Patricio Alarcón Carvacho
Profesor y Psicólogo. Doctor en Educación.
Docente de la Facultad de Pedagogía de la UAHC
1. ¿Qué es el prójimo?
Prójimo proviene del latín del vocablo proximus.
La real academia lo define como “Hombre
respecto de otro, considerados bajo el concepto de la solidaridad humana”. La
solidaridad para Morin surge, al igual que la responsabilidad, cuando se hace
consciente o visible la hologramatidad, al quitarse la venda de la inteligencia ciega. La solidaridad igual
que la projimolidad surge del ser
humano y se dirigen al ser humano. También es coincidente con el uso que se da
al término en la escritura bíblica, por ejemplo, en Gálatas 5:14 se señala: “Porque toda la ley
en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta
afirmación contiene la conexión ecosistémica de la hologramatidad explicitada
por Morin y la solidaridad que le es inherente. Si bien está planteada como una
ley, se puede inferir la simultaneidad recursiva que existe entre amarse, ser
amado y amar al prójimo.
Contextualizado
en los sistemas educativos se puede expresar como la simultaneidad que existe entre
el docente que se acepta -o se valora ontológicamente, no sólo intelectualmente-,
con el hecho de que es aceptado o valorado y con el que es capaz de aceptar o
valorar a sus prójimos estudiantes, apoderados, colegas, u otros. En pocas
palabras, en un solo acto es el docente que se acepta a sí mismo, acepta a los
otros y es aceptado por los demás.
El prójimo tiene dimensiones
existenciales, tiene modos de “estar siendo”. Si bien siempre es y está todo lo
que es y puede estar, lo que explicita de sí en el mundo puede ser parcial, potencial
o con niveles distintos de consciencia. Por ejemplo:
(a) Puede ser-estando con
priorización de lo corporal, incluso esta dimensión más exacerbada puede
ser-estar más o menos existenciada o más o menos completa.
(b) Puede ser-estando con
priorización de lo mental o cognitivo, también utilizada en distintos grados de
completud.
(c) Puede ser-estando con
priorización de lo valórico (axiopraxis), también con la posibilidad de variar
en matices de consciencia y, por ello, de responsabilidad y juicio.
Estas prioridades de explicitación
existencial pueden aplicarse a todas las dimensiones posibles del existir
humano, a lo emocional, sensorial, social, energético, espiritual, etc.
Existen conceptos para identificar
algunas de estas priorizaciones existenciales. Por ejemplo, cuando se
es-estando con predominio de la mente se dice que se existe en el dominio
semántico, que se está con la conciencia expandida o en éxtasis cumbre cuando
el predominio es espiritual, cuando se opera desde el cerebro reptil se está
centrado en lo instintivo.
También existen términos para
expresar cuando estas dimensiones de explicitación del ser-estando, se
priorizan de modo contradictorio o disarmónico, entonces, se habla de
disonancia cognitiva cuando hace algo distinto a lo que se piensa o
incongruencia cuando además ese operar no es coincidente con lo que se siente.
La priorización plena y simultánea
de todas las dimensiones del ser en el estar, también tiene sus nominaciones, tales
como nirvana o expansión plena de la
conciencia para la filosofía oriental, experiencia
cumbre para Abraham Maslow o momento
perfecto en el lenguaje de Jean Paul Sartre.
El término prójimo y sus grados
de autoexplicitación de sí y del otro, han estado más centrados en el amor, de
hecho, su sola mención trae a la mente citas bíblicas que vinculan esas dos
palabras
2. ¿Qué es la projimología?
La respuesta puede construirse considerando dos dimensiones: (a) La
primera es considerarla como el estudio de las condiciones y acciones humanas
que se requieren para co-habitar el planeta en cada una de las instancias
coexistenciales que nos toque vivir, de modo que el yo-prójimo y el tú-prójimo
se co-experimenten como los mejores seres existentes en ese dominio del
coexistir. (b) La segunda propuesta es considerar la projimología como sinónimo
de currículo o, al menos, como una holoasignatura[1].
