo de relación del niño con su padre a la salida del complejo de Edipo, donde hay conjuntamente sentimientos de admiración y hostilidad arcaicos dirigidos al padre que se reactualizan en la transferencia hacia el maestro, por lo tanto, el profesor representa la función paterna, es decir, las normas sociales, el acceso a la humanidad y al orden simbólico (Freud 1914/ 1984).

El vínculo educativo no funciona si no hay transferencia, puesto que esta se basa en una suposición de saber del otro, existe en el estudiante un interés en algún rasgo del educador que para él sea signo de deseo. Por el contrario, la depreciación de su saber afectaría el vínculo educativo (Domínguez, 2008). Aquí podemos vislumbrar que un vínculo pedagógico va más allá que el vínculo educativo cruzado por el saber del otro y por la mera transferencia psicoanalítica donde se reactualizan los vínculos, es más, el vínculo pedagógico tendría a su base la posibilidad de construcción conjunta, no una mera recreación sino la producción de subjetividades en la interacción.

Ambas disciplinas utilizan las palabras para influir en la vida de las personas (Aromi, 2008). Es el mismo padre del psicoanálisis el que señala que las palabras son el instrumento fundamental del tratamiento analítico ya que pueden eliminar fenómenos patológicos (Freud, 1915-1916/ 1984), siendo así las palabras y el lenguaje lo que brinda la posibilidad de que esta disciplina se pueda  constituir como praxis, puesto que renuncia a cualquier otro instrumento, sin embargo, no hay sólo palabras en ese intercambio, también se encuentra el deseo y la libido, pero todo trenzado por el leguaje. Esta sería la misma herramienta que utilizan los profesores para transmitir sus conocimientos a los discípulos, determinando sus juicios y decisiones, constituyendo el medio más importante para la influencia recíproca de los hombres.


La experiencia pedagógica también produce el efecto de cambiar al otro por medio del lenguaje. Así, “Lo que hace que un niño aprenda a leer son las palabras que le dirige su profesor. Esto funciona con palabras a través de palabras” (Aromi, 2008, p.130). Es decir, es por medio del lenguaje con lo cual se media, no solo con los libros, sino con la entonación que le entrega el docente a cada contenido, así también  la forma de mirar a sus alumno es parte de este lenguaje, que lo ocupa muchas veces de forma premeditada –otras no- según lo que se quiera lograr en el proceso.

Si avanzamos más allá del lenguaje y de las palabras, pensando la estructura comunicativa utilizada en pedagogía en cuanto experiencia conversacional e intersubjetiva, ocurre que “El diálogo es el encuentro de los hombres que pronuncian el mundo, donde no puede existir una pronunciación de unos a otros” (Freire 1970, p.107). De este modo, el lenguaje se nos presenta como un medio para compartir experiencias y producir un lugar de encuentro, como una instancia muy propicia para la formación de un vínculo pedagógico y no para la conquista de unos sobre los otros.

En el propio Freire queda claro que el lenguaje es medio y sentido para la emancipación. Dada su relevancia, los profesores deberían ser sensibles y conocedores de la forma en que funciona el lenguaje para “ubicar” a las personas en el mundo y construir activamente la realidad, en vez de simplemente reflejarla, de modo que les correspondería comprender el poderío del lenguaje como constitutivo de sus propias experiencias y de las de sus alumnos (Giroux, 1993). También es posible vislumbrar una diferencia entre un vínculo educativo y uno pedagógico si pensamos en el uso que se le da al lenguaje: “El lenguaje hace más que simplemente presentar “información” de manera recta; en realidad, se lo emplea como la base tanto para “instruir” como para producir subjetividades” (Giroux, 1993, p.41). Un vínculo educativo tendría una finalidad más cercana a entregar información, en cambio un vínculo pedagógico produciría subjetividad y una intersubjetividad de suyo dialogante.


Por consiguiente, legitimizar la subjetividad o la singularidad del alumno sería un factor esencial en el vínculo pedagógico, reconocer que se encuentra inscrito en un contexto, una historia y cultura particular y que, al mismo tiempo, simboliza una superación de esta historia (Meirieu, 1998), es decir, tener expectativas y confianza en el otro. Por el contrario, hacer “como que” confiamos en sus capacidades no tendría significación ni valor. La esperanza es indispensable, nos moviliza y sin ella sería puro determinismo (Freire, 2004) y, por lo tanto, no se estaría legitimizando ni, por ende, vinculando.

Al legitimizar al otro en el vínculo debemos tener en cuenta cuáles son sus deseos, sus conocimientos previos, las preguntas existenciales e interrogantes que le hagan sentido con su proyecto personal (Meirieu, 1998). Para esto se necesita estar disponible, abierto y atento a las situaciones y experiencias que le generen, ya que “sin aceptación y respeto por el otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social” (Maturana, 2001, p.19); y mucho menos podría construirse un vínculo pedagógico al controlar continuamente al otro, negarlo, desvalorizar sus conductas y desconfiar.


Por el contrario, la aceptación lleva a la unión del diálogo y el amor, este último como fundamento de lo social y de nuestras interacciones con otros seres humanos (Maturana, 2007), por lo cual el amor no puede estar ajeno a un vínculo pedagógico. En este sentido, Freire (2004) apoya la idea de que el diálogo se fundamenta en un profundo amor a los hombres, así también el amor como compromiso con los seres humanos. Esto, visto desde el psicoanálisis y desde la mirada infantil, permite decir a Freud (1915/1984) que: "El niño no se tarda en comprobar que ser amado es una ventaja a la que se puede y se debe sacrificar muchas otras", por ende, en la escuela se debe ser capaz de tolerar cierto displacer por la renuncia a la satisfacción inmediata, ya que se le ofrece amor a cambio. En este contexto, podría especularse que el amor sería la emoción fundamental en un vínculo pedagógico, que tendría características de colaboración mutua y transversal, sin embargo, ello está empíricamente mermado cuando existe una falsa conexión entre seriedad, neutralidad, docencia y afectividad. No obstante, lo que debiera  existir es una apertura al querer bien de los alumnos (Freire, 2004).

Por otra parte Freud (1914/1984) subraya que ni el educador ni el analista pueden arrogarse el derecho de imponer fines y objetos a las pulsiones del paciente y el educando, proponiendo al educador que se limite solo a favorecer las virtudes propias del alumno, como una educación que tiene en cuenta los deseos del sujeto y cuestiona a aquella que los ignora e impone los propios deseos. Así como también lo esencial que debe realizar el “maestro” es acoger, contener y dar cuenta de lo que provoca al otro, además de conocer  lo que sabe y establecer conexiones adecuadas para posibles reconsideraciones de sus ideas (Meirieu,1998). Es decir, al educador le corresponde valorar las necesidades fundamentales de sus estudiantes y reconocer las emociones, especialmente aquellas insatisfechas para resignificarlas.


Reconocer al otro sólo sería posible dentro una vinculación. En la pedagogía, de hecho, sería a través del diálogo y la reflexión ya señaladas, más concretamente por medio de la apertura a interrogantes humanas esenciales, fundacionales, las cuales enriquezcan al sujeto en cuanto a su pasado, su presente y un estar dispuesto para otras experiencias venideras. Posiblemente, mediar y ahondar en preguntas del tipo: ¿Quién soy?, ¿Qué busco?, ¿Cómo me siento?, ¿De dónde vengo?,  así como también reflexionar sobre las emociones, las relaciones y las conexiones del todo con sus partes. Un vínculo pedagógico permitiría dialogar, reflexionar y problematizar porque existe una confianza en el otro y en sus capacidades.

Por lo tanto, la educación debiese centrarse en la relación entre los sujetos y del sujeto con el mundo, movilizando todo lo posible para que se sostenga en él, apropiándose de las interrogantes de la cultura humana y que se les brinde la posibilidad de construir una respuesta propia (Meirieu, 1998). Es aquí donde las interrogantes vuelven a tener un sentido fundamental en el vínculo, al respecto Aromi (2008) señala que: “no se puede pensar la función educativa sino es bombardeando con preguntas (…) el educador debe ser un cultivador de buenas preguntas” (p. 124); sólo así,  por medio del cuestionamiento, es posible vincularse pedagógicamente con el otro puesto que se aproxima a sus intereses y determina qué es lo que desea recibir del patrimonio cultural y del mundo. En consecuencia, lo que se debe hacer es problematizar a los hombres en su relación con el mundo y es la problematización de los propios temas lo que hace la búsqueda de una temática significativa (Freire, 1970).


De igual modo, el sicoanálisis coloca a la pregunta como el motor central que activa, organiza y desarrolla la vida psíquica, como en el caso de los neuróticos en torno a una pregunta: “¿qué quiere el otro de mí?”, por lo cual aprendemos sobre nuestro deseo mediante la interrogación del deseo del otro, el cual considero significativo (Lacan, 2009). Aquí es donde la pregunta y los deseos propios son también la pregunta y los deseos del otro, sincrónica y diacrónicamente, en un vínculo.

Para acercarnos a un cierre y a una aproximación del significado del concepto de vínculo pedagógico -y es sólo una cercanía puesto que para que sea tal se necesita que el concepto sea público, compartido y dependiente de distintas formas de discurso- es necesario que se negocien las diferencias e interpretaciones de éste (Bruner, 2009), razones por la cual para llegar a un concepto más acabado se necesitará del desarrollo de observaciones de aula y de estudios empíricos dentro de un contexto que se intencionará como participativo, reflexivo y crítico, esto es, propicio para que los estudiantes puedan construir y vivenciar el concepto.


Por el momento, diremos que el vínculo pedagógico es un singular espacio entre un docente y un estudiante, que involucra la transmisión de saberes producto del vínculo educativo, enriquecida con elementos propios de una pedagogía comprensiva, como la reflexión, el diálogo, la problematización y la pertinencia cultural. Por lo tanto, se consigna aquí que para la existencia de un vínculo pedagógico deben coexistir dos actores (estudiante- docente), en un contacto sensible, significativo, amoroso, intencionado, reflexivo, de apertura, de confianza y de esperanza; y legitimización del otro tanto en sus deseos, como en sus intereses y proyectos personales, dentro de un contexto escolar que apoyen y potencie la co-construcción del bienestar subjetivo e intersubjetivo, para el desarrollo humano de ambos.

