Daniela Alejandra
Moya Olave
Fonoaudióloga, con estudios de Magíster en Potenciación de Aprendizajes
I.
El fonoaudiólogo es invitado a la tarea educativa:
Actualmente la formación de
profesionales en fonoaudiología se fundamenta en una concepción
mayoritariamente tecnocientífica, muy cerca o derechamente al interior de las
ciencias de la salud, opción que podríamos ubicar en el marco del paradigma etic[1]. En este contexto, el énfasis y las
preocupaciones teórico-prácticas de la profesión se sitúan en y desde el déficit, muchas veces desde una
perspectiva cuantitativo-objetivista. Paralelamente, se postula que el sistema
escolar y las escuelas deben brindar apoyos a todos los estudiantes, en
especial a quienes presenten mayores dificultades o carencias[2].
Es en este contexto hegemónico donde se visualiza sin mayor cuestionamiento
-sin siquiera reconocer la necesidad de cambio- la actual labor del
fonoaudiólogo.
A partir de este antecedente se
levanta la presente reflexión: desde la necesidad/posibilidad de reformular
esta mirada y de cambiar los paradigmas que sustentan la visión de la fonoaudiología.
La manera en que se comprenda el concepto de diversidad, postulamos acá, sienta
las bases posteriores para todo un actuar renovado pedagógica y
epistemológicamente asumido por parte de los fonoaudiólogos.
Partamos de la base que, debido a diversos
cambios acaecidos en la educación durante los últimos años, el profesional de
la fonoaudiología ha llegado a formar parte importante de un equipo multidisciplinario
que opera dentro de las instituciones educativas en pos del mejoramiento de la
calidad de la enseñanza. Tal como se plantea en el informe final del Foro Mundial
sobre la Educación[3],
realizado en Dakar, 2000: “todos los niños tienen derecho a una educación común
en su localidad, independientemente de su contexto, su rendimiento o su
incapacidad”. Si bien esta mirada no deja de estar dentro de la noción
homogeneizadora de las dificultades, permite
fundamentar la existencia y presencia de diversos profesionales que apoyen los
procesos educativos. Los Programas de Integración Escolar (PIE), de hecho, consideran
a este profesional para trabajar ciertas Necesidades Educativas Especiales
(NEE), por lo que su rol se ha constituido en la actualidad como un elemento
importante dentro de los procesos educativos de calidad. Adicionalmente,
podemos reconocer que el fonoaudiólogo aporta una mirada profesional relevante también
en los procesos mayores de integración y exclusión en el aula, a partir de su
aporte en los procesos diagnósticos, procesos que definen científicamente quién
entra o sale, el status de quien ingresa y de quien sale del aula y de la
escuela.
De este modo, el tan recurrente término
de “atención a la diversidad” es lo que ha permitido que esta profesión se
integre a equipos de trabajo multidisciplinarios dentro de los contextos
educativos. Sin embargo, la formación cuantitativa que posee la disciplina y,
quizás, su relativa distancia de reflexiones pedagógicas de corte
crítico-constructivistas podrían ser la causa de una comprensión y abordaje de
la diversidad de bajo impacto transformador por parte del fonoaudiólogo. En
otras palabras, es factible que la fonoaudiología esté entrabada en la labor de
abordar auténticamente la diversidad si no ha hecho -o no hace- una reflexión
profunda de lo que implica esta “atención a la diversidad”. Esto es relevante
si pensamos que hay autores que nos permiten cuestionar aquellas formas de
“atención a la diversidad” basadas excesivamente en el control y la objetividad[4].
Pensemos, de momento, que la
finalidad de una intervención educativa cualquiera es atender a las necesidades
educativas de niños, niñas y adolescentes para, así, promover el crecimiento
personal de los beneficiarios[5].
De este modo, se busca generar igualdad de oportunidades, desde la valoración
de las diferencias existentes en cuanto seres humanos complejos y originales.
Así, Oliver (2003) llega a plantear que solo
desde una aceptación y valoración de las diferencias se puede llegar a una
enseñanza centrada en el sujeto en formación. Si bien esto se relaciona con
pedagogía -como saber especializado en educación- es transferible a todo
proceso educativo, especialmente a todos quienes trabajan en educación; por
ello, sus postulados son considerados para el posterior análisis de la disciplina
de la fonoaudiología en contextos educativos.
