Lucía Velásquez
Profesora de Inglés. Magíster en Educación, Mención Intervención Cognitiva.
I. ¿Por qué pensar el
pensamiento?:
En el “área
chica del aula”, muchas veces los educadores críticos no somos capaces de diseñar
adecuadas estrategias de desarrollo del pensamiento crítico, dicho de otro
modo, nos cuesta pasar del plano ideológico al plano didáctico. Las siguientes
líneas buscan ofrecer un abanico de conceptos asociados a la naturaleza del
pensamiento crítico, aportando al diseño de prácticas educativas que releven el
pensamiento crítico de nuestros niños, niñas y adolescentes.
II. Pensar es siempre una novedad:
En el
acercamiento a la naturaleza del pensamiento crítico, se suele partir por
examinar algunas características que un
buen pensador debe reunir para que su operar sea productivo, superior o
talentoso. En este sentido, son varios los expertos que coinciden en que un
buen pensador debe reunir una serie de actitudes, hábitos mentales o
disposiciones de pensamiento.
Dewey, el
gran educador norteamericano, señala que la actividad del pensar no pasa por la
percepción sensorial y que difiere de lo registrado mediante la observación. Para
este autor, hay una sucesión de eventos surgidos en la mente humana que, al
tomar coherencia, continuidad y relación entre sí, van tomando la forma de un
pensamiento: “Un pensamiento o idea es
una imagen mental de algo que está presente en la realidad, y el hecho de
pensar es la sucesión de tales imágenes” (Dewey, 1933: 23).
Lipman,
precursor de programas que enseña a pensar a niños y niñas, declara que pensar
es un acto natural, propio del ser humano, que nos permite darle sentido al
mundo que nos rodea. Sostiene que “pensar
es la habilidad por excelencia que nos capacita para lograr significados” (Lipman,
1992:67).
De Bono
(1987), conocido por sus aportes al pensamiento creativo, define al pensador
eficaz como aquella persona que confía en su proceso de pensamiento. Bajo este
punto de vista quien piensa en forma productiva es quien dirige en forma
consciente e intencionada su pensamiento, evitando que sus ideas se diluyan o
pierdan su foco. El pensador eficaz delimita sus objetivos, planteándose un
plan y una visión panorámica del contexto para conseguirlos. Prefiere verse
como alguien sabio más que como alguien inteligente. Disfruta del pensar,
aunque tal actividad no resulte ser necesariamente exitosa.
Tishman, Jay
y Perkins, (1994), por su parte, sostienen que el pensamiento humano involucra
la capacidad, habilidad y, sobre todo, la predisposición. Sin embargo, el
contar con la habilidad cognitiva no es garantía para desempeñarse
adecuadamente como pensador. Una persona que logra pensar eficazmente se
caracteriza por su disposición para pensar correctamente.
Más allá de
estos autores, se acepta hoy que el concepto de pensamiento crítico ha despertado
el interés de expertos de las más diversas disciplinas, ampliando el espectro
para su estudio desde la antigüedad hasta nuestros días. El origen de la
palabra crítico viene del vocablo
griego kritike, que significa “el
arte del juicio” (Campos, 2007). En otras palabras, la crítica implica el uso
del juicio humano al aceptar o rechazar una afirmación.
Ya en la
antigua Grecia, Sócrates daba los primeros indicios de la práctica del
pensamiento crítico, al advertir que sus interlocutores carecían de fundamentos
para defender sus posturas. Sócrates insistía en la importancia de llegar a la
verdad como producto de la reflexión lógica, coherente y rigurosa. En este
sentido, la herramienta esencial para tal labor era el cuestionamiento, es
decir, la práctica de formular preguntas y de debatir sobre las respuestas que
surgían para dar pie a la reflexión. Aquella estrategia de hacer preguntas
claves a los alumnos se conoció como la “mayéutica Socrática”, entendiendo que
las respuestas a tales preguntas surgían luego de una ardua deliberación. A
partir de este antecedente, se dice que el término “mayéutica” es como dar a
luz, es hacer que la respuesta -que se encuentra dentro de nosotros mismos-
salga a la luz (De la Torre, 2003).
Se sabe que Sócrates
iniciaba la discusión haciendo que las personas con quienes dialogaba
descubrieran sus concepciones contradictorias y fallidas. En la segunda fase,
es decir, en la mayéutica, les
ayudaba a develar, a descubrir la verdad que éstos llevaban en sí mismos. Es,
entonces, que se hace uso la ironía socrática, consistente es pretender ser
ignorante sobre la materia en discusión para que la verdad surja como producto
del diálogo entre los participantes, manteniéndolos interesados e intrigados en
el tema. En este sentido, la pregunta
clave constituía la herramienta maestra para promover el pensamiento crítico
mediante el cuestionamiento, pues, se
debatía sobre las respuestas tentativas dando pie a la reflexión. Las respuestas
que van surgiendo eran una pausa necesaria en el proceso de pensamiento; si la
respuesta era muy ambigua se continuaba el proceso de formular preguntas,
considerando la pertinencia de la respuesta y la relevancia de la información
con la que se cuenta.