A modo de epílogo, se señala aquí el planteamiento de que no hay –ni se necesita- una separación del campo de la educación, las disciplinas espirituales y la sicoterapia, ya que todo debe apuntar hacia la existencia de un único proceso de crecimiento-curación-iluminación del sujeto, hombre y mujer, lo que implica hacer esfuerzos precisos e intencionados en evitar y no permitir realizar tal división epistémico-disciplinaria, sobre todo porque el Chile actual sufre una crisis profunda que es una crisis de relaciones (Naranjo 2007), una crisis de los vínculos.

Bibliografía

  1. Abraham, N. y Torok, M. (1987). La corteza y el núcleo, Buenos aires: Amorrortu.
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  3. Arón, A y Milicic, N (1999). Clima social escolar y desarrollo personal. Un programa de mejoramiento. Santiago: Andrés Bello. 
  4. Bazán, D. (2008). El Oficio del Pedagogo. Rosario: Homosapiens.
  5. Bion, W.R. (1963). Experiencias en Grupo, Buenos Aires: Paidós.
  6. Bowlby, J. (1995). Vínculo afectivo: formación, desarrollo y pérdidas. Madrid: Morata.
  7. Bruner, J. (2009). Actos de significado: más allá de la revolución cognitiva. Madrid:   Alianza editorial. 
  8. Casassus, J. (2007) La Educación del Ser Emocional. Santiago: Editorial Cuarto Propio. 
  9. Castillo, J y Contreras, D (2014) “El papel de la educación en la formación del bienestar subjetivo para el desarrollo humano”. Consultado el día 15 de mayo de 2014. En: http://www.cl.undp.org/content/chile/es/home/library/human_ el- papel-de-development/la-educacion-en-la-formacion-del-bienestar-subjetivo/
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  13. Freud, S. (1984). “Sobre la Psicología del colegial”. En: J.L Etcheverry (Traducc). Obras Completas, tomo XIII. Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado en 1914). 
  14. Freud, S. (1984). Conferencias de Introducción al psicoanálisis en J.L Etcheverry (Traducc), Obras Completas, tomo XV. Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1915-1916). 
  15. Freud, S (1984), Análisis terminable e interminable, en J.L Etcheverry (Traducc). Obras Completas, tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado en 1937). 
  16. Giroux, H. (1993). La escuela y la lucha por la ciudadanía. México: Siglo XXI Editores. 
  17. Kaës, R (1999). Las teorías psicoanalíticas del grupo: Buenos Aires: Amorrortu Editores. 
  18. Kaës, R (2009) La realidad psíquica del vínculo, Revista de la AIPCF, “El Vínculo”. 
  19. Lacan, J (2009). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. Escritos 2, Siglo XXI ed. 
  20. Laplanche, J., & Pontalis, J. B. (1996). Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós. 
  21. Maturana, H. (2001). Emociones y Lenguaje en Educación y Política. Santiago: Dolmen Ediciones. 
  22. Maturana, H. (2007). Transformación en la convivencia. Argentina: JC Sáez Editor. 
  23. Meirieu, P (1998). Frankenstein Educador. Barcelona: Ed. Laertes. 
  24. Naranjo, C. (2007). Cambiar la educación para cambiar el mundo. Santiago: Editorial Cuarto Propio. 
  25. Winnicott, D. (1996). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.




El pensamiento de Paulo Freire en la educación contemporánea


Wendy Godoy Ormazábal
Trabajadora Social. Doctora en Educación. Docente de la Universidad Cardenal Silva Henríquez


I. Introducción:

El trabajo que a continuación se presenta tiene como objetivo reflexionar sobre el pensamiento de Paulo Freire y su incidencia en la educación. Es una presentación que se articula en torno a dos grandes puntos. En el primero, se desarrolla el planteamiento de su teoría y método y, en el segundo, las fortalezas de su epistemología. Paulo Freire es un autor que interesa no sólo a los pedagogos, pues, entre otros tópicos, ha relevado la relación entre teoría y práctica y el concepto de educación estrechamente vinculado a la vida en sociedad. Para él, la educación es un acto político inmerso en la vida cotidiana de las personas y comunidades, el cual se debe comprender dialécticamente. 

El conjunto de problemas socioeducativos que están afectando a la sociedad latinoamericana, que no son ajenos a nuestro país, invita a reflexionar sobre los aportes y la vigencia del pensamiento de Pablo Freire, sobre todo frente a situaciones tales como la exclusión de niños y jóvenes de los establecimientos educativos, el consumo de drogas de la que son víctimas casi generaciones completas, la marginación de los procesos de desarrollo de grandes sectores de la población producto de los cambios en las estructuras productivas[1], el aumento de la pobreza, pese al mejoramiento de los indicadores macro económicos, entre otros. Todos problemas sociales que la sociedad no ha podido superar a lo largo de la historia pero que, sin ser idénticos, tienen en común una gran cantidad de personas excluidas, marginadas y en situación de pobreza, que viven las injusticias de las sociedades modernas y postmodernas, donde la educación, entendida en un sentido amplio (educación formal, no formal e informal)[2],  continua teniendo un rol fundamental a la hora de aportar en la formación y consolidación de procesos democráticos más justos y humanos.

Pablo Freire se ubicó en/desde una postura epistemológica que logró establecer la relación entre la teoría y la práctica como un todo, desarrollando un cuerpo de conocimientos sólidos, que son reconocidos en distintos puntos del mundo como un pensamiento original que, no sólo fue y sigue siendo de utilidad para el pueblo de Brasil, sino que ha tenido y sigue teniendo incidencia universal. Su pedagogía es mucho más que un método para la alfabetización de adultos, es una propuesta que persigue el cambio radical de la sociedad, que busca transformar las relaciones de convivencia social. Para él, era necesario que, tanto “oprimidos como opresores”, se liberaran mutuamente, a través del diálogo consciente sobre la realidad en la que se encuentran inmersos. Su propuesta no es sólo pedagógica sino que también es política.


La fuerza de sus planteamientos, pese a estar elaborados hace más de cuatro décadas, adquieren cada día más vigencia y potencia en el mundo contemporáneo, así lo demuestran la diseminación de su pensamiento en círculos de discusión, en la incorporación en cátedras universitarias, seminarios y congresos, en elaboración de escritos y libros, entre otros[3].

Su trabajo no sólo caló hondo en la educación formal de los sectores más pobres y oprimidos, sino que también en la educación no formal que, en el caso de Chile, fue donde realmente tuvo una incidencia significativa en la práctica. Con su desarrollo teórico-práctico logró traspasar las fronteras de la educación hacia otras áreas del conocimiento, fortaleciendo teorías y prácticas educativas de diversos campos del saber, como lo señala Gadotti y Torres: “así  mismo auxiliaron reflexiones no sólo de educadores sino también de médicos, terapeutas, investigadores sociales, filósofos, antropólogos y otros profesionistas tanto  del área de las ciencias humanas  al área de las ciencias naturales y exactas” (Gadotti M. y Torres C.A. 2001, 3).                                  


Tras revisar artículos y algunos libros que se han escrito sobre su vida y obra, aparecen, a lo menos, cinco campos de influencia en el desarrollo de su pensamiento. El primero, su experiencia de vida ligada a la pobreza y la escasez durante su infancia y adolescencia en Jaboatão, cerca de Pernambuco. La segunda, la formación que recibió en el seno de su hogar que, pese a los problemas económicos, siempre consideró una actitud de acogida y diálogo, también aquí se formó en el catolicismo, recibiendo posteriormente la influencia de la Teología de la Liberación. El tercero, fue la observación y el diálogo permanente y consciente con miles de personas sometidas y dominadas que, además, coincidía en que en su mayoría eran analfabetas. El cuarto campo es tributario: a) del marxismo, sobre todo el aporte de la dialéctica;  b) del existencialismo y c) de la fenomenología. Autores como Marx, Lukács, Sartre y Mounier, Albert Memmi, Erich Fromm, Frantz Fanon, Merleau-Ponty, Antonio Gramsci, Karen Kosik, Marcuse, Agnes Heller, Simone Weil y Amílcar Cabral, fueron, entre otros, quienes influyeron con sus reflexiones y propuestas epistemológicas. Y el quinto campo, las largas discusiones sobre pedagogía que mantenía con su primera esposa, quién era profesora. También con Aluízo P. de Araújo, un humanista cristiano que promulgaba el derecho a la educación para todo hombre y mujer (Araújo, 2001).
                                                                                                 
II. Presentación de la teoría de Paulo Freire:

a) Perfil biográfico del autor:

Para comprender la obra de Paulo Freire, es necesario conocer su historia de vida y también el escenario en el que surge su pensamiento.

Freire nació en Recife (Brasil) el 19 de septiembre de 1921, hijo de Joaquín Remíntocles Freire y Edeltrunes Neves Freire. A los 10 años se traslada con su familia cerca de Pernambuco a Jaboatão, lugar donde conoció la pobreza como la describe en la siguiente cita: “Yo hice la escuela primaria exactamente en el período más duro del hambre. No del “hambre” intensa, sino de un hambre suficiente para entorpecer el aprendizaje” (Gadotti M. y Torres C.A. 2001, 17). En otro apartado, más tarde, señala: "Pesqué en ríos, robé frutas en frutales ajenos. Fui una especie de niño colectivo, mediatizado entre los niños de mi clase y los de los obreros... recibí el testimonio cristiano de mis padres, me empapé de vida y existencia, entendí a los hombres desde los niños." (Moro, W. febrero 2007, página Red Nacional y Popular de Noticias). En estas frases se recoge la incidencia de su historia de vida en el desarrollo de su pensamiento. La vivencia con la pobreza, las estrategias de sobrevivencia, su desarrollo entre dos mundos son, entre otros, los referentes que van a contribuir a configurar un pensamiento complejo de la realidad, que lo va a llevar -más tarde- a proponer su método de enseñanza. 

