Julio Fernando Iglesias Navarro
Profesor Educación
General Básica, Licenciado en Educación. Profesor Educación Especial
Magister en
Educación Inclusiva y Necesidades Educativas Especiales
Castro, Chiloé.
“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. Los Nadies. Eduardo Galeano (El Libro de los Abrazos).
Inclusión como (in) visibilización y anhelo de unos pocos
Cuando
hablamos de Inclusión, en todos sus sentidos, pensamos en los miles de personas
(hombres, mujeres, ancianos y niños) que pasaron, que pasan y pasarán por este
mundo en situación de discapacidad y a los cuales, nunca nadie (o quizás sí) les
arrancó una sonrisa, les aplaudió un gesto, les dedicó una mirada, les propinó
una caricia. Pensamos en los miles que hablaron (lucharon), hablan (luchan) y
hablarán (lucharán) por la inclusión
y por un nuevo paradigma, y que han aportado a humanizar un poco más nuestra
deshumanizada humanidad. Pensamos aquí en los millones que no piensan en nadie,
porque al igual como lo dice Galeano[1], son nadies.
Cuando
hablamos de Inclusión soñamos con que las pulgas logran comprar su perro y que
los nadies dejan de ser pobres. Que
la lluvia mágica de la buena suerte pilla a los nadies sin abrigo ni paraguas, empapándolos por completo, rascándose
la mano izquierda, saltando con el pie derecho y bailando de felicidad con la
escoba. Que los nadies y sus hijos
son dueños de todo y nada a la vez, pero nunca más sólo de nada. Los ningunos
son la tristeza y la discriminación, y ninguneados sus minutos. Que son y
existen; que hablan idiomas, lenguas y dialectos; que profesan el amor y la
bondad sin miedo ni culpas. Que sus vidas y su cultura son las mejores obras de
arte. Que son humanos con recursos y no recursos humanos, y que poseen caras,
nombres y derechos. Que pasarán a la Historia Universal y que no existan nunca
más balas que los vuelvan a matar, y que esas balas sean cambiadas por dignidad.
Con ello soñamos algunos de nosotros cuando hablamos de inclusión.
Pensamos
a menudo en la inclusión social, educativa y laboral de las Personas en
situación de Discapacidad (PsD[2]). Pensamos en lo que
nuestro sistema nos está proveyendo para dejar de ser tan excluyentes como
hasta ahora lo hemos sido, a pesar de los avances, a pesar de las barreras. Esto,
es un punto de partida para un trabajo donde, hablar de inclusión sea,
transformar una sociedad excluyente, por una distinta. Estamos claros que iniciamos
recién un largo y sinuoso camino que quizás, no acabe nunca, pero que bien vale
la pena transitar.
Pues
bien, hasta hoy, hemos logrado acercarnos a la Integración (social, educativa,
post-educativa formal y laboral). Sin contar, por ejemplo -y tomando en cuenta
la postura de Humberto Maturana[3]-que también existe la
inclusión o exclusión emocional de aquellas personas en situación de
discapacidad, pobreza y vulnerabilidad, en todo sentido, puesto que pareciera
que lo único que queda con ellos es ser sujetos de compasión y caridad mal
entendida.
Por
todo esto, la presente reflexión busca aportar en el cambio de la mirada sobre
la discapacidad, cambiar el foco de la situación “desventajosa y menesterosa”,
por una de “oportunidad y de real inclusión” para las personas en situación de
discapacidad en Chile. Nuestro país no puede seguir invisibilizando a los nadies y montar un “show pirotécnico
de sensibilidad” cada año con la campaña Teletón[4], a modo de decir que “esa
es la realidad de la discapacidad en nuestro territorio”, olvidándonos el resto
del año de toda consideración hacia esta “gran minoría” existente en el país y
en el mundo entero. Hemos de observar más detenidamente que, día a día, las
personas con algún tipo o grado de discapacidad deben luchar para vivir o
sobrevivir en esta sociedad que hemos construido.