II. El
fonoaudiólogo es interpelado a cambiar sus paradigmas:
¿Pero qué o cómo mirar para pensar
de otro modo? Quizás, tal como lo plantea el fonoaudiólogo argentino Carlos
Skliar[6],
la Educación Especial -fuertemente relacionada con la realidad fonoaudiológica-
utiliza conceptos como “normalidad” para, de alguna forma, ordenar y clasificar
aquello llamado anormalidad. Así, el concepto de normalidad va ligado con la
posibilidad de considerar a otros como “anormales”. ¿Qué se entiende, entonces,
por anormal?, ¿Será simplemente no ser igual a otro? Esta concepción de
normalidad se relaciona directamente con el paradigma terapéutico, de
racionalidad tecno-instrumental, presente incluso en la disciplina aquí
presentada.
Pareciera que se requiere de
“anormales” para fundamentar las prácticas terapéuticas de la fonoaudiología.
Desde el paradigma cuantitativo y hegemónico es posible clasificar lo normal y
anormal, de modo de poder intervenir sobre éste último. Lo anterior ha traído
por consiguiente la necesidad de anormalizar
todo, de volver patológico al otro, al que yo atiendo; y, a su vez, de
cuestionar qué es lo normal, de tener el poder de decir y decidir quién es
normal.
Lo que se desea enfatizar aquí es
que la forma en que cada persona –y profesional- construya el concepto de
diversidad permitirá reformular –o no- las convicciones frente a la visión del
otro. El mencionado autor Skliar relata que la forma cómo se ha construido a
los diferentes en la escuela y la sociedad, desde una lógica peyorativa, minimizadora,
asistencialista y dicotomizadora, entrega la respuesta para modificar la
concepción negativa de ellos: las diferencias sólo son diferencias. Al
comprenderlo de este modo se puede aprender a visualizar al otro con respeto y
valorarlo tal cual es: “Las diferencias nos constituyen como humano”.
Por su parte, Molina[7],
dentro de su análisis cultural de las diferencias, menciona que una mirada
monocultural de la educación rompe las raíces de la solidaridad social,
especialmente cuando se niega la subjetividad de las personas y las distintas
formas de ser, en aras de una verdad universal, de una única y legitima forma
de ser y estar. Todo lo anterior va directamente relacionado con la realidad en
la formación profesional del fonoaudiólogo, pues, tanto los procesos evaluativos
lingüísticos como las prácticas de intervención sitúan su foco en lo diferente
y en lo aislado de la norma (establecida por test estandarizados, obviando la
diversidad existente y natural del ser humano).
Esto es lo que debe cambiar: la
concepción del otro y la valoración de las diferencias, desde una mirada monocultural
a una multicultural. De esta forma, la práctica fonoaudiológica podrá situarse
en todo ámbito, no solo desde lo que se considera alteración, sino que
potenciando a todos y todas, desde la base de la realidad de cada persona, con
sus características personales y, desde allí, diseñar y situar los apoyos, ya
sean pedagógicos u otros. Etiquetar al otro debe dejar de ser parte esencial de
la labor profesional, pues, tal como Skliar menciona: se etiqueta al diferente
atribuyéndole aspectos físico-sociales negativos… y es esto lo que debe
modificarse.
III. Atención
a la diversidad desde la realidad nacional:
La atención a la diversidad se ha
centrado en atender a los diferentes y la actual visión de los PIE ha sido
buscar la normalización de los estudiantes. Sin embargo, sabemos que la
heterogeneidad es altamente valorada desde un punto de vista ético y social,
pues, desde allí se aprende a respetar al otro en su individualidad. No estamos
aquí cuestionando el real apoyo a los estudiantes desde los PIE dado que, efectivamente,
han sido positivos, pero se busca una modificación en la comprensión del
concepto diversidad desde la idea de la no-normalización, siendo este último
aquel aspecto que se vincula sensiblemente con la labor fonoaudiológica aquí
analizada. Una autora española, María del Carmen Oliver, también menciona que el
desempeño de los profesionales de apoyo en educación generalmente se despliega en
diversas instituciones, simultáneamente, lo que dificulta una tarea continuada
y profunda de atención a la diversidad[8].