Conforme
avanza la historia, grandes pensadores se avocan a la tarea de investigar y
definir las características del pensamiento crítico, en lo referente a su
naturaleza, a los criterios, habilidades y actitudes que le son esenciales.
A comienzos
del siglo pasado, Dewey sentó las bases del concepto de pensamiento crítico moderno
al investigar el pensamiento reflexivo (1933). Para este pensador, el
pensamiento reflexivo es una consideración exhaustiva, secuenciada, constante
de cualquier creencia o forma de conocimiento tomando en cuenta los supuestos
que lo apoyan y de las conclusiones que él se extraiga. En este marco, el
pensamiento reflexivo promueve la investigación, apuntando a la búsqueda activa
y constante de nueva evidencia que pueda ampliar más el conocimiento acerca de un
concepto, hecho o situación: “Lo que
constituye el pensamiento reflexivo es el examen activo, persistente y
cuidadoso de toda creencia o supuesta forma de conocimiento a la luz de los
fundamentos que la sostienen y las conclusiones a las que tiende” (Dewey, 1933:
25). Así, el pensamiento es
concebido a partir de dos fases. La primera
etapa es el estado de duda o vacilación, de perplejidad, de dificultad
mental que vive quien enfrenta un problema, dificultad o necesidad. Esta fase da
paso, luego, a una segunda etapa en
la que la persona inicia un acto de búsqueda, de caza, de investigación, para
encontrar algún material que esclarezca la duda, que despeja la
perplejidad.
Es sabido
que Dewey ha servido como gran referente en la discusión y estudio del eje del
pensamiento crítico. Si bien su obra data de 1910, siendo nuevamente publicada
en 1933, su influencia puede advertirse en los numerosos autores que utilizan
su obra como guía para analizar destrezas y actitudes del pensamiento crítico.
III. Pensar y meta-pensar:
Hacia fines
del siglo pasado, desde la
óptica del programa de enriquecimiento instrumental de Feuerstein, también se plantea
la importancia del desarrollo del pensamiento reflexivo o “insight” (Martínez, 1991: 173). En este marco, el término “insight”
implica comprender las causas y el modo cómo opera el pensamiento. Su
importancia radica en que la persona debe ser capaz de transferir lo que ha
aprendido a contextos diversos, justificando con argumentos, opiniones o planteamientos
las respuestas que ha dado.
Desde
finales de la década de los años ochenta y comienzos de los noventa la
discusión en torno al pensamiento crítico comenzó a formalizarse. Es así como a
comienzos de la década del noventa surgió en Estados Unidos la inquietud por
investigar y promover el desarrollo del pensamiento crítico. En este contexto, Maiorana
(1992) -investigador norteamericano- da gran énfasis al pensamiento crítico en
la educación tanto de profesores como de alumnos. El gran objetivo de
pensamiento crítico es el logro de la
comprensión, evaluación de diversos puntos de vista y la solución
problemas. Considerando que en estos tres campos se necesita la formulación de
preguntas, pensar críticamente involucra el cuestionamiento o la indagación que
efectuamos cuando nos ocupamos de
comprender, evaluar o solucionar. Además, este autor hace un llamado a que los
maestros sean agentes promotores del desarrollo del pensamiento crítico: “Todos los profesores, a través de cada curso
y de toda la malla curricular, necesitan exhibir y demostrar destrezas de
pensamiento crítico. En esta forma, la profesión se desarrollará de forma
tal que sirva a profesores, alumnos y a
la sociedad” (Maiorana, 1992: 10).
Ennis (1994), por su parte, señala que el
pensamiento crítico es un pensamiento acertado y reflexivo que se enfoca en
decidir qué pensar y qué hacer. En otras palabras, nos prepara para evaluar las
ideas y cursos de acción. Para lograr pensar de manera crítica, este autor
propone juzgar la credibilidad de las fuentes, identificar las conclusiones,
razones y supuestos. Asimismo, propone juzgar la calidad de un argumento
incluyendo la factibilidad de aceptar sus razones, supuestos y evidencias,
mostrando la necesaria apertura mental. Sugiere, además, desarrollar una
posición autónoma frente a un tema, planificando y haciendo las preguntas
adecuadas y definiendo los términos según el contexto y tratando de estar bien
informado. Por último, sostiene, es importante sacar conclusiones de forma
cuidadosa y cuando se tenga la evidencia para hacerlo. En 2002, este filósofo
reformuló las destrezas necesarias para un correcto desempeño del pensamiento
crítico:
- Juzgar la credibilidad de las fuentes, analizado la fuente de información con el objeto de poder decidir si la fuente es creíble, mediante el uso de criterios específicos.
- Reconocer los supuestos, argumentos y conclusiones.
- Juzgar la calidad de un argumento incluyendo la aceptabilidad de sus razones, supuestos y evidencias. Se utilizan criterios establecidos.