La intencionalidad a la base de esta segunda propuesta es articular en un solo
sentido educativo los objetivos de la educación (la problemática teleológica),
la didáctica pedagógica (la problemática metodológica), la concepción de
estudiante y profesor (la problemática ético-antropológica) y el ser del
estudiante y docente (problemática ontológica), supone desarrollar la
projimología con toda la transversalidad y verticalidad teleológica que
potencie en cada etapa existencial y coexistencial la salud y felicidad plena.
¿Hasta cuándo la educación se focaliza fundamentalmente en la vida profesional
de sus estudiantes y en logro de los
requisitos de admisión de éstos?, ¿quién los educa para la vida
familiar? ¿Dónde aprenden a ser padres o a ser parejas? ¿Quién se hace cargo
del desarrollo de las competencias
que se requiere para la coexistencia con sus prójimo-laborales (con compañeros
de trabajo, con figuras de autoridad) o sus prójimos-familiares? (con hermanos,
con parejas, con hijos, con los padres)
Se puede señalar que la
projimología acepta cierta inseparabilidad entre el yo y el prójimo,
parafraseando a Ortega y Gasset, puede afirmarse yo soy yo y mi prójimo o mejor aún yo soy yo y la projimolidad, entendiéndose prójimo como todo otro u
otros existentes en el dominio del propio existir, no es una circunstancialidad
sin personas o un hecho sin intención explícita de coexistencia.
La projimología requiere al menos de dos
coexistiendo, no basta la co-presencia física por próxima que sea, al menos uno
de los interactuantes debe experimentar el gozo existencial pleno del otro, la
consciencia de estar con la mejor persona, en el mejor lugar y en el mejor momento.
Está claro que lograr tal experiencia requiere del proceso previo de aprender a
existir, no se puede hacer que el otro exista sin hacerse existir primero así
mismo. Si yo no estoy donde estoy nadie está, si no existo donde existo, nadie
existe. No cabe duda que lograr la proeza de existir, requiere de mucho trabajo
y dedicación, he aquí algunos ejemplos de procesos o condicionantes que deben
abordarse para el logro de un existir y coexistir saludable y feliz.
a) Potenciar la individuación, en el sentido de autovalorar
lo que se es y de existir en coherencia con lo que se es, en otras palabras,
fortalecer la dignidad humana propia, de hacer lo que se ama y de amar lo que
se hace, lo que sólo es posible cuando
ese hacer es congruente con lo que se es.
b) Actualizar el ser, este proceso
presupone la perfección potencial del ser y, por ello, entiende que la meta de
la existencialidad es ser quien se es. Ser quién se es, no es un condicionante
menor, requiere -de acuerdo a Abraham Maslow- de la satisfacción de todas las
necesidades jerarquizadas en su pirámide y un encuentro indisoluble entre
conocerse y amarse. Lo que para muchos humanistas es un acto simultáneo.