Por lo tanto, el cuestionamiento y el aporte de esta disciplina abarcan incluso
las políticas nacionales en relación a los apoyos que brindan los profesionales
de ciencias auxiliares a la pedagogía. En Chile, mediante Decretos de Educación
y Leyes de Inclusión Social[9],
se han postulado cambios educativos en la forma de concebir los procesos
pedagógicos y sociales. Sin embargo, en muchos casos, no han tenido el impacto necesario,
pues, no han reformulado la concepción del otro desde su base.
¿Cuál es la realidad?, ¿la realidad
es solo una? Sabemos que la realidad social se construye y que tiene alta dependencia/influencia
de los actores que la construyen. Así, el rol de todo profesional relacionado
con el ámbito educativo (y de todo ser humano que forme parte de estos
procesos) es fundamental. Es posible construir una realidad que valore la
diversidad y que no la cuestione, y sobre todo que no le otorgue una connotación
peyorativa. Y las interpretaciones de esta realidad son subjetivas, por lo
tanto, la visión desde las disciplinas que orientan su trabajo con personas,
también debe considerarla así. El conocimiento no es objetivo, pues, las
interpretaciones son individuales, así como los valores son relativos y
situados. La fonoaudiología presenta hoy una epistemología clásica centrada en
la ciencia y el conocimiento objetivo, es decir, en resultados científicos que
avalan la verdad siendo los únicamente válidos. Claramente aquí debe existir
una modificación en la comprensión de la realidad.
Lo anterior fundamenta la
concepción de diversidad que aquí se desea plasmar, aquella concepción que debe
estar a la base de la formación de profesionales que se desempeñan con personas:
no hay una verdad, no hay una sola respuesta; hay interpretaciones, hay valores
y hay variabilidad. Cada sujeto es un ser individual y no puede ni debe existir
un método único, un valor único o una sola respuesta. La diversidad es para
todos, es de todos, pues, todos somos diversos. La diversidad no es de quien ha
sido diagnosticado con una NEE. La diversidad está presente en todo ser humano.
Este cambio de paradigma y de comprensión, pasando de una mirada etic a
una emic, es la que debe formar parte del sustento tanto teórico como
valórico de los profesionales que se desempeñan en educación y en otras áreas.
En relación al paradigma
previamente mencionado, emic, es importante relacionarlo con la postura
aquí planteada desde la labor fonoaudiológica. Este paradigma se basa en
enfoques prácticos y críticos, incluyendo una mirada comprensiva,
interpretativa y transformadora de la realidad, la cual se concibe como
dinámica y múltiple y con un fuerte componente reflexivo y crítico. Es este el
sustento ideal de un profesional que se desempeña con personas y más aún en
contextos educativos. Comprender y transformar deben constituirse en
dispositivos centrales en el quehacer cotidiano, la mirada del otro debe
conllevar esta comprensión de la realidad, siempre desde lo crítico y con
finalidad transformadora. La diversidad tiene un rol transformador en la
convivencia con otros y en la escuela como espacio formativo. Tal como menciona
Bazán y Manosalva[10],
se requiere una transformación en la escuela, pues, se mantienen modelos de
intervención centrados en el individuo y no modelos que transformen
instituciones. Esto se relaciona directamente con la labor fonoaudiológica, en
donde claramente el énfasis está en el individuo, pero no en una transformación
más integral de este y con escasa consideración de aspectos del medio social y
cultural.
El fonoaudiólogo, si bien no está
formado en ámbitos pedagógicos, cuando se desempeña en espacios educativos debe
responsabilizarse por ello y formarse en estos aspectos débiles por su formación
profesional de base. Posee un rol trasformador, al igual que los profesores y
directivo-docentes, por lo que debe profundizar en los aspectos aquí
planteados, modificando la base de su comprensión del otro, comprendiendo
ampliamente conceptos como la diversidad, pues, su labor no es menor frente a
la tarea educativa, sino que es un agente de cambio que debe comprender las
finalidades de la educación[11].
