Domingo
Bazán Campos
Profesor
y Licenciado en Educación.
Coordinador
de la Línea Pedagógica de la Facultad de Pedagogía, UAHC
I. De la tutela del educando a la solución de
problemas educativos...
En la actualidad, como ocurre en casi todos los
ámbitos de intervención de la conducta humana, existe una variedad de conceptos
que parecen apelar a los mismos significados, por ello, es importante hacer una
mirada a estos conceptos.
En primer lugar, es conveniente recordar que el
término “tutoría” es polisémico. Básicamente, según la Real Academia
Española, tutoría alude a la idea de tutela, a la autoridad del tutor que
ejerce la tutela, es decir, una persona que cuida de otra, bien por que ha sido
confiada dicha autoridad por el padre del protegido o bien porque la ley se la
ha conferido (como en el caso de menores de edad, ancianos o minusválidos). En
esta aproximación preliminar, hablar de tutoría es sinónimo de cuidado,
defensa, protección y dirección. Esto significa el reconocimiento de una
relación relativamente asimétrica, de un ser superior a otro inferior (o en un
nivel de desarrollo desigual).
Desde un punto de vista pedagógico, la idea de
tutoría arrastra consigo una connotación positiva que dice relación con
resolver parte importante de los problemas de enseñanza y aprendizaje que
enfrenta una institución escolar. Esta es una aproximación relevante: se habla
de tutoría (o sus equivalentes) en el plano de la ineficiencia de los procesos
formativos y, en este sentido, su sola apelación es síntoma de la existencia de
procesos formativos parcialmente logrados. Sin embargo, la idea de tutoría es,
a la vez, una clara promesa de éxito, una apelación a la esperanza, en cuanto es
concebida como un dispositivo que mejora las prácticas educativas de una
institución educativa.
En este contexto, se puede decir que el método
tutorial es un conjunto sistematizado de acciones educativas centradas
preferentemente en el estudiante y que actúa como un elemento de orientación y
servicio al estudiante, en sus planos cognitivo y afectivo. Esta intervención
puede concentrar la atención también en el entorno del estudiante, su familia
e, incluso, en los procesos docentes dedicados directamente al desarrollo del
pensamiento.
En líneas gruesas, entonces, podemos aceptar que
la tutoría supone la instalación de un proceso formalmente individualizador e integrador
del educando, que tiene por objeto armonizar los aspectos psicosociales y
educativos de la formación de personas. Se entiende, así, la tutoría como un
aspecto indisociable de la función docente, de modo que el tutor queda definido
como el educador experto cuya misión es ocuparse de la integración del alumno
en lo tocante a la escolaridad, vocación y personalidad, el consejero de los
alumnos y de los propios profesores respecto a toda clase de decisiones sobre
escolaridad, o que se ocupa de aquellos aspectos educativos que no quedan
suficientemente atendidos dentro de la clase ordinaria.
Las restricciones o sesgos que han tenido las
primeras nociones de tutoría, tales como su falta de reciprocidad sujeto-sujeto
o su sello eficientista, han ido perdiendo vigencia en la medida que han
emergido nuevas conceptualizaciones del aprendizaje, siguiendo más de cerca los
enfoques constructivistas. En este sentido, la idea de un cierto
feed-back mediador que apoya y mejora los aprendizajes de los alumnos avala la
existencia de procesos estables de tutoría, al igual que la necesidad de
promover avances más personalizados en el desarrollo y el aprendizaje de los
sujetos. Hoy en día existe consenso en aceptar
como factores del aprendizaje el tema de los estilos cognitivos, las actitudes
del docente, los aspectos afectivos del aprendizaje humano, la valoración de
las diferencias individuales, la capacidad del sujeto de establecer
interacciones lingüísticamente significativas, por nombrar sólo algunos de los
factores que un buen sistema tutorial puede asumir y protagonizar.
Sin embargo, los mismos avances pedagógicos y de
la psicología del aprendizaje, tomando cuerpo en el denominado “constructivismo
situado” (de los psicólogos educacionales de Barcelona), en la idea de que el
sujeto es un “sistema cerrado” (de Humberto Maturana en Chile) o en las
interpretaciones de la pedagogía crítico social han determinado, finalmente,
que se produzca también un cierto rechazo o desencanto con respecto al
potencial transformador de las tutorías, sobre todo cuando se las concibe e
instala en forma descontextualizada de la práctica pedagógica ordinaria del
estudiante. Esto hay que decirlo con claridad: el desacuerdo en torno al valor
real de las tutorías, en un sector importante del sistema educacional, es
creciente.