c)
Instalarse en el cuerpo, proceso que tiene como prerrequisitos: (i) Recuperar
la capacidad de sentir las emociones, como cuando se era niño; al menos,
diferenciarlas claramente de sentimientos, que obedecen a la fórmula: emociones
más pensamiento, los que generalmente evolucionan hasta quedar convertidos sólo
en constructos mentales, como por ejemplo una emoción de rabia, que como dura un instante, semejante a una
brisa que nos rosa la cara, podemos convertirla mediantes nuestros
pensamientos, en un rencor que dure día,
semanas o meses, o en un odio que nos puede atormentar y esclavizar toda la
vida. (ii) Otra condición es aprender a centrarse o alinearse[2], a
juntar en nosotros todas las dimensiones constitutivas de nuestro ser, en el
tiempo y lugar en que somos. (iii) Lo que requiere, a su vez, de otro paso
previo, haber adquirido la conciencia corporal, haber aprendido que nuestro
cuerpo es nuestro referente fundamental de existencia, que existimos donde está
nuestro cuerpo. (iv) Esto, a su vez, conlleva la conciencia de sí, búsqueda de
tanto caminos que buscan expandirla hasta lograr una plenitud, que permita
tener una conciencia de lo otro y de lo trascendente. Utilizando la comparación
que el filósofo argentino Ismael Quiles hace del hombre, como un resorte visto
desde arriba en el cual se puede percibir como un todo continuo tres cuerpos:
el físico, el espiritual y el alma, podemos sintetizar señalando que instalarse
en el cuerpo requiere de la inseparabilidad de los otros dos cuerpos, y como
también lo señalan algunas cosmovisiones orientales, requiere de que los tres
cuerpos sean adecuadamente "alimentados": el cuerpo físico de
relajación, de nutrientes saludables, de cariño y de movimientos armonizantes;
el cuerpo espiritual de belleza y de silencio
menor (consciencia y gozo de lo que es
donde soy-estoy), y el alma de silencio mayor
que equivalente a la oración o al diálogo directo con lo trascendental o Dios.
d) Apertura al ser del otro, así como se
afirma frecuentemente que "amar es una decisión", enfatizándose que
el amar es una acción "unívoca", porque no espera nada desde del
otro, ni se cobra o construye expectativa sobre las reciprocidades con que el
otro puede responder al amor otorgado. La apertura al otro, no lleva
expectativa alguna sobre cuanto el otro debe responder a este gesto. El gozo y
la plenitud está en ese acto, éste por sí es suficiente y completo, es un gesto
que sólo por hacerse tiene pleno sentido personal y transpersonal.
e) La adquisición de la comunicación
empática y asertiva, para encontrarse con el prójimo cuando se está físicamente
con él y para entenderse con el prójimo cuando se conversa con él. Sin duda que
la única comunicación efectiva es la afectiva. Cuando no se tiene la capacidad
de percibir la emoción del otro interactuante y de reflejarle la emoción
percibida, ese otro no se sentirá escuchado, ni visto, ni existido y, por tanto,
no se sentirá un otro. Tampoco se sentirá como un otro existente validado;
cuando me comunique con él, con un
"mensaje tú", porque ofenden o dañan su identidad, sólo abrirá las
puertas de la comprensión cuando éste sea un "mensaje yo" o mensaje
asertivo; es decir, cuando se le comunique de modo directo e inequívoco desde
qué emoción se le está conversando.
f) Capacidad de “verse” autovalidado,
autolegitimado, autoaceptado positivamente. Peter Van Bremen sostiene que se
requiere de coraje para aceptar la aceptación. Sin duda que es una tarea
difícil, en especial para aquellos prójimos que le ha tocado vivir en la
negación constante de su ser, en la comparación con otros o en el reduccionismo
de su complejidad y riqueza humana, mediante el prejuicio o la discriminación.
No le es fácil verse al que nunca ha sido visto, no le es fácil quererse al que
ha habitado en el desprecio y la negación. Sin duda que requerirá reducir el
"espesor del mundo" que lo separa de sí mismo y de borrar o
resignificar las creencias negativa que tiene sobre sí mismo.
g) Capacidad de “ver al otro” validado,
legitimado, aceptado de modo incondicional positivo. También no le es fácil ver
al otro, aquel que no ha sido visto, porque las miradas prójimas han estados
ciegas para su luz, porque sólo han visto en él lo que debería ser o porque
sólo han percibido parte de su ser. Ver al otro tiene como prerrequisito es confiar
en este otro, aceptarlo como un diferente, coexistenciarlo como un ser completo
y perfecto en cada experiencia de intimidad.