Se debe concebir la diferencia como un derecho, y no se debe buscar modificarla
y normalizarla, sino que potenciarla siendo siempre un guía y mediador entre
esta y los procesos de aprendizaje. La heterogeneidad debe valorarse y respetarse,
toda vez que enriquece todo proceso social y cultural.
Lamentablemente, en ocasiones,
pareciera ser que la labor del fonoaudiólogo es homogeneizar y movilizar a la
persona hacia la normalidad (ya cuestionada previamente). Esta visión también
debe cambiar y parte este cambio a partir de la reflexión que se haga de los
fines de la profesión en los contextos educativos. En este sentido, la
finalidad de los procesos de intervención debiera estar relacionada con
entregar oportunidades que le permitan a los otros mayor autonomía, apoyar en
sus procesos de aprendizajes, pero no en comparación con otros, no buscando que
se asemeje a un promedio, sino que dentro de su propia realidad facilitar las
oportunidades de autonomía y aprendizaje.
IV. “El
regreso del fonoaudiólogo”:
Actualmente las instituciones
escolares tienden a convertir las diferencias en desigualdades. Por ello, el
concepto de diversidad debe tener una connotación positiva y sobre todo
natural, dejando de atribuirle aspectos negativos o “anormales” a los otros,
los mal llamados “diversos”, “diferentes” o “especiales”. La diversidad se debe
vivir como aquella actitud enriquecedora y creadora de matices, de
ambigüedades, de tonos, de formas nuevas. Esta comprensión debe formar parte de
la formación de todo profesional que pudiera desempeñarse en ámbitos
educativos.
Buscar la normalización desde la
base de nivelar o igualar a los estudiantes no debe ser el interés en el
quehacer profesional. Se requiere modificar la concepción actual del otro en el
ámbito fonoaudiológico. No debe mantenerse el foco en las dificultades ni debe
considerarse la diversidad desde aquello que no es igual a un común. Gracias a
modificaciones en el ámbito educativo cada vez nuevas disciplinas se integran
al ámbito educativo, sin embargo, este cambio solo será fructífero cuando la
formación profesional constituya realmente las bases de la comprensión de la
diversidad, desde paradigmas emic y desde la valoración del otro.
El rol profesional no se reduce a
lo escolar, eso lo sabemos bien, sino que integra un rol transformador como
agentes de cambio social, como facilitador y mediador de los aprendizajes. Allí
se encuentra su cimiento y no en la búsqueda de nivelar o normalizar a otro
desde un paradigma cuantitativo. El paradigma etic, desde lo
sociocrítico y transformador, menciona la importancia de la identificación del
potencial de cambio, es decir, visualizar al aprendiz como un sujeto que puede
aprender y que puede potenciar diversas habilidades. La potenciación de
habilidades lingüísticas debe desarrollarse desde el mismo sustento teórico, para
así modificar la comprensión actual de las diferencias y del otro; y sobre todo
para reformular las bases en que fundamenta sus procesos de intervención,
especialmente cuando se desempeña en contextos educativos. De ser así, un nuevo
y más potente fonoaudiólogo se está formando…
Referencias:
1. Bazán, D. (2008). El
Oficio del Pedagogo. Rosario: Homosapiens.
2. Bazán, D. y Manosalva, S. (2008). “De la diversidad
controlada a la diversidad sociocrítica”. En: Bazán, D. (2008). Op. Cit., para
comprender en profundidad aspectos relacionados al rol de la escuela y sus
componentes estructurales.
3.Bazán,
D. y Manosalva, S. (2014). “!Viva la diversidad¡
Notas ético-sociales para detectar un discurso poshegemónico de las
diferencias. Revista Virtual Émica,
UAHC, enero de 2014. En: http://revistaemica.blogspot.com/2014/01/viva-la-diversidad-notas-etico-sociales.html
4. Decreto de Educación N° 170 que “Fija normas para
determinar los alumnos con necesidades educativas especiales que serán
beneficiarios de las subvenciones para educación especial”.
5. Ley de Inclusión Social 20.422 que “Establece normas
sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con
discapacidad”.
6. Molina, F. (1992). Sociología
de la educación intercultural: vías alternativas de investigación y debate. Universidad
Lleida. Buenos Aires/México: Grupo editorial Lumen Humanistas.