Con todo, a modo de síntesis de lo señalado,
acordemos que la idea de tutoría implica un proceso intencionado y sistemático,
gestado y ejecutado por expertos en el espacio extra-aula, tendiente a
apoyar/compensar/mejorar los aprendizajes ordinarios de los estudiantes, especialmente
en el plano cognitivo y afectivo de su persona.
II. De la tutoría a la orientación educativa del
otro...
Un segundo término presente en este ámbito es el
de “orientación educativa”. Este
evoca un concepto más amplio que el de tutoría, con el que coincide
parcialmente pero que ha significado que la labor de tutoría densifique sus
argumentos desde una mirada pedagógica. En efecto, la orientación educativa
consiste en la propia educación bajo el aspecto de la maduración de la
personalidad de cada alumno concreto y de la concreción de su camino en la
vida. La única orientación educativa, señalan los orientadores
educacionales, es la educación integral y personalizada. Es importante
recordar/destacar que el nivel de profesionalización, al menos en Chile, es
radicalmente diferente entre un tutor y un orientador educacional. El primero,
de hecho, no pasa de ser un cargo, en cambio al segundo se accede por la vía de
estudios formales de postítulo (de dos o tres semestres de duración).
Así, la idea de una orientación educacional se
concreta en los siguientes planos:
a) En cuanto
orientación para la vida, su finalidad es la de asegurar la funcionalidad de
los aprendizajes, su conexión con el entorno y con el futuro previsible
de los alumnos.
b) La
orientación como asesoramiento sobre caminos diferentes y sobre las
consiguientes opciones a las que se enfrenta el alumno dentro de cada una de
sus transiciones dentro del propio sistema educativo, y desde éste hacia
el mundo laboral.
c) Se puede
entender también como educación sobre la propia educación, es decir, como la
función educativa que versa no sobre el aprendizaje de contenidos académicos,
sino sobre modos generales de adquirir y manejar conocimientos,
habilidades, procedimientos y técnicas. Sobre la capacidad de
aprender a aprender.
d) Se la
entiende como educación de apoyo. Aunque el concepto tiene origen en el
tratamiento educativo de las necesidades especiales, su alcance se extiende a
muchas situaciones en las que las necesidades educativas de los alumnos
-necesidades siempre específicas e individualizadas- no pueden ser
suficientemente atendidas por los profesores ordinarios y con los medios
ordinarios. Se concibe este apoyo educativo como el conjunto de estrategias que
complementan, consolidan o enriquecen la acción educativa ordinaria y
principal. En otras palabras, equivale al apoyo pedagógico.
Las aportaciones derivadas del campo de la orientación
educacional implican, en consecuencia, una re-significación de las tutorías
marcada por una mayor complejidad formativa y por la necesidad de abordar los
elementos afectivos, intelectuales y valóricos del sujeto en formación,
dimensiones inherentes a la relación intersubjetiva educador tutor-educando,
distanciándonos además de posturas asistencialistas y de orden tecno-instrumental
de la tutoría tradicional.
III. La tutoría como dispositivo de mediación metacognitiva y situada...
Desde un punto de vista teórico, se sabe que diversas investigaciones desarrolladas en torno a la efectividad de la enseñanza demuestran que la consideración de aspectos como el contacto frecuente profesor–alumno, el tiempo de dedicación del estudiante a las tareas académicas, el aprendizaje activo, la retroalimentación oportuna sobre el progreso de los estudiantes, son variables que influyen positivamente en el ámbito del aprendizaje y de la enseñanza. Existe, en suma, abundante información que demuestra que las interacciones educativas más importantes son aquellas que extienden el aprendizaje académico a la vida de los estudiantes fuera de la sala de clases, mirando al sujeto que aprende en todas sus dimensiones e incrementando las oportunidades de aprendizaje coexistencial.
En este sentido, se ha señalado claramente que este
contacto tutor-educando representa uno de los factores más importante de la
motivación y el compromiso estudiantil, ayudando a los jóvenes a sobrellevar
los rigores del trabajo académico, orientando aspectos claves del desarrollo y
la necesaria emancipación de la población estudiantil. Esto supone
enmarcar la relación educativa en una concepción pedagógica de carácter
constructivista y hermenéutico-crítico, es decir, orientada por un interés
liberador y transformador del sujeto y la sociedad.