h) Capacidad de ser donde se está, de
existir plenamente en el dominio “político” o en el “territorio”. En una
cultura eminentemente racionalista, donde a las realidades mentales se les
asigna una valoración equivalente o mayor a las realidades que representan,
favorece que sea más fácil interactuar con los otros, cuando son prójimos
virtuales o cuando no se está obligado a experimentar la angustia que genera la
intimidad con el otro. Se evita que esté al alcance de las caricias y que nos
pueda mirar a los ojos. He aquí la explicación del éxito de todas las actuales
formar virtuales de comunicación con otros, cada vez menos prójimos. Transitar
de un ser-no estando a un ser-estando es un largo camino de
recuperación de la capacidad de ser donde se es (en el aquí y el ahora como
único contexto posible de existencia), y de ser todo lo que se es cuando se es
(como un holoser que integra la
complejidad maravillosa de todas sus dimensiones). En otras palabras, es volver
a recuperar las virtudes propias y naturales de los niños. No es casual que el
nazareno haya señalado, "De cierto
os digo, que si no os volvéis o hacéis como niños, no entraréis en el reino de
los cielos" (Mateo 18: 3).
i) Capacidad de asombro intacta, para
experimentar en cada instante al otro, como si fuera por primera vez. De esta
capacidad depende que cada vez que se está y se vuelve a estar con un prójimo,
se viva como un momento inédito e irrepetible. Al experimentar al otro con la
mente limpia, se coexiste con él con nuevos pensamientos y emociones. Sin
comparaciones ni prejuicios, sólo entonces se hace fácil ver al otro como único
e irrepetible, como legítimo otro o como un ser al que sólo es posible
aceptarlo incondicionalmente. Esta dimensión también requiere de la frescura y
naturalidad del volver a ser como niños.
j) Saber explicitar la aceptación o amor
al otro, de modo tal que el otro lo comprenda. Lo importante no es decirle o
expresarle al otro-prójimo que se le ama, lo imprescindible es que el otro
entienda sin lugar a dudas que se le ama. De todas variadas formar de expresar
el amor, la psicología humanista considera que el escucha al otro en forma
activa o refleja, es el modo más efectivo. No cabe duda que todo prójimo se
sentirá muy valorado, importante y querido, cuando un otro dedique un tiempo de
su vida sólo para disfrutar su existencia, sin tratar de enseñarle o cambiarle
nada, y sobre todo sin estar atento a un pseudo-otro
con el que puede pseudo-comunicarse
mediante algún sofisticado medio de comunicación virtual.
k) Consciencia del acoplamiento
estructural congruente con el que se coexiste con el prójimo. Saber que cuando
hablo del otro se está hablando de sí mismo, permite comprender que el prójimo
a nivel vincular, es en gran medida una construcción de quién interactúa con
él. Por tanto, la forma de cambiar el modo en que el otro se relaciona con uno,
es cambiando el modo en que uno se relaciona con él. Vale decir que el otro
para su cambio requiere de mi cambio. Incluso sus roles habituales requieren de
un otro que los constituya. Cabe distinguir que, si bien incluye el nivel
ontológico, ocurre fundamentalmente a nivel relacional o psicosocial. A nivel
ontológico, el vinculante debe dejar al margen toda intención de cambiar al
otro, en este dominio sólo le corresponde validar y actualizar el ser de ese
otro. No debe confundirse ser con hacer en ninguno de los niveles de
desarrollo humano.
l) Distinguir entre las representaciones
del prójimo-semántico o mental y el prójimo-político del poder del aquí y el
ahora, para luego operar coexistencialmente
en consecuencia. En otras palabras, relacionarse con el otro con la
capacidad de distinguir entre la ontología del explicar y la ontología
hermenéutica, diferenciando mental, emocional y corporalmente en el encuentro
con el otro, al prójimo-mapa del prójimo-territorio.
m) Distinguir el ser del otro y el debería ser
del otro. Los teóricos de la programación neurolingüística sostienen que
debería es la palabra más dañina de nuestro idioma, que cada vez que se usa, se
hace referencia a algún error o carencia, que sólo desempodera. Paul
Watzlawick, el importante teórico sistémico de la comunicación humana, la
instala como protagonista de su libro "El arte de amargarse la vida". No es lo mismo interactuar con el prójimo que
es, y por ello completo y perfecto en dicho contexto convivencial, que hacerlo
con él que uno espera que sea. Como eso otro no existe en el dominio político,
la intimidad coexistencial no es posible, sólo es factible relacionarse parcial
o fragmentadamente con él. Esa forma de negación del otro, hace susceptible
experimentar esa otredad desde la amargura, decepción o incomodidad del estar con el prójimo que no se desea.