Esos nadies que
cotidianamente deben sortear barreras impuestas desde todos los flancos, en un
contexto en que no se respeta aquello que se escapa a la norma o a la condición
de normalidad autorreferente de unos pocos, sea esta física, sensorial,
psíquica o mental. Que tampoco respeta género y/o grupo etario, siendo mucho
más prevalente en sectores donde existe, además, abandono y pobreza. Desde
aquí pretendemos provocar y orientar al lector, hacia una mirada crítica y, a
la vez, positiva (pro-positiva) de lo que es la “información oficial” acerca de
las políticas de inclusión y discapacidad, desde lo educacional y laboral, en
suma, desde una mirada social y sistémica de la compleja red existente. Al
respecto, el Banco Mundial plantea que el 20% de la población más pobre del
mundo tiene algún grado o tipo de discapacidad. El mismo organismo
internacional dice que en Chile el 39,5% de los discapacitados pertenecen al
nivel socioeconómico bajo, el 55,2% al estrato socioeconómico medio y sólo el
5,2% aproximadamente al nivel socioeconómico alto. Por lo tanto, si observamos
la “heterogeneidad” y “fragilidad” del modelo económico neoliberal de Chile, se
puede decir, sin temor a equivocarme, que el segmento medio es más cercano al
bajo, que posiblemente acercarse o llegar a la situación de nivel
socioeconómico alto. Esto, por una premisa tan simple como lamentable: en Chile,
la discapacidad trae aparejada una situación de complicación económica a la
familia donde está el “sujeto”, debido a que los servicios más básicos, como
son salud, medicamentos y educación temprana, están también a merced del
mercado. Nuestro país sigue pensando en la política del “chorreo económico”, como
estrategia de desarrollo, en vez de pensar en una política de “solidaridad” que
no sea simple caridad, sino generación equitativa de oportunidades.
En
Chile actualmente existen, de acuerdo con cifras oficiales derivadas del “II
Estudio Nacional de la Discapacidad”, un 16,7% de la población de 2 y más años
que se encuentra en situación de discapacidad, es decir, 2 millones 836 mil 818
personas (Censo 2017 INE[5]) de personas con algún tipo y/o grado de
discapacidad aproximadamente, de los cuales su mayoría se encuentra en ciudades
y/o comunas que no son las de mayores ingresos sino, por el contrario, aquellas
que se encuentran con mayores índices de vulnerabilidad social y con amplios
sectores de ruralidad también. Como sabemos, Chile es firmante de la
“Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad” (2006) y, en
ese sentido, es que ha adoptado e implementado políticas y estamentos para el
tema en cuestión. Da cuenta, en este marco, de un sinnúmero de decretos, leyes,
apoyos técnicos, seminarios, simposios, declaraciones, organizaciones de ayuda
que se organizan bajo personas jurídicas para poder postular a fondos públicos
concursables y poder realizar su trabajo. Muestra, además, muchas
organizaciones comunitarias, agrupaciones de padres y amigos en cada localidad
y comuna, pero, en general, desarticuladas e inconexas entre sí.
Como
si fuera poco, ellas operan con baja y nula difusión en los medios de
comunicación masiva (tv, radio, prensa). En ese sentido, las redes sociales han
ayudado a conectar y dar a conocer parcialmente la situación de precariedad del
mundo de la discapacidad, tantas veces invisible, a no ser que Teletón o algún
matinal -de vez en cuando- haga un reportaje donde se exacerbe la vulnerabilidad,
la necesidad de hacer caridad o la de decirle a las masas en algún momento dado
“de qué te quejas, si hay gente que está peor que tú”. Luego de lograr el
impacto mediático por un par de días, o de “homologar” la meta de la Teletón
casi a la obtención de la Copa Mundial de la FIFA, nuevamente el olvido, la
discriminación y la invisibilización del tema.
Inclusión en un desarrollo económico
heterogéneo
Desde
nuestra perspectiva, Chile es un país que podría denominarse “en desarrollo
heterogéneo”, porque para algunos grupos Chile se muestra como un país en “pleno
desarrollo”, con una economía bullente y ejemplo en la región, muy por sobre
los países vecinos. Ese Chile que es real pero sesgado, que aflora cuando se
sube al mirador del edificio más alto de Sudamérica, denominado “Costanera
Center”, desde donde supuestamente se ve todo Santiago, Empero, la verdad es
que no se ve nada de lo que realmente es la capital del país. Sólo el horizonte,
la cordillera, el smog y la hormigueante zona a los pies del coloso de más de
60 pisos de altura dan cuenta de ese Chile que mira principalmente hacia el
barrio alto, de espaldas al poniente.