En la ciudad donde vivió su infancia, también conoció el dolor de perder a su padre y la entereza de una madre por ayudarlo a abrirse espacios. Es aquí también donde terminó la escuela primaria para -luego de cursar el primer año de la secundaria en el colegio 14 de Julio, en la colonia San José e ingresar becado al Colegio Oswaldo Cruz de Recife- volver más tarde como profesor a enseñar lengua portuguesa. A los 22 años ingresó a estudiar derecho.

En el año 1944 -y antes de terminar sus estudios de derecho- se casó con la maestra de primaria Elza María Costa Oliveira, con la que tuvo cinco hijos. En 1947, asume el cargo de director del sector de Educación y Cultura del SESI, órgano recién creado por la Confederación Nacional de la Industria, del que posteriormente sería superintendente (1954-1957). En este lugar toma contacto con la educación de adultos y los trabajadores, lo que será un hito importante para comprender sus posteriores planteamientos. En este contexto, Freire “sintió cuánto necesitaban enfrentar ellos y la nación en cuestiones de educación y, más específicamente, de la alfabetización” (Gadotti M. y Torres C.A. 2001, 15 y 16).


En el mes de agosto de 1956, fue nombrado miembro del Consejo Consultivo de Educación de Recife y, algunos años más tarde, en 1961, fue director de la División de Cultura y Recreación del Departamento de Documentación y Cultura de la Alcaldía Municipal de este mismo lugar. 

Sus primeras incursiones en la educación superior fueron en el campo de la filosofía de la educación, en la Escuela de Servicio Social, la que después sería integrada a la Universidad de Recife, allí Paulo Freire continuó trabajando en la docencia. En el año 1959 -con 38 años- obtuvo el título de Doctor en Filosofía e Historia de la Educación, con la tesis “Educación y Actualidad Brasileña”, sentando las bases de su método, donde sostiene que “todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea a cada individuo” (Paulo Freire, Wikipedia, consultada el 8 de febrero, 2007). Este grado le abrió el camino para ser nombrado maestro efectivo de Filosofía e Historia de la Educación de la Facultad de Filosofía Ciencias y Letras, y también, junto con su título de doctor, obtuvo el certificado de libre-docente de la Cátedra de Historia y Filosofía de la Educación de la Escuela de Bellas Artes.

No es sino hasta el año 1958 que presentó el trabajo “La Educación de Adultos y las Poblaciones Marginales: El Problema de los Mocambos”, en el II Congreso Nacional de Educación de Adultos en Río de Janeiro, donde se consolida como un educador progresista. Propuso que la educación no debería reducirse a la mera enseñanza de letras, palabras o frases, sino que ésta se tiene que vincular con lo cotidiano de la vida de los alfabetizando. Estimaba que era necesario y urgente hacer un trabajo educativo para que la gente viviera en democracia, ello significaba que no debía hacer sobre la gente, pues, esta es una mirada verticalista y, por ende, autoritaria; tampoco para la gente, ya que ello denota asistencialismo. Como señala Araújo (2001, 19), desarrolló una educación de adultos que propició la colaboración, la solidaridad y la participación social y política. También habló de educación social, en el sentido que buscaba que cada uno se comprometiera con su proceso de incorporación a la vida pública y social.

También fue uno de los consejeros pioneros del Consejo Estatal de Pernambuco, en 1963. En ese mismo año desarrolló su primera experiencia educativa de grupo, en el marco de la Campaña Nacional de Alfabetización, logrando demostrar la efectividad de su método, ya que 300 trabajadores rurales se alfabetizaron en un tiempo record de un mes y medio (Pablo Freire. Wikipedia, consultada el 8 de febrero 2007).


En 1964 se produce el golpe militar en Brasil, situación que dejó trunco el desarrollo de sus propuestas. Buscó refugio en Chile, donde colaboró con el gobierno democratacristiano, presidido por Eduardo Freí. Trabajó arduamente en el programa de educación de adultos del Instituto Chileno para la Reforma Agraria (ICIRA). También en su estadía, en este país, escribió el libro “La Pedagogía del Oprimido”, considerada una de sus obras más célebre. La escritura de este libro no fue bien vista por el gobierno de la época.

Posteriormente, en Harvard, en su calidad de profesor, colaboró con grupos de intelectuales dedicados al diseño de reformas educativas, tanto para el sector urbano como el rural. En los años 70 se va a vivir a Ginebra (Suiza), donde se dedica a trabajar en los programas de educación del Consejo  Mundial de las Iglesias, sistematizando los planes de educación en países que habían logrado su independencia política, tanto en África, Asia, Oceanía y América. (Araújo, 2001, 25).   

En 1980 -tras dieciséis años de exilio- regresa a Brasil e imparte docencia en la Universidad Estadual de Campinas y en la Pontificia Universidad Católica de Sao Pablo. En esta ciudad fue Secretario de Educación. En el año 1986, recibió el premio de la UNESCO “Paz y Educación” y, en su discurso de agradecimiento señaló: “De gente anónima, gente sufrida, gente explotada aprendí, sobre todo, que la paz es fundamental, indispensable, pero la paz significa luchar por ella. La paz se crea, se construye en y por la superación de realidades sociales perversas…” (Araújo, 2001, 34). Queda de manifiesto en el párrafo anterior que una de las fuentes que inspiraron su trabajo teórico praxiológico, fue la vida cotidiana de los más pobres, que han sufrido la esclavitud del mundo moderno, la exclusión, la pobreza y las injusticias sociales. Para él, un mundo en paz es un mundo donde todos sus habitantes ocupan un lugar con dignidad, Y a eso invita a los educadores, a trabajar por la paz, pero no una paz de la sumisión, sino que, de lucha por la igualdad, sobre todo de aquellos que se encuentran en estado de opresión. Es por esta lucha cotidiana, orientada a construir un mundo diferente, que señalaba que la educación es un acto político (Araújo, 2002, 21).

Freire muere en el año 1997, tras haber recibido una veintena de títulos como Doctor “honoris causa” en universidades de diferentes países.

En su vida fue de gran relevancia y originalidad una comprensión propia de la educación, por ello, para comprender su teoría del conocimiento: “debe entenderse en el contexto en el que surgió – Nordeste de Brasileño- donde la mitad de sus 30 millones de habitantes vivía en la cultura del silencio” (Gadotti, M. 2001, 51). Por ello, tampoco hay que dejar de lado su historia y los distintos acontecimientos sociopolíticos e intelectuales de la época, los que vivió intensamente. En este sentido, la Educación para él tiene un carácter eminentemente social, educar, como ya se mencionó, es un acto político, que parte de lo cotidiano, del saber popular, para transformar a la persona desde lo que es, sus sueños, anhelos, creencias y valores. Lo que busca es la libertad de conciencia del ser humano, para que, en primer lugar, lo libere y él, luego, pueda ayudar a liberarse a otros para crear una sociedad distinta, más fraterna, justa y más humana. Su pensamiento fue catalogado de progresista para una sociedad altamente elitista y conservadora. 


Como señala Gadotti y Torres, (2001) a Paulo Freire no le gustaba que le pusieran rótulos a su pedagogía, pero desde que señaló la tesis de que existía una educación como práctica de la libertad, según estos autores, se podría decir que existe una pedagogía dogmática que se caracterizó por la falta de flexibilidad, de dialéctica de y problematización. Su obra, “La pedagogía del oprimido” se ubica dentro de lo que es el movimiento de la pedagogía crítica, radical o revolucionaria, nombres que adquieren según los contextos.

Es menester señalar que es imposible comprender el pensamiento pedagógico de Paulo Freire en forma descontextualizado de un proyecto social y político. Cada uno de sus escritos está orientado en esa perspectiva. Además de valorar el conocimiento científico, tenía un profundo reconocimiento por el saber cotidiano, trataba de rescatar el día a día de las personas y las comunidades y lo vinculaba con los acontecimientos globales, ya que para él lo cotidiano, lo local y lo global estaban estrechamente vinculados. Como expresa Gadotti, Paulo Freire sostenía “que el alumno no registra por separado las   significaciones instructivas de las significaciones educativas y cotidianas. Al incorporar el conocimiento él o ella incorporan otras significaciones tales como cómo conocer, cómo se produce y cómo se utiliza la sociedad el conocimiento… en fin el saber cotidiano de su grupo social” (Gadotti, consultado en internet, el 7 febrero 2007, 2).

Otro aporte que este autor realizó fue su noción de calidad de la educación, al respecto, señala que difiere del concepto de calidad que impulsa el modelo de desarrollo neoliberal, la cual está vinculada con la competitividad. En cambio, para Freire, la calidad de la educación está asociada a que todos tengan acceso al conocimiento y a relaciones sociales más humanas.

El currículo también formó parte de sus preocupaciones, para él conceptos como transdisciplinariedad, transcurricularidad e interculturalidad eran parte constitutiva del currículo. En el acto pedagógico debían concurrir variadas ciencias, por lo que trabaja “de forma simultánea con varias perspectivas teóricas: la del militante político, la del filósofo de la liberación, la del científico, la del intelectual, la del revolucionario, etc.” (Gadotti, consultado en Internet el 7 de febrero, 2007,3).

b) El método de Paulo Freire:

Fue su estadía en Chile la que le permitió probar en otros contextos su método, para luego sistematizarlo. Éste no puede ser entendido sino es en el marco de su epistemología, de no ser así se cae en el riesgo de reducirlo a una mera metodología.