Además, se invita a ese contexto de intimidad a un otro que no es
(ser-estando), porque sólo existe como una creación mental del negador del
otro. En síntesis, esta indiferenciación entre ser y deber ser, implica
dos tipos de negación: (a) La negación del ser
político del prójimo y (b) La negación de la totalidad perfecta del ser del prójimo.
n) Distinguir entre existir y pseudoexistir,
y entre amor y pseudoamor y, luego, operar en consecuencia. Son tan semejantes unas y otras que es muy fácil confundirlas y
poner el afán y la vida en la tarea equivocada. Lo que permite distinguirlas
con claridad es la cantidad y calidad de la libertad involucrada. Cuando se
genera algún grado de dependencia del otro y se establecen vínculos que
esclavizan a ese otro, estamos en presencia del pseudoamor, necesitar al otro o
hacer que el otro nos necesite; nos hace creer equívocamente que amamos o nos
aman. De igual modo; amarse y vivir plenamente, depende del ejercicio de
la libertad interior, accediendo con ello a una mayor salud y
felicidad, incluso encarcelados en un campo de concentración, como lo
testimonian tanto Víktor Frankl[3] como
Juan Casassus[4].
Por la misma razón, cuando se pierde la libertad interior u ontológica y no se es lo que se es; porque por alguna razón, se renuncia a la
libertad de ser quien se es, cualquiera sea el nivel de libertad exterior,
de riqueza o de fama lograda, será difícil escapar de la enfermedad y de la
infelicidad. Todo lo que le quita libertad al prójimo y a sus prójimos los
acerca al odio y a la muerte, lo impulsa a empujar su carro hacia el desamor y
la inexistencia. Otros referentes o claves vivenciales, de que se camina en la
dirección correcta, es el nivel de salud y felicidad que se experimentan,
personas sometidas a procesos terapéuticos de liberación e integración, se
sorprenden al darse cuenta de cuánto
hacen, más o menos conscientemente, para llevar una vida insana e infeliz. Más
serio es aún, cuando se práctica la antiprojimología
y se ocupa parte del tiempo y de la energía vital y cotidiana para enfermar
y amargarle la vida a los otros.
También a partir de estos condicionantes,
se pueden inferir y nombrar algunas cualidades o requisitos necesarios para
constituirse en un buen projimólogo:
a) Ser
existente-vivo-presente-estando-completo.
b) Saber, mediante
acciones que se sintonizan con la identidad del otro, explicitar amor fraterno.
c) En todo aquí y
ahora, en la co-habitación del contexto existencial, lograr que el prójimo se experimente siendo-visto,
siendo-existido, siendo-legitimado, siendo-sido.
d) Potenciar en la
intimidad coexistencial, que el prójimo se sienta más sano y más feliz.
e) Tener intacta o
recuperada la capacidad de asombro.
f) Tener la capacidad
de reflejar el ser del otro, sin mapas mentales o deberías ser de ese otro (desde la ontología hermenéutica y no
explicativa).
3. Projimología educativa
El desafío es, ¿cómo llevamos el
tema de la projimología al aula?, ¿cómo la hacemos parte de los proyectos educativos
y planes de acción de los colegios? ¿Con qué tipo de experiencias de
aprendizaje la incorporamos a la existencial actual y futuras de estudiantes y
docentes? ¿Qué tipo de docentes y directivos se requieren? ¿Cómo lo hacemos?
¿Creamos una nueva opción curricular? ¿Agregamos otro desarticulado programa
educativo más?