El siguiente cuadro da cuenta de estos rasgos pedagógicos
al comparar tres nociones de didáctica existentes según el interés cognitivo subyacente:
Didáctica basada en
|
Interés Técnico
|
Interés Práctico
|
Interés
Hermenéutico-Crítico
|
Criterio de comparación
|
|||
Finalidad
de la Didáctica
|
Explicación
y control de los conocimientos que se trasmiten
|
Comprensión
y puesta en acción de sentidos y actividades que permiten aprendizajes
significativos
|
Reflexión
y elaboración de saberes proclives al logro de la autonomía, la emancipación
y la transformación de las prácticas sociales
|
Concepción
de aprendizaje
|
Transmisión
de conocimientos universales (de la ciencia y la cultura dominante)
|
Construcción
de conocimientos asociados a una idea global del saber, de los valores y la trascendencia
|
Construcción
de saberes significativos que apuntan a la comprensión y superación “situada”
de las problemáticas de la realidad social
|
Calidad
de la enseñanza
|
Rendimiento
en función de logros medibles y
cuantificables (en base a estándares psicométricos e internacionales)
|
Mejoramiento
continuo de procesos de enseñanza y aprendizaje, incluyendo la existencia de
formación valórica y de rendimientos exitosos.
|
Mejoramiento
continuo de procesos educativos, incluyendo indicadores cualitativos y
cuantitativos de rendimiento y
desarrollo valórico-actitudinal, orientados por fines de pensamiento crítico,
democratizador y transformador.
|
Rol
del Profesor
|
Diseñar
y dirigir el proceso de enseñanza de acuerdo a las características de los
educandos, enfatizando la productividad, la disciplina y el orden
|
Diseñar
y liderar el avance educativo de los estudiantes, reflexionando a cerca de
las mejores maneras de alcanzar aprendizajes significativos
|
Diseñar
y mediar en la construcción de aprendizajes significativos, atendiendo
crítica y pertinentemente a la diversidad de sus estudiantes
|
Rol
del Estudiante
|
Ejecutar
instrucciones docentes y participar de las actividades diseñadas para
asegurar la incorporación intelectual de contenidos pre-establecidos
|
Participar
en las actividades previstas por el docente, constituyéndose en el
protagonista de sus propios aprendizajes conceptuales y valóricos
|
Participar
activamente en las tareas educativas propuestas, reflexionando, cuestionando
y resignificando los contenidos conceptuales y valóricos implicados
|
Relación
Teoría-Práctica
|
Predominancia
de la teoría sobre la práctica, toda vez que la primera explica y determina
el operar concreto de las personas
|
Interdependencia
entre teoría y práctica. La teoría nutre las acciones prácticas y, a su vez,
la práctica orienta nuevas definiciones teóricas
|
Interdependencia
dialéctica, de mutua resignificación entre teoría y práctica. No hay teoría
sin práctica ni práctica sin teoría.
|
Concepción
de
|
Momento
de comprobación de los niveles de aprendizaje logrados por los estudiantes,
en función de metas curriculares previstas, asociadas a aprobación y
clasificación
|
Proceso
de comprensión de los logros estudiantiles y de otras dimensiones educativas,
con la intención de mejorar cualitativamente el desarrollo de aprendizajes
significativos
|
Proceso
permanente de resignificación de las decisiones y acciones pedagógicas,
orientado a la comprensión y transformación de la práctica educativa y al
desarrollo de sujetos críticos
|
La tutoría se entiende, así, como el establecimiento de una
relación pedagógica en la cual el estudiante recibe de modo directo e
intencionado una guía u orientación en torno a los procesos de pensamiento y
aprendizaje que ha de llevar a cabo para sortear con éxito sus responsabilidades
educativas. Por tanto, interesa no sólo referirse al contenido de la signatura
a aprobar, sino fundamentalmente al desarrollo metacognitivo del estudiante.
La adquisición de esta metacognición supone una práctica
educativa de mediación y potenciación en los estudiantes, en procura de su
autonomía, en un proceso de aprendizaje y desarrollo destinado a alcanzar gradualmente
autorregulación, fortalecimiento de la motivación intrínseca y la adquisición
de diversas estrategias para aprender a aprender.