El “Método Paulo Freire”, “se basa en las ciencias de la educación, principalmente en la psicología y la sociología; tuvo capital importancia la metodología de las ciencias sociales. Su teoría de la codificación y de la descodificación de las palabras y los temas generadores (interdisciplinariedad), avanzó paso a paso con el desarrollo de la investigación participante” (Gadotti, 2001, 60). Incorpora el método dialéctico “de pensar, sin separar teoría y práctica, como hacían los positivistas clásicos. En su obra teoría y práctica forman un todo, guiado por el principio de relación entre el conocimiento y el conocedor, que constituye por lo tanto una teoría del conocimiento y una antropología, en las que el saber tiene un papel emancipador” (Gadotti, 2001,65).

También se observan, en el desarrollo de su pensamiento, las teorías de la comunicación.


Gadotti organiza el método de Paulo Freire en tres momentos relacionados dialéctica[4] e interdisciplinariamente:   

1) La investigación temática: en esta primera fase, tanto el educando como el educador buscaban las palabras y temas claves en la historia de vida del sujeto. En este primer momento Paulo Freire pretendía descubrir “el universo vocabular”, (Gadotti, consultado en Internet el 7 de febrero, 2007,5). Una vez identificadas las palabras generadoras se seleccionaban en virtud de la riqueza  silábica, del valor fonético y de su significado personal y social para el educando. Una vez finalizado este paso, se ubicaban en un orden creciente de menor a mayor según la dificultad fonéticas, para ser leídas dentro de un contexto más amplio, local y nacional (Araújo, 2001). La identificación de esas palabras claves se lograba a través de encuentros formales, conviviendo con ellos, sintiendo sus preocupaciones y captando algunos elementos de su cultura.  La condición es que estas  palabras tienen que ser ricas fonéticamente        

2) La tematización: aquí tanto el educador como el educando codifican y decodifican las palabras identificadas en el paso anterior. Ambos buscaban el significado social y, de este modo, se intencionaba que tomaran conciencia del mundo vivido. Ello permitía descubrir nuevos temas. Este, además, era el momento en que se elaboraban las fichas para descomponer las palabras en familias fonéticas, ayudando el docente al alumno en su lectura y escritura.

3) La problematización: se buscaba superar la visión mágica de la realidad por otra crítica, intencionando la transformación del contexto vivenciado. Se enfatizaba, en este momento, el análisis de los elementos que inciden en el tránsito entre lo concreto y lo abstracto, y de lo abstracto a lo concreto, regresando a lo concreto para problematizarlo; esto ayudaba finalmente a la toma de conciencia de su condición de sujeto oprimido. En este tránsito dialéctico, la realidad opresiva aparecía  como posible de superar.

Para Freire una educación para la liberación debía necesariamente orientarse hacia una praxis transformadora, camino a través del cual también se lograba la concientización.

El trabajo con los alfabetizando se desarrollaba en los llamados “círculos de cultura”, en ellos iban codificando y decodificando, por medio del diálogo, los temas que proponía el coordinador. Estas discusiones contribuyeron a que los educando fueran aprendiendo a leer y escribir, también a profundizar y cuestionar su propia lectura del mundo y del entorno. El uso de preguntas provocadoras de la reflexión sobre la razón de ser de las situaciones y de las cosas, era otro de los dispositivos importantes de este método.

Gadotti, hace una relectura del Método de Paulo Freire e intenta actualizarlo en cuatro etapas que se indican a continuación:


1. Releer el mundo. Aquí señala que una de las cosas esenciales para Paulo Freire era la relectura del mundo, la curiosidad es la precondición del conocimiento, es el aprendiz el que conoce palabras generadoras, codificación decodificación, que le permiten develar el mundo.

2. Compartir la lectura del mundo leído.  Es necesario compartir la lectura que cada uno posee del mundo. La perspectiva personal también va a depender de la perspectiva del otro, de la comunicación, lo esencial es el diálogo que nace dialécticamente del diálogo-conflicto. La confrontación de perspectivas es necesaria para poder  llegar a una verdad común. Lo que  diría Habermas[5] sería que es necesario poner a dialogar las subjetividades para lograr consensos intersubjetivos.  Para Freire el diálogo, no es sólo una estrategia pedagógica, sino que es criterio de verdad.

3. La educación como acto de producción y de reconstrucción del saber. El conocimiento no es mera acumulación de información, sino que se trata de cambiar nuestras actitudes, aprender a pensar y no sólo repetir contenidos del saber llamado universal. Como este mismo autor indica “Conocer es establecer relaciones, decía Piaget, y Paulo Freire agregaba: saber es crear vínculos”. (Gadotti, consultado en  Internet, el 7 de febrero 2007, 5).

Paulo Freire, como señala Gadotti,  fue combatido por los contenidistas iluministas, ya que éstos no pudieron comprender que la forma es el contenido. Desde la perspectiva de Paulo Freire, saber en educación es cambiar la forma, es crear una nueva forma, es formarse. No es, como ya se ha mencionado, aprender un conjunto de conocimientos, sino que está explícita en su noción de saber la idea persistente del cambio, en este sentido para él educarse es formarse. Esta idea no ha sido fácilmente aceptada, pues, sólo fue hace muy poco que los llamados pedagogistas lograron asimilar esta mirada de la educación. Desde la UNESCO se discutió sobre la educación del futuro, en el contexto de la educación permanente que se recoge en el informe de Jacques Delors[6], el cual se inspira en lo que él llama los cuatro pilares de la educación del futuro, que son: aprender a aprender, que implica el desarrollo de la capacidad de los seres humanos de estar en permanente aprendizaje a lo largo de la vida, en otras palabras en permanente búsqueda; aprender a hacer, se refiere a adquirir una competencia que permita hacer frente a numerosas situaciones, algunas imprevisibles, pero en palabras de Freire, no sería un hacer mecanicista, sino que reflexivo y emancipador; aprender a vivir juntos, necesariamente se necesita profundizar en el conocimiento mutuo para compartir los retos del futuro; aprender a ser[7], es decir, desarrollar un juicio crítico ante las diversas oportunidades y desafíos que se presentan. Continua Gadotti, señalando que Paulo Freire agregaría uno más que es: “aprender por qué y para qué”, sobre todo porque detrás de estas preguntas estaba su mirada de la educación, intrínsecamente relacionada con la cultura. Para él los sectores populares deben comprender que son hacedores de cultura y que, por lo tanto, no están predeterminados por designios divinos, sino que por un contexto político, ideológico y económico que los excluye. 

4. La educación como práctica de la libertad. Que implica liberación de los seres humanos, en palabras de Paulo Freire, de los oprimidos, lo que equivale a tomar conciencia sobre la propia existencia, para volver a ella de una manera no alienada, donde no sólo se busca que el hombre aprenda a ser libre, sino que sea libre.

A través del método de Paulo Freire no sólo se busca que las personas aprender a leer y escribir. Si sólo fuera eso, sería despojar la pedagogía de sentido y de trascendencia humana, de la posibilidad de que las personas logren un desarrollo más integral.

Para Gadotti, hasta aquí el constructivismo de Piaget y Paulo Freire estarían coincidiendo, sin embargo, se diferencian en que para el segundo su constructivismo crítico, además de recoger los postulados generales, se sustentaba en la politicidad del conocimiento. Para él, la educación no era sólo ciencia, sino que también arte y praxis. Es un movimiento dialéctico entre reflexión y acción, ya que “no piensa pensamientos. Piensa la realidad y la acción sobre ella” (Gadotti, 2001,58), así, el aprendizaje es concienciación y proyecto. Y, como continúa señalando, la educación al ser proyecto hoy más que nunca necesita reinstalar “La esperanza”, sobre todo para enfrentar las dificultades y el desaliento que se ha apoderado de muchos educadores, en estos tiempos marcados por la globalización neoliberal.


El método de Pablo Freire, es el método de la cultura popular, que busca concienciar y politizar, en un sentido amplio, de tomar conciencia de sí mismo en el mundo, develando los conformismos y las explicaciones religiosas.  La conciencia es entendida aquí como "conciencia del mundo: el mundo y la conciencia, juntos, como conciencia del mundo, se constituyen dialécticamente en un mismo movimiento, en una misma historia. En otras palabras: objetivar el mundo es historizarlo, humanizarlo. Entonces, el mundo de la conciencia no es creación, sino elaboración humana. Ese mundo no se constituye en la contemplación sino en el trabajo"[8].

Su método es de características complejas ya que recibe influencias de diversos campos del saber y se sustenta epistemológicamente en la teoría crítica. Desde aquí reconoce que el ser humano está en interacción permanente con el mundo y es, en sí mismo, praxis. No reconocer esta característica implicaría desconocer la naturaleza ontológica del ser humano, ya que se es y se está en permanente transformación del mundo, y en una relación dialéctica, que también incluye la propia transformación. Transformamos y somos transformados.

Ahora bien, lo importante es que Pablo Freire propone un método y un norte hacia donde deben transitar los cambios para construir un mundo más humano. Su propuesta epistemológica no son sólo declaraciones de principios, se sustenta en una práctica que necesariamente implica tomar una opción de vida, marcada por la liberación de los sectores oprimidos de la sociedad.

Es necesario dejar claro que la metodología de Pablo Freire se conjuga en la relación dialéctica teoría y práctica, que emerge de esta última, para volver a ella, una vez que se ha producido la reflexión y poder transformar de/en esa realidad. Se puede señalar que es una metodología que posee características de ser situacional/estratégica, en la perspectiva que se debe actuar sobre situaciones específicas, en escenarios históricos, que no pueden ser considerados en forma rígida, sino que tienen que ser significado por los seres humanos que, a su vez, son capaces de conocer y de transformar su realidad. Se considera estratégica ya que, como reconoce Paulo Freire, acude a diversos campos del saber para abordar los dilemas y desafíos que implica la práctica educativa.

Las principales variables que orientan la metodología Freiriana, como se señala en la siguiente cita, son aquellas que “sirven de coordenadas al proceso educativo como acto político y como acto de conocimiento; éstas son: la capacidad creativa y transformadora del hombre; la capacidad de asombro, que cualquier persona tiene, sin importar la posición que ocupe en la estructura social; la naturaleza social del acto de conocimiento y la dimensión histórica de éste[9].