Sin duda, que el gran desafío de
los postulados teóricos es su aterrizaje a la realidad; ¿cómo lograr que la
projimología se constituya en una transformación curricular? No en cualquiera,
sino que en la más fundamental e inherente al ser de las personas.
Faltando mucho camino por
recorrer, muchos puntos ciegos que superar y demasiado por estudiar, se señalan
a continuación algunos esbozos de propuestas:
a) Potenciar en la formación de los
docentes, aquello que requiere ser considerado como su principal herramienta de
trabajo, su ser (sí mismo, yo, self,
persona), esto implica a lo menos que, en cada semestre de su proceso de
formación, tenga incorporado en su programa cursos-talleres-experienciales para
fortalecer su proceso de individuación, de vinculación y de trascendencia.
Procesos que, a través del dominio de estrategias experienciales, integrativas
y transformadoras; les permitan en el ejercicio laboral, colaborar de modo
efectivo en el desarrollo de ejes pedagógicos como: liderazgo, gestión
curricular, administración y convivencia escolar, entre otros.
b) Incorporar al currículo los objetivos projimales, no equivalentes a
los objetivos transversales; condenados a muerte desde su origen, por su
imposibilidad de vivir separados del todo. Establecer que su esencia
constitutiva es estar presentes y explícitos en cada objetivo, meta o actividad
educativa, que tanto docente y estudiante sepan a priori, como ese aprendizaje favorecerá la projimología, el
coexistir fraterno, nutritivo, amoroso o matríztico, desde una transferencia
real, actual y posible a la vida de los co-aprendedores. Debería invertirse el
orden de priorización, planificar a partir de los objetivos projimales y poner
los verticales al servicio de sus logros.
c) Ampliar la fronteras y la diversidad
de lo prójimo, que en los sistemas educativos está centrado en compartir
espacios educativos principalmente con los similares, en edad, en inteligencia,
en salud física o en nivel socio-económico-cultural. Éste es, sin duda, un
contexto limitado y poco natural. Las experiencias de aprendizaje deberían
realizarse etnoeducativamente con distintos prójimos, entretejiendo
existencias, con todas las experiencias, emociones e historias de interacciones
que ellos portan.
d) Modificar el formato témporo-espacial
de los sistemas educativos. En educación se han realizado muchas reformas e
innovaciones más o menos exitosas, más o menos fundamentales, sin embargo, se
ha mantenido inalterable el modo en que se distribuyen los seres humanos que
habitan los lugares educacionales. Los niños son distribuidos por edades
cronológicos, sin considerar sus "edades" experienciales,
emocionales, mentales, espirituales y todas aquellas dimensiones que los constituyen; diferenciándolos y asemejándolos. Los días se
fragmentan en trozos iguales de tiempo, en periodos de clases, jornadas o
semestres, sin considerar los tiempos individuales para aprender, disfrutar o
compartir, negando la temporalidad de los relojes internos de estudiantes y
docentes. La projimología requiere del tiempo suficiente para el encuentro,
para el diálogo, para el co-aprender, al tiempo de la coexistencia le incomoda
la interrupción de los timbres y las campanas.
e) Incorporar como aprendizaje docente
fundamental: la confianza en el otro, el amor al otro, la aceptación
incondicional positiva del otro; y, en este contexto, la convicción absoluta y
explícita de que el otro es integralmente modificable, no sólo cognitivamente, y que -por ello- es
también posible apostar por la modificabilidad
emocional, la modificabilidad
socio-cultural, la modificabilidad
moral, la modificabilidad espiritual,
etc.
f) Desarrollar consciencia hologramática
en los distintos estamentos educativos, de modo que cada uno de ellos en cada
uno de los procesos que le corresponde abordar, no dejen ninguna
"carta" (dimensión humana) fuera de la "mesa" (contexto
educativo).