A partir de la existencia de programas de tutorías las
instituciones formadoras –en sus distintos niveles- esperan generar un espacio
dialógico de trabajo entre docentes y alumnos, esto es, una relación de
discusión e intercambio de ideas que permita a los alumnos deconstruir,
reconstruir y construir sus propias representaciones del mundo y de sus
aprendizajes personales.
En otras palabras, la forma de conceptualizar la tutoría,
en el presente, empieza a enmarcarse en la perspectiva constructivista del
saber social que puede desarrollar en los estudiantes dos grandes componentes:
Ambos componentes, uno de racionalidad instrumental, el
otro de racionalidad valórica, se articulan y armonizan, tal como sugiere la
pedagogía crítica y la perspectiva constructivista del saber pedagógico. A
partir de esta orientación, un programa de tutorías puede aspirar a objetivos tales como los siguientes:
1) Contribuir con el mejoramiento de la calidad de
los procesos formativos de los estudiantes.
2) Propiciar actividades intencionadas de apoyo al
desarrollo de estrategias del pensamiento en los estudiantes (Componente
Metacognitivo).
3) Potenciar el desarrollo valórico-actitudinal de
los estudiantes universitarios a partir del incremento dialógico del contacto
profesor-alumno (Componente valórico-actitudinal).
Uno de los elementos más sensibles en los
programas tutoriales se refiere al docente-tutor.
En efecto, el perfil de los profesores participantes es una variable a
considerar puesto que son de gran influencia en el logro de los objetivos
pedagógicos del programa, por tanto, es importante al momento de convocar a los
docentes tomar en cuenta y resaltar algunas de las siguientes características:
conocer y valorar distintos estilos de aprendizaje; poseer claras habilidades
de comunicación interpersonal; manejar sistemáticamente distintas estrategias
de asesoría; valorar la relación dialógica con los alumnos, entre
otras.
Por otro lado, la actividad tutorial suele concentrarse en la tarea de apoyar,
supervisar y acompañar al estudiante durante el periodo de inserción y
adaptación al ambiente escolar y en detectar dificultades emergentes en
su proceso de desarrollo de estrategias del pensamiento. Aquí se recomienda
generar un contrato pedagógico entre el tutor y sus alumnos. Este contrato es
simbólico, público y define los roles y responsabilidades dentro de la relación
educativa, haciendo posible construir y explicitar colaborativamente los
propósitos formativos.
La actividad tutorial es eminentemente
individual, sin embargo, también es posible pensar acciones grupales de
menor presencia a lo largo del año. La actividad tutorial se organiza sobre la
base de la asignación de no más de 5 alumnos por tutor, para desarrollar
distintas acciones de apoyo y acompañamiento. Debido a la responsabilidad y
complejidad de tales acciones es necesario asignar a cada docente horas
pedagógicas de modo de garantizar un horario definido para atender alumnos y
condiciones mínimas para diseñar, ejecutar y evaluar las acciones de tutorías
que se requiera.
Las acciones
que es posible realizar en este trabajo tutorial suelen hacer referencia a:
1) Conocer al
alumno en los siguientes aspectos: Características
personales, Historia
escolar y académica, Entorno familiar
y expectativas, Hábitos de
estudio, Rendimiento
en el proceso lectivo.
2) Apoyar al
alumno en: Adaptación
a la vida escolar, Uso crítico
y eficiente de los modos de trabajo pedagógico definidas en el modelo educativo, Establecer
relaciones interpersonales adecuadas, El
mejoramiento general de su rendimiento académico.
3) Potenciar en
el educando un mejoramiento efectivo de sus aprendizajes a partir del
desarrollo del pensamiento, concentrando la mirada en: Incremento de
la metacognición, Desarrollo
de procedimientos para incrementar las habilidades de pensamiento,
distinguiendo cuatro factores en toda ejecución intelectual: habilidades, métodos,
conocimientos y actitudes.
4) Derivar al
alumno a servicios de apoyo y asistencia en la institución educativa: Asistente
Social, Psicólogo.
La organización de las actividades tutoriales implica llevar a cabo un
conjunto de actividades preparatorias, tales como las siguientes:
1) Reunir a
los docentes-tutores para sensibilizarlos en la racionalidad y objetivos del
programa tutorial.
2) Diseñar
acciones específicas a realizar en los distintos momentos programa tutorial,
según el nivel de responsabilidad y de gestión que corresponda.