También
está el Chile “en vías de desarrollo”, ese que nos vienen repitiendo desde las
postrimerías de la dictadura cívico
militar[6]
y que siempre va encaminado a algo, que no se sabe bien que es. Ese Chile
con la vía al desarrollo tan larga como su transición a una democracia plena y una
economía más justa, que se mueve entre períodos de alza y baja, según fluctúen
las bolsas internacionales. El Chile de la “clase media”, esa que no quiere ni
se siente proletario o asalariado, pero que está lejos de ser acomodado. El
Chile del crédito y el endeudamiento comercial abismante, el Chile de la
farándula, el fútbol y la “justicia en la medida de lo posible”[7].
Por
último está el Chile del subdesarrollo, sobre todo en regiones donde se hace
más palpable el dramático centralismo del país. El Chile rural, el de la sequía
y los terremotos blancos en la cordillera. El Chile de las islas al sur o el
desierto calcinante del norte. El Chile que vive con menos del salario mínimo
al mes y con una economía de subsistencia. Ese Chile del que se reniega, aun siendo
igual al de sus homólogos latinoamericanos. En ese Chile nos situamos para
decir que la inclusión social, educativa y laboral (también la emocional) está,
como se dice cotidianamente, “al debe”.
Externalización, subcontratación y
crecimiento sin compromiso social
No
es difícil comprender que, en Chile, bajo el paradigma neoliberal que se enseñorea
en todos los ámbitos de nuestro quehacer
como sociedad, el tema de la inclusión social se ha “externalizado[8]”, tal como se han
externalizado un sin número de situaciones que son, por antonomasia, deber del
Estado chileno proporcionar.
En
los hechos, en nuestro país se ha extendido el tema de la externalización de
servicios, como un mecanismo “inteligente y económico” para encomendar tareas y
trabajos, sin un componente contractual, lo cual libera a las empresas
(privadas y estatales) de contratación de personal, que obligatoriamente tendrá
que acceder a los beneficios sociales de cualquier trabajador contratado, como
es el pago de previsión, pago de salud, derecho a colación y respeto a las 8
horas laborales, vacaciones, descansos semanales, etc. Además, no obliga a
pagar licencias, salas cuna, pre y post natal. Y, por último, libera a esas
entidades de tener que lidiar con sindicatos, negociaciones, huelgas y
movilizaciones por mejoras.
Esto
ocurre desde la gran minería del norte, por ejemplo, Codelco mantiene una
planta de empleados acotada con la cual maneja un presupuesto y el resto es
“Subcontratación”; o en la Industria del Salmón, por el Sur; pasando por las
temporeras y temporeros del Valle Central y sus múltiples producciones.
También, en el proceso que puede ser homologado al modelo de externalización “macro”
y en un área más sensible, conocido como “Municipalización de la Educación”,
mediante el cual el Estado de Chile entregó la administración de los
Establecimientos Educacionales a los municipios, estimulando el surgimiento de
los Sostenedores Particulares Subvencionados, a partir del año 1981 y que ha
significado, creemos aquí, el proceso más brutal de cómo un Estado con una
economía neoliberal se desentiende de un área tan vital, crucial y fundamental
para un país, como lo es la Educación. En Chile -y bajo el experimento
neoliberal de los economistas conocidos como “Chicago Boys[9]” (Los Chicos de Chicago)-
se comenzaron a establecer las bases de un país que, hoy por hoy, es de los más
segregadores e injustos en la repartición de la riqueza.
La
Educación pública en Chile constituye un claro y dramático ejemplo de
externalización de servicios. El Estado dicta las normas, las leyes y decretos.
Fiscaliza que se cumplan en la medida que se pueda. Destina los valiosos
recursos para que sean “administrados” por los alcaldes, Municipalidades y
Sostenedores Privados, sin saber a dónde van a parar realmente esos recursos.
Prueba de ello, son las sucesivas demandas y huelgas que los docentes realizan
por deudas impagas. Con este argumento queremos ejemplificar el comportamiento
de nuestro país en materias relativas a derechos de la población, quedando de
manifiesto que no puede haber inclusión social real en y con una matriz
económica y cultural que se desentiende del bien público y de los intereses del
grueso de sus habitantes. Igual o similar situación ocurre con la Salud y, por
supuesto, en materia de Discapacidad y la preocupación por toda forma de
convivencia entre los chilenos.