Entre otras lucideces permitiría a los
actores educativos coexistir con la consciencia de que el otro es un reflejo o
complemento del cómo él se relacionó con el otro. Por ejemplo, cada vez que critica o enjuicia a un prójimo,
se está criticando o enjuiciando a sí mismo, porque el otro es una
construcción, reflejo o complemento de
cómo él se relaciona con ese otro. La falta o defecto que veo en mi prójimo es
mi propia falta o defecto.
Por ello, aquel "prójimo
insoportable" que tanto se cuestiona o se critica, posiblemente, es el otro cotidiano más
importante. Es el ser regalado por la vida para develar de modo claro y
constante la tarea personal que aún no he enfrentado o que sólo se ha realizado
a medias. El estudiante que ya no se tolera, el colega que no se aguanta, el
directivo fastidioso y controlador, desde esta óptica son los mejores prójimos,
son los "mejores maestros", son la señal constante y precisa de la
tarea personal de transformación negada o postergada. Sólo desde la consciencia hologramática que
se tiene, de ése y todos los prójimos del coexistir, se puede comprender cuando
se marcha en contra del otro, o se está haciendo en contra de uno mismo.
En un sistema educativo
projimológico, se aprendería fundamentalmente a existir y a ser libre,
consciente de que con ello hago más existente y libre al otro. Se establecería
como principal tarea educativa y de vida, el ser sano y feliz. Después de ser formado en un currículo
projimológico, será difícil que alguna acción anti-prójimo logre tener la
influencia o el poder de enfermar o amargar la vida o de convencer que sólo se
es merecedor de una pseudo-salud y de una pseudo-felicidad, y de convencer
asumir los modos y los precios impuestos para lograrlo.
En un currículo projimológico; se
aprendería a casarse con otro y no sólo consigo mismo, se aprendería a hacer el
amor con otro y no sólo consigo mismo, se enseñaría a dialogar y no sólo a
monologar, se enseñaría a ver al otro y no sólo a sí mismo, se trabajaría para
la liberación y nutrición de todos y todo y no sólo para la esclavitud y
“desnutrición” individual.
Nunca más se separaría el “yo”
del “tú”. El feliz sabría que en ese acto íntimo está colaborando con la
felicidad de toda la otredad, el sano sabría que con sus acciones y hábitos de
autocuidado, está colaborando para que
todos los prójimos tengan una vida más saludable. Se sabría que cuando ama o
legitima a los otros, se está amando y legitimando a uno mismo, que cuando se
ama y se libera, se está amando y liberando no sólo a los sistemas circundantes
(familia, comunidad, país) sino que, además, a todo el planeta y a todas las
generaciones venideras.
3. Hacia una educación projimológica
¿El objetivo de la educación es lograr que los estudiantes obtengan
puntaje nacional en la pruebas de admisión a la educación superior? o es más
bien, ¿un medio para el logro de una integración socio-afectiva nutricia en los
distintos ámbitos projimales en que
se desenvuelven? Sin duda que es más fácil preparar para una prueba que
preparar para la vida. ¿Qué está diciendo un padre cuando afirma?: “Una buena
educación es el mejor legado que le puedo dejar a mi hijo”, lo más probable es
que coincida con muchos sistemas educativos y estime que tener mucho
conocimiento, con notas y puntajes que lo acrediten, es un buen legado. ¿Será
suficiente para que se realice humanamente como trabajador, como pareja o como
padre? ¿Cuándo, dónde y quiénes le enseña a contextualizar sus aprendizajes,
sus éxitos profesionales y académicos con una vida nutricia, feliz y saludable?
No cabe duda que puede resultar difícil aceptar que un sistema
educacional imparta una macroasignatura única, a través de los cuales se
integren todos los saberes. Sin embargo, tampoco es fácil de aceptar la
fragmentación del conocimiento humano en sectores y subsectores, porque es una
simplificación que contradice todos los postulados del paradigma de la
complejidad, de los nuevos hallazgos de la neurociencia y de la física
cuántica. La realidad es integrada y nuestros sistemas de comprensión de esa
realidad operan integradamente, entonces ¿por qué no lo aplicamos en la
educación? Por otra parte, estudios de la ontogénesis y filogénesis del
aprendizaje, parecen corroborar dicha hologramatidad epistemológica, validando
y demostrando el valor de lo colaborativo y natural en los aprendizajes durante
los primeros estadios del desarrollo infantil y en las primeras etapas del
desarrollo del hombre.