3) Preparar el
material que se empleará (tanto didáctico como evaluativo), asociado
preferentemente a: diagnóstico
de metacognición, material de
difusión para los alumnos, portafolios
de tutoría, formas de
registro de consulta e información del docente, pautas
evaluativas, documento
de compromiso pedagógico –con deberes y derechos- para la tutoría, set de
actividades básicas para propiciar la conversación tutor-tutorando.
4) Distribuir
a los tutores con sus tutorandos y fijar horarios.
5) Proyectar
un par de jornadas de perfeccionamiento para los tutores durante el semestre
(con el objeto de reforzar y adquirir herramientas teóricas y prácticas
para desarrollar con mayor efectividad esta tarea).
6) Calendarizar
una jornada evaluativa por semestre, en la idea de que el mejor aprendizaje
profesional ocurre dentro de las actividades cotidianas que los docentes llevan
a cabo en sus lugares de trabajo, aprendiendo con sus propios colegas y
trabajando con ellos.
Un aspecto no menor de estos esfuerzos
formativos se refiere a contar con un sistema
de evaluación que dé cuenta de los principales logros alcanzados y de su
funcionamiento pedagógico-administrativo. Aquí se propone lo siguiente: Encuesta de
opinión/satisfacción para estudiantes y docentes-tutores al finalizar cada periodo
lectivo; Fichas de
tareas realizadas y de avance de cada estudiante (registro realizado por el
docente-tutor); Portafolio
de Tutoría realizado por cada alumno; Comparación
pre-pos test de avance metacognitivo de los estudiantes; Informes de
otros profesionales a partir de reuniones evaluativas sostenidas con los docentes-tutores.
IV. Algunos aspectos a cautelar de los sistemas
tutoriales...
De acuerdo a las
experiencias conocidas, existe un cierto acuerdo en los tópicos donde suelen
fallar los intentos formativos a través de tutorías. En lo que sigue se
plantean algunas cuestiones que han de resolverse adecuada y reflexivamente en
la tarea de instalar exitosamente un programa de tutoría estudiantil. Se trata
de enunciados muy simples y directos:
a) Es recomendable empezar esta actividad conjuntamente
con las otras tareas del estudiante, en la primera semana de clases. Un retraso
en esta materia puede significar nula disponibilidad de parte del estudiante
una vez iniciado el período lectivo ordinario.
b) Conviene
designar un coordinador de las tareas de tutoría estudiantil, en lo posible con
adecuada formación pedagógica y psicopedagógica.
c) Es
importante realizar un par de reuniones informativas y de preparación con los educadores-tutores.
Esto le asigna un importantísimo carácter de participación y protagonismo al
diseño más específico del programa tutorial.
d) Resulta
relevante estructurar un horario estelar para estas actividades, si el horario
es periférico o incómodo, el éxito no está asegurado.
e) Es
necesario formalizar el contrato o compromiso que los alumnos y docentes darán
a esta actividad (firma simbólica de un convenio de consentimiento, por
ejemplo).
f) Estudiar la
idea de introducir normativas para las actividades tutoriales que garanticen
algún tipo de formalidad, obligatoriedad o de sanciones mínimas por
incumplimiento de parte de los estudiantes (algún mecanismo de control
social formal).
g) Informar a
la comunidad profusamente de esta actividad, de sus objetivos y relevancia
(panel, folletos, trípticos, etc.).
h) Planificar
e implementar actividades de perfeccionamiento para los docentes-tutores.
i) Contar con
el apoyo formal y explícito de otras autoridades de la institución.
j) Diseñar un
sistema de registro de actividades y avances de cada estudiante, a la manera de
un portafolio.
Con todo, existe también una cierta convicción
central en este esfuerzo: resulta sumamente difícil medir el éxito de un
programa de este tipo por la lógica del costo-beneficio, más bien entra en
juego la convicción formativa de que un cambio de este tenor es sumamente lento
y entramado. Por ello, el tiempo debe estar a favor de los innovadores
garantizando suficientes espacios de diálogo reflexivo y propositivo, es decir,
lo propio del mundo pedagógico.
Referencias…
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15. Vidal, J.G. y Manjón, D.G.
(1998). Evaluación e Informe Psicopedagógico. Una Perspectiva Curricular.
Editorial EOS, Madrid.
Excelente, me parecio muy claro y completo.
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