De
acuerdo con esto, el Estado de Chile ha permanentemente externalizado el tema de
la responsabilidad con respecto a la atención a la discapacidad, de manera
integral. Entrega a un organismo estatal burocrático -que, se supone, debe atender
la creciente demanda existente en el país por políticas sociales- la
responsabilidad de dar respuesta a quienes las necesitan. El margen acotado de presupuesto
contrasta tristemente con el abultado resultado de ganancias de unos pocos
afortunados, pertenecientes a los grandes grupos económicos de este país.
Inclusión, legislación y las
miradas sobre discapacidad
Es
con la “UN-Convention on Rights of People
with disability”[10]
de 2006, ya nombrada anteriormente, que el Gobierno de Chile ratifica y
modifica las Leyes que rigen y dan articulación a la temática referida a las
Personas con discapacidad (Pcd).
En
este contexto, es que la “Convención sobre Derechos de las Personas con
Discapacidad” señala que estas personas tienen el derecho a gozar del más alto
nivel posible de salud, sin discriminación, por lo cual es el Estado (en este
caso de Chile), el que deberá adoptar las medidas pertinentes para asegurar el pleno
acceso de las Pcd a la vida social. En 1994, se dicta la “Ley 19.284 de Integración
Social de Personas con Discapacidad”[11] y, posteriormente, es
sustituida, precisamente luego de la mencionada Convención, por la “Ley 20.422
de Igualdad de Oportunidades e Inclusión Social de Personas con Discapacidad”[12] y sus modificaciones a la
fecha.
La
modificación se produce precisamente a raíz del cambio de paradigma y a la
Convención, más que por una necesidad verdaderamente sentida en los sectores
hegemónicos del país. Aquí, finalmente, estamos dejando atrás el concepto de
Integración, para avanzar al de Inclusión. Aunque pareciera que semánticamente
son palabras homólogas o sinónimos, encierran una gran diferencia. Integrar no
siempre es Incluir. Incluir, requiere necesariamente Integrar.
Recordemos
aquí que, según la OMS[13], e concepto actual de
discapacidad es el siguiente: “(…) es un
término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y
las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que
afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad
son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la
participación son problemas para participar en situaciones vitales. Por
consiguiente, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una
interacción entre las características del organismo humano y las
características de la sociedad en la que vive”.
Podemos
apreciar aquí que el concepto y la visión (o acento) sobre el tema de la
discapacidad ha ido cambiando durante el tiempo, sobre todo en estas últimas
décadas. Su tránsito se debe a que las sociedades se mueven día a día hacia una
cultura y valorización de lo diverso y lo distinto, dejando atrás los
prejuicios y el hegemonismo que, a partir de la década de los 70´s,
aproximadamente, comienzan a quedar atrás. En Chile la mirada, como quizás en
todo el resto del mundo, pasó por las siguientes etapas:
a)
Mirada Religiosa: Las personas con discapacidad eran
miradas desde dos ópticas. Cuando niños les llamaban “angelitos”, “pobrecitos”,
“desgraciados”. A medida que sus conductas y morfología iban cambiando, eran
tratados de “demonios”, “poseídos”, “degenerados”, “malformados”, “castigo de Dios”,
etc.
b)
Mirada Médica: Se entendía que toda discapacidad
era sinónimo de morbilidad, por lo cual se acuñaba el término de “pacientes”,
“idiotas”, “oligofrénicos”, pero, por sobre todo, “enfermos”. Aún es posible escuchar, aunque con menos
frecuencia referirse, por ejemplo, hacia un niño con Síndrome de Down, como
“mongólico” o “enfermito”. Se pensaba que tendrían parcial cura y que debían
ser hospitalizados, investigados, tenerlos en tratamientos farmacológicos, para
ver si “evolucionaban” o simplemente se mantenían “tranquilos” sin molestar.
c)
Mirada Segregadora (Excluyente): Para que no interfirieran en el desarrollo
“normal” de los ámbitos de la vida de las mayorías, se pensó en agruparlos en
sanatorios o recintos psiquiátricos, como también en escuelas especiales, lejos
de la mirada del resto de la sociedad. Continuando con una mirada más bien
clínica.