Otra opción es que todas las asignaturas
se projimolicen, para que aprender ciencias y matemática incluya además de su
dominio instrumental lo que se hará
explícitamente con esos aprendizajes: pro respeto, pro confianza y pro
validación de los otros. Para que se desarrolle un lenguaje, cuya finalidad
esté centrada fundamentalmente en la comunicación activa y refleja con los
prójimos.
Todo lo planteado puede ser aplicado al
vínculo profesor-estudiante; por ejemplo, un profesor podría perfectamente
utilizar el ser del estudiante para completar su propio ser, situación que más
allá de lo poético y amoroso que puede parecer, implica una invasión
y deslegitimación de la otredad del estudiante y una negación de la
propia mismidad. Esto mismo podría hacer un estudiante en su vinculación con su
profesor.
Este navío
recién zarpa, cambiar una cultura de la desconfianza, de la explotación y
esclavitud del prójimo, no es tarea fácil. Pero una buena educación podría
hacer el milagro, en tanto ésta se expanda, se complejice y ponga el énfasis y
el norte en humanizar, existenciar, amar y projimologizar a los estudiantes y
docentes. Más que un nuevo mapa de navegación educacional se requiere un nuevo
territorio y un nuevo modo de habitarlo. Los sistemas de influencia y de
control social, que mueven sus brújulas fundamentalmente para direccionarse
hacia el aumento ilimitado de sus bienes (no exactamente morales o
espirituales), se quedarán sin poder, cuando no tengan a quien influir y
controlar, cuando se eduquen hombres y mujeres libres y, por ello, con la
capacidad de amar y existir projimológicamente, sin desconectar sus pensares,
sentires y haceres con el otro-próximo
y el otro-lejano (tanto en el tiempo
como en el espacio), sin duda que ese es el antídoto perfecto. El mal no es
posible donde no hay ausencia de bien, la esclavitud y la opresión no sucede
donde no hay ausencia de libertad, el odio se anula donde no hay ausencia de
amor.
Entonces la tarea del cambio
paradigmático, no es atacar al otro (que también es un prójimo que merece
nuestro respeto). Es tomar consciencia que ese otro criticado por lo deshumano,
ambicioso o maltratador, es nuestra construcción. Creado ciegamente por
nosotros al operar como complemento de
deshumanización, de ambición o maltrato. Así, la tarea del cambio, es educar en
la coherencia y articulación coexistencial entre la propia libertad y la de mi
prójimo, entre el amor a sí mismo y el amor al prójimo, entre mi ser-existiendo-estando y el ser-existiendo-estando del prójimo,
entre mi felicidad y realización y la de todos los prójimos. Sólo desde esta
consciencia hologramática, se puede coexistir en la congruencia-empática-validadora que permite
transformarse-transformando, empoderarse-empoderando, educarse-educando,
amarse-amando y existiendo-coexistiendo.
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[1] La idea de una holoasignatura, además de concentrar
objetivos y acciones para desarrollar en todos los estudiantes la capacidad de
cohabitar con el prójimo de modo saludable y feliz, es un modo de buscar el
término de la funcionalidad y fragmentación del conocimiento humano.
[2] En las prácticas
gestálticas, transpersonales y de ciertas técnicas ancestrales y algunas
culturas orientales, en este acto de "hacer presencia", de "ser
testigo de sí", lo que se busca alinear es espíritu y personalidad,
incluyendo por lo general dentro de esta última: mente, cuerpo y emociones.
[3] Sobre lo señalado puede
encontrarse información en la obra de Víktor Frankl: "El hombre en busca
de sentido".
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