7. Oliver, M.C. (2003). Estrategias Didácticas y organizativas ante la diversidad. Dilemas del
profesorado. Barcelona: Octaedro.
8. Pupuelo, M.; Rondal, J. y Wiing, E. (2005). Evaluación del Lenguaje. Barcelona:
Masson.
9. Skliar, C. (2005). “Juzgar la normalidad, no la
anormalidad. Políticas y falta de políticas en relación a las diferencias en
educación”. Paulo Freire, Revista
Pedagógica crítica. UAHC, N° 3.
10.
Trilla,
J. (Coord.) (2007). El legado pedagógico
del siglo XX para la escuela del siglo XXI. Barcelona: Ed. Graó.
11.
UNESCO
(2000). Informe Final: Foro Mundial sobre
la educación. Dakar, Senegal.
[1] Para profundizar en esta concepción se sugiere
revisar: Bazán, D. (2008). El Oficio del
Pedagogo. Rosario: Homosapiens.
[2] Pupuelo, M.; Rondal, J. y Wiing, E. (2005). Evaluación del Lenguaje. Barcelona:
Masson.
[3] UNESCO (2000). Informe
Final: Foro Mundial sobre la educación. Dakar, Senegal.
[4] Cfr. Bazán, D. y Manosalva, S. (2014).
“¡Viva la diversidad¡ Notas ético-sociales para
detectar un discurso poshegemónico de las diferencias. Revista Virtual Émica, UAHC, enero de 2014. En: http://revistaemica.blogspot.com/2014/01/viva-la-diversidad-notas-etico-sociales.html
[5] Planteamientos que profundiza María del Carmen Oliver
Vera, en el capítulo 2: “La atención a la diversidad como principio educativo”.
En: Oliver, M.C. (2003). Estrategias Didácticas
y organizativas ante la diversidad. Dilemas del profesorado. Barcelona: Octaedro.
[6] Ver: Skliar, C. (2005). “Juzgar la normalidad, no la
anormalidad. Políticas y falta de políticas en relación a las diferencias en
educación”. Paulo Freire, Revista
Pedagógica crítica. UAHC, N° 3.
[7] Cfr. Molina, F. (1992). Sociología de la educación intercultural: vías alternativas de
investigación y debate. Universidad Lleida. Buenos Aires/México: Grupo
editorial Lumen Humanistas.
[8] Esta es la realidad de los profesionales
fonoaudiólogos que actualmente se desempeñan en educación, en especial en
instituciones municipales, pues, deben distribuir su jornada en distintas
escuelas, interrumpiendo el seguimiento diario y apoyo permanente a los
estudiantes que requieren más apoyo.
[9] Ver: Ley de Inclusión Social 20.422 que “Establece
normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con
discapacidad” y Decreto de Educación N° 170 que “Fija normas para determinar
los alumnos con necesidades educativas especiales que serán beneficiarios de
las subvenciones para educación especial”.
[10] Ver: Bazán, D. y Manosalva, S. (2008). “De la
diversidad controlada a la diversidad sociocrítica”. En: Bazán, D. (2008). Op.
Cit., para comprender en profundidad aspectos relacionados al rol de la escuela
y sus componentes estructurales.
[11] Se sugiere
revisar autores tales como Pestalozzi, Maturana y Freire para profundizar en
relación a finalidad de la educación. Cfr. Trilla, J. (Coord.) (2007). El legado pedagógico del siglo XX para la
escuela del siglo XXI. Barcelona: Ed. Graó.
¡Qué gran trabajo! Felicitaciones Daniela!!!!!!
ResponderEliminarActualmente me encuentro cosntruyendo mi propio camino como Fonoaudióloga dentro del campo educativo, que es mi pasión. Leer este artículo me hizo caer en cuenta de la perspectiva que tenía, implantada desde mi formación de pregrado, y que estaba a punto de implementar con mi práctica profesional. Muchas gracias por este gran texto que nos hace reflexionar cuál es el verdadero rol del fonoaudiólogo en instituciones educativas: un agente transformador y no un replicador del modelo clínico dentro de las aulas. ¡Excelente!
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