d)
Mirada
Normalizadora: Las personas con discapacidad debían seguir siendo excluidas de
la vida cotidiana, pero con tratamientos e intervenciones que los normalicen,
poniendo atención y comportamientos normalizadores, para que (ergo) se
normalicen, y así puedan insertarse normalmente en la sociedad.
e)
Mirada Integradora: Es la que ha prevalecido por más
tiempo. Las personas con discapacidad no necesitan ser sujetos de lástima, no
necesitan ser sujetos clínicos ni ser excluidos. No necesitan ser normalizados…
lo que necesitan es ser Integrados. Lograda la Integración “se acaban todos los
problemas”, nos convertimos en una sociedad integradora. Pero, esta sociedad
integradora, tiende a homogenizar y lo que en definitiva generó, fueron
verdaderos “ghettos”[14], donde no sólo los
discapacitados encontraron sus propios espacios, a veces en condiciones muy
desventajosas, también el resto de la diversidad en los más distintos ámbitos
de la sociedad (diversidad sexual, minorías étnicas, agrupaciones de
discapacitados, etc.). La mirada hubo de cambiar hacia el paso siguiente: inclusión.
El mayor desafío de todos: un nuevo
Paradigma (la inclusión)
Denominaremos
y entenderemos por inclusión, todos aquellos lineamientos que busquen o persigan
integrar a las personas dentro de la sociedad, para que aporten desde sus
competencias particulares, siendo estas correspondidas con aquellos beneficios
que la sociedad les debe ofrecer y retribuir como integrantes de ésta. Hablamos
de que la inclusión debe darse desde todos los ámbitos que involucra el
desenvolvimiento y desarrollo de los individuos que la componen, sean estos
derechos y deberes políticos, económicos, de acceso a la salud, de acceso a la educación,
trabajo, previsión, recreación, participación, etc.
Chile,
en 2015, se convierte en pionero en la región al llevar a efecto la aplicación
de la encuesta denominada “II Encuesta Nacional de la Discapacidad 2015”,
posterior a la Convención de 2006 y que nuestro país ratificara. Es con ello
que se introduce este concepto nuevo. Cambia la Ley y, con ello, las
modificaciones se dan en muchos de los ámbitos de la vida cotidiana de los
individuos de nuestra sociedad, afectando no sólo a las PsD, sino también a
quienes no tienen discapacidad.
Este
cambio, no es solamente “cosmético”. Es un cambio que encierra una profunda
convicción de cambio social. Declara que Chile es y será un país a la altura de
los estándares mundiales acerca del tema de la Inclusión Social de la Personas
en situación de Discapacidad.
Esto
no es menor, es muy importante difundir, hacer conciencia. Las realidades entre
los distintos países así lo evidencian. Mientras en Chile, el sordo no tiene a
nadie en el supermercado que le interprete la lengua de señas. En Francia, por
ejemplo, existen empresas capacitadoras que se ocupan de que todo servicio, sea
este público o privado, debe ser inclusivo y debe proveer una atención
universal. Existe capital y recursos para ello y es “imperdonable” no hacerlo.
En general, las políticas de inclusión han cambiado el foco y hoy vemos los
esfuerzos por relevar el derecho de todos, por sobre el derecho de las
mayorías. Las minorías no son sólo minorías; son conjuntos, grupos, personas
con miradas distintas. Con situaciones y experiencias de vida distintas, son parte
de la construcción social y no espectadores pasivos al margen de lo “macro” o
mayoritario.
La
Inclusión en Chile, esto es, el anhelado cambio de paradigmas pasa también por
un cambio profundo en la manera de concebir las relaciones sociales, políticas
y económicas de un país que, como hemos enfatizado, constituye el laboratorio
de uno de los sistemas más despiadados que la humanidad conoce: el neoliberalismo.
En este derrotero, es imprescindible lograr sensibilizar más allá de los
matinales y de la Teletón. Las PsD necesitan ser visibilizados todos los días;
no sólo a fin de año con una “ultra-mega campaña” mediática. Son hijos, padres,
madres, hermanos, chilenos, migrantes, pobres, ricos, etc. Es hora de hablar en
serio de inclusión.