Finalmente, recordemos aquí que García y Hernández sintetizan en seis puntos el método de Paulo Freire, que se indican a continuación:

“1) Observación participante de los educadores, "sintonizándose" con el universo verbal del pueblo,
2) Búsqueda de las "palabras generadoras" buscando la riqueza silábica y su sentido vivencial,
3) Codificación de las palabras en imágenes visuales que estimulen el tránsito de la cultura del silencio a la conciencia cultural,
4) Problematización del escenario cultural concreto,
5) Problematización de las palabras generadoras a través de un diálogo del "círculo de cultura",
6) Recodificación crítica y creativa para que los participantes se asuman como sujetos de su propio destino”[10].

c) Algunas consideraciones del método Paulo Freire:

Para Araújo Freire, Ana M. (2001), tanto la eficacia como la validez del método radica en que este parte de la realidad del alfabetizando, de aquello que le es conocido, familiar, que recoge las experiencias de su vida cotidiana y el valor pragmático de las cosas, respetando el saber que otorga el sentido común. Es sólo a partir de estas valoraciones que Paulo Freire propone la superación de los sujetos.


Esta misma autora señala que “obedece las normas metodológicas y lingüísticas” (Araújo, 2001,23). Sin embargo, su intención va mucho más allá, ya que busca que las personas, aparte de aproximarse a los códigos de lecto-escritura logren politizarse, adquiriendo una visión total del mundo y del lenguaje. En concordancia con lo anterior, para Araujo (2001), el método rechaza la mera repetición “enajenante” de palabras, propone leer el mundo”, “leer la palabra”, que, para Paulo Freire, ambos aspectos son inseparables.

Además, el trabajo de Paulo Freire no se puede reducir sólo al método, sino que es mucho más amplio, su comprensión de la educación tiene como trasfondo una preocupación por la vida en sociedad del ser humano. ¿Cómo hacer la vida más justa e igualitaria para todos?, es la pregunta que este autor intenta responder. En esta perspectiva, esta propuesta se presenta con un profundo sentido político.

En suma, es una propuesta revolucionaria en el sentido que propone cambios acompañados de un camino para lograrlos, que no persigue la confrontación, ni tampoco un cambio en los roles entre opresor y oprimido, sino que, como señala Araújo (2001), busca reinventar una sociedad, donde no existan relaciones autoritarias, exclusión o prohibición del acceso del conocimiento de algunos sectores de la sociedad sobre otros, cuya fuente principal de acceso es a través de la alfabetización. 
  
 d) La relación del pensamiento de Pablo Freire con el de otros autores vinculados a temas pedagógicos:

Gadotti elabora una interesante simetría entre el pensamiento pedagógico de Paulo Freire y el de otros autores contemporáneos. Es así como parte señalando que Pichón-Riviére -psicólogo nacido en Ginebra, que más tarde se fue a vivir al Chaco argentino- y Paulo Freire tendrían un punto en común, en cuanto ambos “buscan la transformación a través de la conciencia crítica” (Gadotti, 2001,70). También hace un paralelo con Theodore Brameld -educador estadounidense- con el que también tendría algunos elementos similares en el enfoque. Con Brameld coinciden en, a los menos, tres puntos: a) la importancia del diálogo entre el educador y el educando, b) en el sentido político de la educación y c) en considerar la importancia social de adquirir conocimientos, para la transformación individual y colectivo.

Otro de los autores con el que es comparado su pensamiento es Enrique Dussel, teórico de la filosofía de la liberación que, siguiendo el trabajo sobre este autor que ha realizado Pedro Boufleuer, Profesor de la Universidad de Ijuí (citado en Gadotti, 2001 pág.70), señala que ambos denunciaron, a través de su quehacer, la deshumanización social conjuntamente, con un mensaje más esperanzador de libertad y dignidad de las personas. Tanto para Freire como para Dussel, en este proceso de liberación deben participar activamente los oprimidos, invitan a que, tanto los educadores como los líderes, asuman una actitud dialogante con los educandos y con el pueblo en general, ya que de esta manera la relación pedagógica se desarrolla dialécticamente.

Gadotti también señala que otros autores comparan el pensamiento de Paulo Freire con Januz Korczak (1878-1942), educador polaco que murió con doscientos alumnos en una cámara de gas nazi, por lo que se reconoce una actitud pedagógica fundamentada en el “amor, autogestión y en una práctica antiautoritaria”.  Por su parte, Bogdan Suchodolski (1907-1942) reconoció su admiración por este autor latinoamericano, incluso lo llamó el “último humanista” del siglo XX.


En 1979, cuando le estaban entregando el grado de doctor honoris causa en Ciencias de la Educación, en la Universidad de Ginebra, fue comparado con Edouard Claparède, quien fundó el Instituto Jacques Rousseau de Ciencias de la Educación y con Pierre Bovet. En los tres pensadores se acepta que, en la elaboración de su pensamiento, hay un reconocimiento del papel político que juega la educación para la paz. Con el educador francés Cèlestín Freinet (1886-1966), las similitudes se encuentran en la creencia que ambos poseen sobre “la capacidad del alumno para organizar su propio aprendizaje”, también en la preocupación de ambos por la educación de los sectores populares y en el uso de métodos similares que denominaron con distinto nombre: Freinet lo llamó “texto libre” y Freire “método global de alfabetización”. (Gadotti, 2001, 70).

También Gadotti indica que existirían muchos puntos de encuentro con el pensamiento pedagógico de Carl Rogers (1912-1987), sobre todo en el principio de no directividad de la enseñanza, “la libertad de expresión individual” (2001, 72), la creencia que las personas pueden resolver las dificultades por sí mismas y que, además, estarían motivados para ello. Lo anterior implica reconocer que el sujeto es responsable de su proceso educativo, por lo tanto, la educación debe estar centrada en el estudiante y no en el educador o en el proceso de enseñanza. También coinciden en su crítica al aula y a los sistemas de evaluación centrados en la adquisición de conocimientos, dejando fuera una visión más holística, que considere a la persona  con sus emociones y sentimientos.

Jesús Palacios, en su libro “La Cuestión Escolar” (pp.519 -592) (Citado en Gadotti, 2001, pág.72), busca acercar el pensamiento de Paulo Freire con el de Iván Illich y Everett Remier (autor de “La escuela ha muerto”) para situarlos como representantes de la nueva pedagogía de América Latina y del tercer mundo. Observa en estos autores un intento por superar la relación conflictiva entre escuela tradicional y escuela nueva, ubicándose con el desarrollo de sus planteamientos en una tercer vía más integradora. En esta misma línea se encontraría Krupskaia, educadora soviética, que, al igual que Freire, denunciaban a la escuela defensora de una educación “necrófila”, neutral y burocrática, con la firme intención de crear una escuela que el autor llama biófila, que forma para la vida y cuyo sustento de cambio lo constituye una praxis transformadora que incluye, no sólo a la escuela, sino que también a la sociedad en su conjunto.

Se reconoce también que en el pensamiento de Paulo Freire hay una influencia de J. Dewey, sobre todo la relevancia que ambos le otorgaban al conocimiento de la comunidad, proceso que debe ser realizado por los educandos y acompañado por los maestros. Recoge también “la idea de “aprender haciendo”, el trabajo cooperativo, la relación entre teoría y práctica, el método de iniciar el trabajo educativo con el habla (lenguaje) de los alumnos” (Gadotti, 2002,72). Sin embargo, para Freire, la educación tiene una finalidad y sentido político, orientado al cambio y transformación social. La gran diferencia entre el pensamiento de Dewey y Freire se refiere a que, para el primero, la idea de cultura no incluye la problemática social, étnica o racial como señala Gadotti (pág.72); en cambio, para el segundo, ésta tiene un carácter antropológico, pues, ubica la acción educativa desde la cultura de los educandos.

Analizando comparativamente el pensamiento de Pablo Freire con Vygostsky (1896-1934), Vera John-Steiner demuestra la semejanza entre el pensamiento de ambos autores, específicamente al rescatar la “perspectiva interaccionista del proceso de alfabetización” (Citado en Gadotti, 2001,73). Vygostsky comprobó in situ “que quienes habían participado en el proceso transformador de la revolución, tenían muchas preguntas” (Gadotti, 2001, 74), observó también que en estas comunidades se produce un cambio sociolingüístico toda vez que, a diferencia de quienes no se habían involucrado en estos tipos de experiencias, presentaban mayores dificultades para plantearse desde una perspectiva crítica, incluso no sintiéndose capaces de formular preguntas elementales. Con esta comparación lo que descubre es que quienes participan más activamente son aquellas personas que se dan cuenta que pueden cambiar su realidad y que no están aislados, lo que expresan a nivel del lenguaje oral y más tarde en el escrito. Este hallazgo le permitió afirmar la importancia del lenguaje oral en el éxito o fracaso de los procesos de alfabetización. Plantea en el desarrollo de su teoría que existe un proceso interno del que depende la producción de palabras escritas, señala que “la fuente mental de recursos de la escritura es el “discurso interno” que evoluciona a partir del discurso egocéntrico de los niños” (Gadotti, 2001,74). El lenguaje para Vygostsky es muy importante para el desarrollo cognitivo porque es a través de éste que tanto los niños como los adultos sistematizan y expresan sus ideas (Gadotti, 2001). Agrega que el lenguaje se  enriquece con la edad y con la experiencia, puesto que existe una influencia social e histórica, donde influye la experiencia individual y colectiva. Lo anterior  reafirma la idea que es posible aprender a lo largo de toda la vida.

Freire y Vygostsky coinciden en la relación que existe entre los cambios sociales y educativos. Sin embargo, cada uno pone el énfasis en aspectos distintos, aunque complementarios. Paulo Freire “se concentra en el desarrollo de estrategias pedagógicas y el análisis del lenguaje” (Gadotti, 2001,75), en cambio, la preocupación de Vygostsky estaba en el plano psicológico. Si bien ambos autores vivieron en momentos históricos diferentes, coincidieron en la importancia del desarrollo del lenguaje como un mecanismo para la conquista de la historia (Gadotti, 2001).


Sería un trabajo casi infinito continuar comparando el pensamiento de Paulo Freire con otros autores, sin embargo, es menester tomar la síntesis que realiza Gadotti, cuando señala que serían tres las corrientes filosóficas que marcaron “sucesivamente la obra de Paulo Freire: el existencialismo, la fenomenología y el marxismo” (2001,86). Agrega que, a lo largo de toda su obra, va analizando las consecuencias políticas, sociales y pedagógicas que se dan en el seno de la trama educativa: es así como en los años cincuenta y sesenta habla de opresor- oprimido; entre los sesenta y setenta de opresión de clase; y, entre los ochenta y noventa, de opresión de género y raza. En todas ellas se manifiesta la dialéctica hegeliana del amo y esclavo. Sin embargo, está mirada no descansa en la linealidad que representa la relación causa-efecto, sino que se comprende dinámicamente, por lo tanto, el cambio va a ocurrir en la medida que quienes se encuentren en situación de oprimidos, tomen conciencia de ello y generen acciones de transformación.

e) Paulo Freire contemporáneo:

En sus últimos libros Paulo Freire reflexiona sobre los desafíos de la educación en escenarios sociales, tecnológicos y multiculturales. En su relectura del mundo, no veía con buenos ojos algunas de las transformaciones que estaban sucediendo a finales del siglo XX. Entre sus preocupaciones estaba la instalación de un modelo económico capitalista, de las comunicaciones y de la cultura, que se había logrado expandir a nivel planetario a través de la llamada globalización. También le preocupaba el rebrote de grupos nacionalistas, la presencia del racismo, la violencia y, sobre todo, un fuerte énfasis individualista (Gadotti 2001). Frente a este análisis se preguntaba por el tipo de educación que iban a necesitar los hombres y mujeres. Para él, la educación debería ocuparse de temas como la diversidad, que implica “una nueva ética de la diversidad y de una cultura de la diversidad” (Gadotti, 2001,85).

Freire se ve enfrentado ante un mundo complejo, incierto y abierto, donde los caminos a seguir no están claramente delineados. Para algunos, es un mundo en riesgo -que por cierto lo está-, para otros, en cambio, se abre a la diversidad, a una multiplicidad de posibilidades inimaginables en otros tiempos. El mundo está cambiando, el riesgo y la oportunidad están presentes, forman parte de la relación dialéctica que, tanto en la teoría del caos y el pensamiento de Paulo Freire, está presente. Se tiene que aprender a vivir en la dinámica que se produce entre el orden y desorden, que provoca un nuevo orden.

El mundo futuro de Pablo Freire es el de la diversidad, de la multiculturalidad, por lo que él, según Gadotti, destaca dos dimensiones:

1) La interdisciplinariedad: aquí explica que la complejidad social ya no resiste miradas lineales, parceladas, fragmentadas, sino que se necesita de la diversidad de lecturas que ayuden a comprenderla y a actuar en ella. Es necesario producir la articulación entre el saber, el conocimiento, la vivencia, la escuela, la comunidad, entre otros aspectos (Gadotti, 2001, 86).

2) La dimensión internacional y solidaria: aquí propone que la escuela y, principalmente, los maestros deben “comprometer” a los estudiantes a vivir en la diferencia, con respeto y en la solidaridad, por lo tanto, se debe preparar al “ciudadano” para vivir en lo global, sin perder de vista lo local, su cultura particular. 

Lo anterior, desafía a repensar el rol de la escuela y de los maestros. Para un mundo en cambio, se necesitan maestros flexibles que acepten la diversidad, que orienten a las nuevas generaciones hacia una cultura de la paz, del rescate de la individualidad y de la colectividad, que integren la tecnología como una posibilidad de interacción con un mundo diverso y complejo.


A la educación (formal, no formal e informal) le corresponde abrirse al cambio, transitar desde ser transmisora de conocimiento de la cultura dominante hacia el desarrollo de la creatividad humana, que permita -como espacio privilegiado y aún valorado- abrirse al mundo, impulsando a que éste la cambie desde su esencia. Se requiere una educación que se anticipe a los cambios, que sea capaz de ir un paso más adelante, para ello es importante que se abra principalmente a la innovación y a la creatividad. En este sentido, es importante reconsiderar el currículum, el que debe dejar de ser instruccional, para pasar a otro humanizante y multicultural, capaz de recoger la cultura de los estudiantes, en palabras de Freire, la cultura popular, pero también la cultura que se está generando a nivel planetario. El ser humano debe aprender a vivir en la dualidad, entre dos mundos, el global y el cotidiano.

Aunque Paulo Freire falleció en el año 1997, no estuvieron ausentes de sus preocupaciones las problemáticas del futuro, sobre todo cuando señalaba que era necesario que la educación se centrara en educar para vivir en la diversidad, con lo que se estaba refiriendo, entre otros, a que era fundamental asumir curricularmente la multiculturalidad.

Si comparamos los planteamientos teóricos de Paulo Freire con la Teoría de la Complejidad, es posible encontrar algunos puntos de encuentro, uno de ellos es asumir los escenarios educativos desde la complejidad, a decir de otro modo, con la incidencia de un conjunto de variables que se ubican desde un espacio específico, como es la escuela y que inciden en la forma como se educan a las nuevas generaciones.

Otro aspecto importante que recoge la obra de Paulo Freire es el reconocimiento del tema de género, si bien en la forma de escribir siempre utilizó el concepto de “hombre” -para referirse tanto a hombres como a las mujeres- reconoce que no es una forma adecuada puesto que los hombres no se sienten incluidos cuando los discursos se refirieren sólo a las mujeres. De estas reflexiones incorpora la temática de género en sus últimos escritos, fundamentalmente en “Cartas a  Cristina”.

El tema de la ciudadanía fue también un ámbito que reflexionó. Definió que el ciudadano era aquel “individuo en el gozo de los derechos civiles y políticos de un Estado y ciudadanía tiene que ver con la condición de ciudadano” (Gadotti, 2001, 90).  En esta perspectiva, comprendía la alfabetización como formadora de la ciudadanía. Este tema lo abordó en su libro “Política y Educación”.

En la trayectoria de sus obras es posible constatar la presencia de la problemática social relacionada intrínsecamente con la educación, como un todo imposible de separar, al igual como concibe la relación del conocimiento y la práctica educativa.

El pensamiento epistemológico de Pablo Freire, si bien se ubica desde la teoría crítica, según lo señalado por el chileno Larraín (2005), difiere de la línea tradicional impulsada por la Escuela Crítica de Frankfurt que parte de la racionalidad de Weber, sigue con la primera generación de la Escuela Crítica y continúa con la segunda cuyo representante más reconocido es Jürgen Habermas. En cambio, el pensamiento crítico de Freire tiene sus orígenes en el Cristianismo Católico Latinoamericano -que recibe las influencias de las adecuaciones del Concilio Vaticano II-, de la sociología, en particular la Teoría de Dependencia y, finalmente, en la Teología de la Liberación. Sostiene este autor, además, que aún no se ha logrado la convergencia entre ambas posturas, aunque es posible identificar algunos puntos comunes.

En síntesis, la fuerza de la epistemología de Pablo Freire radica en su postura crítica, dialéctica y praxeológica de la educación, vinculada estrechamente con la búsqueda de la transformación de la vida en sociedad, en especial de los sectores sociales que históricamente han sido oprimidos y vulnerados en sus derechos. Propone a través de su método de alfabetización la toma de conciencia de los sujetos sobre su situación, develando la conciencia mágica que involucra tanto a opresores como a oprimidos.

 
III. Fortalezas epistemológicas del conocimiento educativo bajo la teoría de Pablo Freire?: 

Para analizar las fortalezas de la epistemología en la obra de Paulo Freire aplicada a la educación, se usará como referencia la estructura y algunos de los puntos desarrollados por el Profesor Colom, en su texto Teoría del Caos y Educación (Acerca de la reconceptualización del saber educativo)[11].


1) La Alfabetización, como proceso de Liberación de las Personas: Para ello, propone un método que considera tres momentos, secuenciales e interrelacionados entre sí. El primero es muy importante, ya que es necesario que el educador observe la cultura de los educandos y el vocabulario que éstos utilizan para poder definir, en conjunto con ellos, las palabras más complejas y significativas de su universo, que serán la base para orientar el proceso de lecto escritura. A partir de lo anterior, se codifican y decodifican, (segundo paso), trabajando dialécticamente entre lo abstracto y lo concreto, permitiendo “al alfabetizando integrar la significación de las respectivas palabras generadoras en su contexto existencial” (Fiori, Ernani María, 2005,15). Se busca que el estudiante tome conciencia de su situación, es decir, de su condición de analfabeto y de su ubicación en la estructura social como tal. Con este proceso de “concientización” lo que persigue Freire es que el educando movilice estrategias para superar su situación, orientándolo hacia una praxis transformadora.

Retomar el pensamiento de Paulo Freire se constituye en un gran desafío, ya que implica repensar el sentido de la escuela del siglo XXI, cuya finalidad sería educar para la libertad, no para el individualismo, ya que nadie se libera a si mismo sino se libera en comunidad. La comunidad que es capaz de pensarse, de soñar y de crear su propio destino, tiene mayores posibilidades de transformar su realidad. Apuesta a la transformación de las personas y sus entornos inmediatos, y, desde allí, incidir en el cambio de estructuras de la sociedad. En todo este proceso la educación formal y no formal juegan un rol central.
 
2) La Relación dinámica de mutua influencia entre Educación y Sociedad: Y, más específicamente, entre educación y política. Para él, educar es un acto político. Implica reconocer y valorar el poder[12] de los otros y el propio, todos somos sujetos de poder, que lo ejercemos en distintas direcciones y con diversos grados de influencia. Entonces, reconocerse como sujeto de poder, es un acto político e implica el empoderamiento de las personas, el cual se puede lograr a través de la educación y para lo cual estaría llamada.