Debemos
permitirnos el lujo de ser promotores de la inclusión de los pobres, de los
nadies; de los discapacitados, de los pueblos originarios, de los nadies; de la
diversidad sexual, de los nadies; de los migrantes del mundo, de los nadies; de la infancia y la vejez, de los
nadies. En resumen, de los derechos de todos y todas. Parafraseando al músico
británico Steven Patrick Morrissey en su canción: “Shoplifters of the world
United”[15], “The nobodies” of the
world United… and take over... “Los nadies” del mundo Uníos… y tomad el
control.
[1] Eduardo Germán
María Hughes Galeano, Montevideo, Uruguay (3 de septiembre, 1940 – 13 de abril,
2015). Periodista y escritor uruguayo, considerado uno de los más destacados
nombres de la literatura latinoamericana. Destacan sus obras: Las venas
abiertas de América Latina (1971) y Memoria del Fuego (1986).
[2] Personas en
situación de Discapacidad.
[3] Humberto Augusto
Maturana Romesín (Santiago de Chile, 14 de septiembre, 1928). Biólogo y filósofo
chileno. Premio Nacional de Ciencias en 1994.
[4] Evento benéfico
televisivo realizado en Chile anualmente, desde 1978. Los fondos recaudados son
utilizados para la construcción y mantención de los Institutos de
Rehabilitación Infantil (IRI), para el tratamiento de niños con discapacidad
motriz.
[5] Instituto Nacional
de Estadísticas.
[6] Período de la
historia de Chile conocido como Dictadura, encabezada por Augusto Pinochet
Ugarte, entre 1973-1990, posterior al Golpe de Estado que derrocó al Pdte.
Salvador Allende Gossens.
[7] Frase acuñada por
el Pdte. Patricio Aylwin Azócar, primer mandatario electo posterior al período
de la dictadura (1990-1994) y que hace referencia a los pactos de silencio y la
poca voluntad política para hacer justicia por los crímenes de lesa humanidad
cometidos por el gobierno de Pinochet.
[8] Externalización, contratación
de servicios externos para cumplir ciertas tareas o trabajos, sin necesidad de
mayores compromisos que los que estipulan los contratos y las funciones para
las cuales son contratados.
[9] Denominación con
que se señala a los economistas que, a partir de 1973, y con los auspicios del
Régimen Militar, cursaron estudios con el premio Nobel de Economía y defensor
férreo del Libre Mercado: Milton Friedman en la Universidad de Chicago (EE. UU.),
para aplicar sus teorías y crear el modelo actual imperante en Chile.
[10] “Convención de los
Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU” de 2006 que ratifica con
su firma nuestro país.
[11] Ley N 19.284/1994
Por La Que Se Establecen Normas Para La Plena Integración Social De Personas
Con Discapacidad.
[12] Ley N 20.422/2010
Establece Normas Sobre Igualdad De Oportunidades E Inclusión Social De Personas
Con Discapacidad.
[13] Organización
Mundial de la Salud.
[14] El término
“ghetto” viene del nombre del barrio judío de Venecia, establecido en 1516.
Tristemente famosos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando el régimen
nazi obligaba a los judíos a vivir en condiciones miserables en barrios
apartados del resto de la población.
[15] Canción del año
1987, creada por Steven Patrick Morrisey, vocalista del grupo de britpop “The
Smiths”
Comparto comentario que me honra recibir:
ResponderEliminar"Mi compañero y colega de Castro - Chiloé, el Prof. Mag. Julio Fernando Iglesias Navarro, publicó este interesante articulo sobre el sistema de educación en Chile, analizando particularmente el ámbito de la Educación Especial. De su lectura uno infiere algunas cosas básicas: que cuando no hay inclusión la pobreza, el abandono y la desigualdad se naturalizan. Los profesores no podemos aceptar esto. Nuestro rol social en este aspecto es decisivo. Comparto la preocupación del Profesor Iglesias. El mundo de la discapacidad requiere no una Teletón de conmiseración anual, sino un sistema estable regulado legalmente y financiado permanentemente por un Estado responsable, que goce de una cultura de respeto, amor y entrega. Hay tanto por hacer, y este sistema debe reformarse urgentemente. O cambiarse totalmente, mejor aun. Los Profesores debemos estar a la cabeza de los cambios que hay que construir por el bienestar de este sector de la población".
Dr. Alejandro Herrera Villagra
Antropólogo.