3) La necesidad de una mirada interdisciplinaria: Para comprender la complejidad por la que atraviesa el fenómeno educativo. Es necesario acudir a las ciencias de la educación en búsqueda de aportes que dinamicen, no sólo la comprensión de las diversas problemáticas que están presente en la acción educativa, sino que también para diseñar y orientar estrategias adecuadas que permita abordar e integrar, como parte del proceso educativo, los diversos problemas que se interrelacionan con la educación. Usando el lenguaje de Paulo Freire, los problemas sociales, como la droga y la violencia, para ser comprendidos complejamente, se necesitaría acudir a la sociología, la psicología, la antropología, entre otros campos del saber. También, desde su lenguaje, se les consideraría, a estos problemas, opresores de los sujetos, por lo tanto, sería necesario y urgente que las personas involucradas tomaran conciencia de su situación para liberar sus conciencias de la dominación. En este sentido, sería necesario que reflexionaran y reconocieran quién(es) ejercen la opresión y cómo es posible liberarse de ella, para poder diseñar estrategias que ofrezcan la posibilidad de que, no sólo se lucha en contra de una sustancia o comportamiento específico, sino que también de un sistema que favorece la presencia de la violencia en la vida cotidiana. Si se abordan estos problemas desde esta perspectiva, la posibilidad de cambio podría ser mucho más efectiva que si se utilizan medidas verticalistas o asistencialistas. Las primeras, lo único que harían sería reforzar posturas autoritarias y, las segundas, denotarían una desvalorización de las potencialidades y capacidades de los sujetos para superar su situación. A diferencia de la corriente epistemológica de Paulo Freire, que persigue el desarrollo de una educación que reconozca el valor de las personas para incidir en su realidad mediata e inmediata, para actuar solidaria y colaborativamente, propiciando la participación social y política, donde cada sujeto, libremente, se incorpore a la vida pública. 

3) Una educación que busca ir más allá de un aprendizaje de palabras: Detrás de su método de alfabetización está la intencionalidad de transformación del ser humano y, por ende, de las relaciones de convivencia social, de allí que para él no era suficiente que las personas aprendieran a leer y escribir, ya que rechaza la mera repetición “enajenante”. Lo importante era que se formaran conscientemente, que aprendieran a pensar sobre la propia existencia y la de la humanidad desde su entorno más inmediato, para buscar estrategias de cambio y transformación. A través del aprendizaje de la lectura y de la escritura se intenciona pasar desde una cultura del silencio hacia una conciencia cultural, como ya se había mencionado anteriormente.


4) La educación, obligada a asumir una mirada antropológica cultural: Que contribuya a rescatar e integrar en el proceso educativo, la cultura de los estudiantes, reconociendo su diversidad y heterogeneidad. Sin embargo, las transformaciones del contexto le exigen también asumir los escenarios globales. La educación en el siglo XXI está llamada a integrar la dualidad, por una parte, la vida cotidiana y, por otra, la amplitud que otorga el mundo globalizado. Lo globalizado y lo local tenderán, en el proceso educativo, a estar intrínsecamente relacionados. La educación tendrá que potenciar y/o desarrollar competencias para vivir en un mundo global, valorando e integrando, a su vez, las identidades locales que contextualizan y dinamizan los procesos de aprendizaje. Es decir, asumir la dimensión internacional, sin perder de vista lo local, como señalaba Paulo Freire.   

5) La pedagogía de inicios del siglo XXI deberá estar orientada a solucionar problemas concretos que se presenten en el quehacer educativo cotidiano: En este sentido, la mirada dialéctica que aporta Paulo Freire contribuye a articular la relación teoría-práctica, superando la mirada dicotómica del método científico y de las ciencias naturales. Desde su epistemología, la relación entre conocimiento y acción queda resuelta, ya que reconoce que la acción produce conocimiento que nutre la teoría y, a su vez, la teoría contribuye a mejorar la práctica educativa. Desde esta perspectiva, la teoría sólo tiene sentido si está orientada a producir una práctica educativa. 

 6) Crítica de Paulo Freire al modelo de educación tradicional: Señalaba Freire que el método tradicional de educar era de carácter narrativo, discursivo, disertador, que intencionaba un tipo de relación pasiva del educando, ya que lo consideraban como depositario del conocimiento y del saber que posee y maneja el educador. A este tipo de educación es lo que Freire denomina “Educación Bancaria”, cuyo énfasis estaba en el “acto de depositar, de transferir, de transmitir valores y conocimientos” (Freire. 2005, 79). Frente a este modelo, propuso como alternativa un espacio vivo que buscara ser conciliador y superara la dicotomía educador-educando, de tal manera que se reconozca que todos se educan entre sí. Desde esta teoría, se reconoce que en el espacio escolar todos son considerados educadores, independientemente del lugar que cada uno ocupe en la escala jerárquica.

7) Algunas consideraciones de Paulo Freire sobre el currículum: Es otro de los puntos que bien merece ser analizado desde esta perspectiva epistemológica. Este debe recoger e integrar la cultura popular de los educandos, también ser capaz de promover en los niveles local y global -y en el entramado de matices que conviven al interior de estos dos polos-, una conciencia crítica sobre los procesos de transformación y cambio social que ha afectado a la humanidad.

8) Rol de los educadores en este planteamiento teórico-epistemológico: Lo primero es que se considera que, tanto educador y educando, se forman mutuamente. Así, Freire buscaba superar la relación vertical de la educación tradicional, donde existe un experto que tiene el conocimiento y que lo deposita en un otro que carece de este. En este sentido, Paulo Freire señala que “el educador ya no es sólo el que educa sino aquel que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en el cual los "argumentos de la autoridad" ya no rigen" (Vachetta, Rodríguez y García, 2002,5).  Lo anterior no implica que el educador abandonase su responsabilidad ética, en tanto poseedor de conocimientos sólidos y de estrategias pedagógicas necesarias para desarrollar, responsablemente, su tarea socioeducativa como tal. El educador debe ser capaz de integrar la cultura de los educandos en el proceso educativo, de tal forma de valorarla, fortalecerla, integrarla y articularla con las transformaciones de los escenarios educativos. ¿Cómo incorporar las nuevas tecnologías?, ¿La interculturalidad? son, entre otras, preguntas que se debe responder para orientar, en forma adecuada, los procesos de formación de las nuevas generaciones.


Entre otras, las funciones el educador son ayudar a problematizar, cuestionar y reflexionar “a, y” con los estudiantes para que, en conjunto, puedan producir un nuevo conocimiento. Este proceso necesariamente deberá producirse a partir de la dialogicidad que plantea Freire, la cual “como fenómeno humano, se nos revela la palabra: de la cual podemos decir que es el diálogo mismo”. (Freire, 2005, 105). Freire estima que la palabra es algo más para que el diálogo se produzca, posee una doble dimensionalidad, acción y reflexión, como señala: “no hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis.  De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo” (Freire, 2005, 105). Si se sacrifica la acción, se cae en un verbalismo y, por el contrario, si se sacrifica la palabra se constituye sólo en acción, por lo tanto, ambas se necesitan mutuamente para que efectivamente se produzca el diálogo orientado a una praxis transformadora.

Analizado el diálogo en esta doble dimensión, la educación se deberá ocupar de producir espacios de dialogicidad, orientados al cambio social. La educación pasa a constituirse en un espacio privilegiado para el desarrollo y/o potenciación de destrezas dialogales, que son parte constitutiva de la existencia humana.

En síntesis, esta perspectiva epistemológica requiere de educadores flexibles, capaces de generar espacios dinámicos y dialogantes, que se orienten hacia una praxis transformadora de la sociedad y, en particular, a las nuevas generaciones de educandos.   
 
9) La escuela entendida como comunidad de aprendizaje: Finalmente, desde esta perspectiva teórica, la escuela se dinamiza si abandona su postura tradicional burocrática y, por el contrario, acoge la idea de que es una comunidad de aprendizaje, donde interactúan educadores y educandos de una manera horizontal, basada en la autoridad y el respeto y no en el autoritarismo. Lo anterior implica una revolución cultural profunda de la educación escolar. En este sentido, los espacios de educación no formal están más permeable a la incorporación de este tipo de relaciones educativas, ya que en el caso de varios países de América Latina y, en particular en Chile, la educación popular ha formado parte de las prácticas educativas desde la década de los 60-70, existiendo una vasta experiencia que bien puede ser transferida a la educación formal.
       

A modo de síntesis, podemos señalar que los planteamientos epistemológicos impulsados por Paulo Freire tienen hoy más que nunca alta vigencia, sobre todo ante la necesidad de que las personas tomen conciencia de la situación en la que están viviendo: una escuela y una sociedad afectadas por problemas ambientales, de género, raza, discriminación, pobreza, exclusión, desigualdad de acceso a la calidad de distintos servicios, incluido el de la educación, entre otros. Para Freire, la educación es praxis, reflexión y acción (Barbeiro, s/f, 3), es considerada por él, como la columna vertebral de la sociedad presente y futura en cuanto estima que -sólo en alianza con una mirada política, orientada a la liberación de las personas- puede la educación producir los cambios sociales necesarios para construir un mundo más humano.                                                


Referencias bibliográficas:

  1. Araújo Freire, Ana María. (2001) “La Voz de la Esposa. La trayectoria de Paulo Freire”. En: Paulo Freire. Una Biobibliografía. Gadotti, Moacir y Torres Carlos Alberto y colaboradores. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
  2. Barreiro, Julio. (s/f) “Educación y Concienciación”. En: La Educación como Práctica de la Libertad. Paulo Freire. Libro sin más referencias.
  3. Castells, Manuel (2005). Globalización, desarrollo y democracia: Chile en el Contexto Mundial. Santiago: Fondo de la Cultura Económica.
  4. Colom, Antonio (2001) “Teoría del Caos y Educación (Acerca de la reconceptualización del saber educativo). Revista Española de Pedagogía. Año LIX, Nº 218, 5 – 24.
  5. Fiori, Ernani María, (2005), “Prólogo”. En Pedagogía del Oprimido. Paulo Freire. Buenos Aires: Siglo XXI editores. 2da. Edición.
  6. Freire, Paulo (2005). Pedagogía del Oprimido.  Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2da. Edición. 
  7. Foucault, M. (1981). Un Diálogo sobre el Poder. Madrid: Alianza Editorial S.A. 
  8. Foucault, M. (1992). Microfísica del Poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta.
  9. Gadotti, Moacir. (2001). “La Voz del Biógrafo Brasileño. La Práctica a la Altura del Sueño”. En: Gadotti, Moacir y Torres, Carlos Alberto y Colaboradores (2001). Paulo Freire. Una Biobibliografía. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
  10. Gadotti, Moacir. (s/f). “La Pedagogía de Paulo Freire y El Proceso de Democratización en el Brasil, Algunos Aspectos de su Teoría, de su Método y de su Praxis”. Consultado en el buscador google, el 7 de febrero de 2007.
  11. Gadotti, Moacir y Torres, Carlos Alberto y Colaboradores (2001). Paulo Freire. Una Biobibliografía. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
  12. Giddens, Anthony. (2003) “Ciencias Sociales y Globalización”. Conferencia publicada en Desigualdad y Globalización, Cinco Conferencias. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Buenos Aires: Edit. Manantial, tercera Edición.
  13. Hernández Aristu, Jesús (1991). Acción Comunicativa e Intervención Social. Trabajo Social, Educación Social Supervisión. Madrid: Editorial Popular, S.A.
  14. Larraín, Rodrigo (2005). “La naturaleza de la Crítica: Teoría Crítica y Paulo Freire”. Revista de Pedagogía Crítica. Paulo Freire. Año 4. nº 3. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago de Chile.
  15. Moro, Wenceslao. Pagina Red Nacional y Popular de Noticias, Consultada en Google, el 7 de febrero 2007.
  16. Ramonet, Ignacio. “Los Medios y la Globalización”. www.solidaridad.net/ . 22 de noviembre 2005.  consultada el 21 de noviembre del 2005.
  17. Wikipedia, la enciclopedia libre, consultada el 8 de febrero 2007). (Red Nacional y Popular de Noticias).
  18. Vachetta, Marcelo; Rodríguez Andrés; García, Enrique. (2002). “Pedagogía Tradicional versus Pedagogía Liberadora”. En: “Cinco Lecturas para Conocer (y Valorar) la Pedagogía Crítica”. Bazán, Domingo (Compilador). Documento de Estudio. Universidad Academia Humanismo Cristiano. Santiago – Chile.



















[1] Sobre todo, la incidencia del cambio tecnológico, el cual se relaciona, fundamentalmente con la tecnología de la información, la que ha incidido con fuerza en el sistema económico, revolucionándolo sobre todo en los aspectos de ocupación de mano de obra. Giddens señala que, por ejemplo, el 40 % de la fuerza laboral de la generación anterior trabajaba en el área manufacturera, en cambio actualmente, sólo se ocupa un 15 % en este sector. A su vez, Ramonet agrega que hace 20 años, el 95 % era economía real y el 5 % financiera, sin embargo, en la actualidad, estos datos son proporcionalmente inversos. Esto explica que la clase trabajadora se está reduciendo cada vez más, tendencia que continuará en distintas direcciones. “Del 100 % de la economía sólo el 5 % de ella crea empleos y crea bienes, lo demás es pura especulación económica.  Eso es exactamente la globalización”, para Ramonet (Ramonet; 2005:3). Este esta situación ha contribuido a agudizar un conjunto de problemas sociales como son el aumento de la pobreza a nivel mundial, aunque en el caso de Chile disminuyó, desde la década de los 90 a la fecha, cerca de un 50%. Actualmente, según cifras oficiales, la pobreza es de un 18,6%. (Castells, 2005).
[2] Para mayores detalles ver: Colom Cañellas, Antonio J. (1992) “El Saber de la teoría de la educación. Su ubicación conceptual”. Art. Publicado en Teoría de la Educación, Vol. IV..
[3]  Ver la obra de Gadotti, M. y Torres C.A y Colaboradores (2001), “Paulo Freire, Una Bibliografía. Editorial siglo XXI, primera Edición en español. Buenos Aires.  Aquí se presenta un catastro que recoge a más de 50 instituciones, entre grupos de intelectuales, universidades y organismos no gubernamentales que han continuado trabajado bajo el resguardo del pensamiento de Paulo Freire. A continuación se señalan sólo algunas que  se encuentran en distintos puntos del  mundo,  entre otras es posible señalar: La Asociación Paulo Freire, ubicada en Múnich Alemania;  Centro de Animación para la Autogestión Popular en Italia; Consejo de Educación de Adultos de América Latina y El Caribe, CEAL, con Sede en Chile ; Cedal, en París – Francia; Centro de Estudios, Documentación e Información Paulo Freire   en Brasil, Center for the Study of Development and  Social Change  - Cambridge – Estados Unidos, An International Journal of Adult Education, Toronto – Canadá; Asociación para el intercambio  popular entre los países nórdicos y latinoamericanos, Suecia; IBIS – Uddannelseskontakt   Nord-Syd , Dinamarca; Asociación Internacional de Educación Comunitaria con presencia en Inglaterra; Instituto de Desarrollo y Educación de Adultos, Suiza; Instituto de Educación para Adultos, en tanzania; Instituto Fronesis de Ecuador; Instituto Pablo Freire, de Brasil; Núcleo de Trabajos Comunitarios, Universidad Católica de Sao Pablo; Pablo Freire  Stichting, Holanda; Educación Popular para la Emancipación del Pueblo, Filipinas; Biblioteca de Investigación, Washington D.C. – Estados Unidos; Universidad de Siracusa, Siracusa N.Y. Estados Unidos; Universidad Di Bologna, Departamento de Educación, Italia; Universidad do Vale dos Sinos, Brasil. Alrededor de 150 editoriales a nivel mundial publican sus obras y otras que han sido escritas sobre su persona y legado. (Gadotti, 2001, 701). 
[4] En distintos momentos he usado el concepto de dialéctica, por lo que me he viso en la obligación de tomar una cita que explica con claridad el sentido con el que está tomado en la obra de Paulo Freire y que se indica a continuación: “Paulo Freire entrelaza temas cristianos y marxistas y refiriéndose a Buber, Hegel y Marx, Freire retoma la relación originaria entre dialéctica y diálogo. Define la educación como experiencia básicamente dialéctica de la liberación humana del hombre, que puede ser realizada solamente en común, en el diálogo crítico entre educador y educando. De esta forma, él vincula, de un modo fecundo, la propia dialéctica de Litt -referida a la respectiva situación educacional concreta- con la determinación dialéctica de la educación de Kant, como experiencia histórica de la totalidad de la sociedad. Al mismo tiempo, en la medida en que para él teoría y práctica de la educación solamente son determinables en relación una con la otra, escapa totalmente a las perspectivas unilaterales en que la educación es concebida linealmente como proceso evolutivo o proceso productivo. En este sentido, para Freire, la educación se vuelve un momento de la experiencia dialéctica total de la humanización de los hombres, con igual participación dialógica de educador y educando. Aquí se manifiesta por entero el carácter absolutamente dialéctico de la determinación de la actividad educativa. La dialéctica no reside –como en Schleiermacher- en el develamiento heurístico y aporético de la situación educativa, que exige del educador una “acción creadora” propia, sino simultáneamente en la inclusión práctica de la actividad educativa en la experiencia continuada del trabajo pedagógico con los educandos. Esta experiencia es entendida por Freire no solamente como refinamiento de los medios educativos –como en Makarenko- sino, como en Kant, aunque sin restringirse a él, en cuanto al trabajo básicamente dialógico y necesariamente común de educador y educando en la liberación humana del hombre (Wolfdietrich Schmied-Kowarzik, filósofo alemán. En Pedagogía dialéctica: de Aristóteles a Paulo Freire, Sao Paulo, Brasiliense, 1983, pp. 69-70, Citado por Gadotti, 2001,66).
[5] En Hernández Aristu, Jesús. (1991) “Acción Comunicativa e Intervención Social. Trabajo Social, Educación Social Supervisión”. Editorial Popular, S.A. Madrid.
[6] Delors Jacques (org.). (1998) Educação: um tesouro a descobrir. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional de Educación para el Siglo XXI, São Paulo, Cortez.
[7] La organización de las Naciones Unidas para la Educación, La Ciencia y la Cultura, agrega un quinto pilar: aprender a emprender, que implica “el desarrollo de una actitud proactiva e innovadora, haciendo propuestas y tomando iniciativas (PREALC,2002:14)
[8] Sin autor. Cita tomada de la página de Internet http://www.nodo50.org/sindpitagoras/freire.htm. consultado el 9 de febrero de 2007.
[9] Sin autor. Cita tomada de la página de Internet http://www.nodo50.org/sindpitagoras/freire.htm. consultado el 9 de febrero de 2007.
[10] García Alcántara, José Domingo y Hernández Mejía, María Guadalupe. “Paulo Freire. Semblanza Biográfica. en Acción Educativa Revista Electrónica del Centro de Investigaciones Servicios Educativos. Universidad Autónoma de Sinaloa. Volumen I, Número 0, agosto de 1999. Culiacán, Sin. México. http://www.uasnet.mx/cise/rev/Cero/. Página consultada el 8 de febrero de 2007.[11] Colom, Antonio (2001) “Teoría del Caos y Educación (Acerca de la reconceptualización del saber educativo). Art. En Revista Española de Pedagogía. Año LIX, Nº 218, 5 – 24.
[12] Véase El concepto de Poder en Foucault, M. (1981) “Un Diálogo sobre el Poder”. Alianza Editorial S.A. Madrid.  Y en “Microfísica del Poder” (1992). Tercera Edición. Las Ediciones de la Piqueta. Madrid.