- Desarrollar una posición independiente acerca de un asunto.
- Hacer preguntas clarificadoras adecuadas.
- Es capaz de desarrollar y defender adecuadamente un punto de vista razonable.
- Planificar y diseñar experimentos, buscando diferentes alternativas para un problema y se seleccionando la mejor. Se usan criterios para dicha selección.
- Definir términos de manera apropiada para el contexto.
- Tener apertura mental y valorar diferentes opciones.
- Tratar de estar bien informado, actualizando la información que surja de un tema.
- Movilizar e integrar las destrezas anteriores, con el fin de tomar una decisión razonada e informada.
En otro contexto, una comisión de teóricos de diversas disciplinas, entre
las que se contaban las humanidades, las ciencias, la filosofía y la educación,
realizó un acabado proyecto de investigación de dos años de duración. Tal
proyecto se realizó en nombre de la Asociación Filosófica Americana, llegando a
elaborar el llamado informe Delphi (1990). Uno de los grandes objetivos de esta
comisión fue delimitar el pensamiento crítico en la formación universitaria. De
este modo, quienes enseñaban en el ámbito universitario tendrían un punto de
referencia, para saber cuáles habilidades y disposiciones debían propender en
los estudiantes.
Facione,
quien también fue parte del Proyecto Delphi, sostiene que el pensamiento
crítico es un proceso deliberado y autorregulado, necesario para discernir o
para formular un juicio. En el curso de este proceso, la persona reúne
suficiente evidencia sobre un determinado tema, evaluándola razonada y
criteriosamente para concluir acerca de la postura que debe tomar acerca de
aquél. Es decir, el pensamiento crítico es crucial para la toma de decisiones: “Entendemos que el pensamiento crítico (PC) es el juicio auto regulado y con
propósito que da como resultado interpretación, análisis, evaluación e
inferencia, como también la explicación de las consideraciones de evidencia,
conceptuales, metodológicas, criteriológicas o contextuales en las cuales se
basa ese juicio. El PC es fundamental como instrumento de investigación. Como
tal, constituye una fuerza liberadora en la educación y un recurso poderoso en
la vida personal y cívica de cada uno. Si bien no es sinónimo de buen pensamiento, el PC es un fenómeno
humano penetrante, que permite auto rectificar. El pensador crítico ideal es
una persona que es habitualmente inquisitiva; bien informada; que confía en la
razón; de mente abierta; flexible; justa cuando se trata de evaluar; honesta cuando
confronta sus sesgos personales; prudente al emitir juicios; dispuesta a
reconsiderar y si es necesario a retractarse; clara con respecto a los
problemas o las situaciones que requieren la emisión de un juicio; ordenada
cuando se enfrenta a situaciones complejas; diligente en la búsqueda de
información relevante; razonable en la selección de criterios; enfocado en
preguntar, indagar, investigar; persistente en la búsqueda de resultados tan
precisos como las circunstancias y el problema o la situación lo permitan. Así
pues, educar buenos pensadores críticos significa trabajar en pos de este
ideal. Es una combinación entre desarrollar habilidades de pensamiento crítico y nutrir aquellas
disposiciones que consistentemente producen introspecciones útiles y que son la
base de una sociedad racional y democrática” (American Philosophical
Association, 1990:3).
Otros
autores, Paul y Elder -quienes también participaron de la Comisión Delphi- definen
el pensamiento crítico como el proceso mediante el cual una persona analiza y
evalúa su propio proceso de pensamiento con el objetivo de mejorarlo. De este
modo, el pensamiento se somete a estándares y criterios intelectuales de tono
metacognitivo: “El pensamiento crítico
es autodirigido, autorregulado, autodisciplinado y autocorregido” (Paul y
Elder, 2003: 4). Como se sabe, estos investigadores se han
preocupado de la conexión del pensamiento crítico con el ámbito de la educación,
indagando sobre los estándares y actitudes de
pensamiento crítico que los profesores que inician su ejercicio
profesional necesitarán y quienes se encuentran ejerciendo deben cultivar.
Así, para
llevar a cabo los procesos de análisis y evaluación del propio pensamiento es
necesario valerse de los siguientes criterios del razonamiento, que se exponen
a continuación:
- Propósito: Es la meta que el alumno se propone lograr en un trabajo. En todo razonamiento existe un propósito. En este sentido, a fin de lograr que el razonamiento sea de calidad, el alumno debe tomarse un tiempo prudente para exponer sus propósitos con claridad, fijándose metas realistas y significativas, justas y respetuosas.
- Pregunta: El razonamiento apunta a dilucidar una interrogante o a resolver un problema. En este sentido, se debe tener claridad acerca de la pregunta que se desea abordar y de los elementos necesarios para responderla adecuadamente. Asimismo, es importante tener en cuenta que la pregunta o preguntas que se formulan sean significativas y relevantes en torno al problema planteado. Con el fin de optimizar el trabajo investigativo se puede plantear una pregunta en distintas formas. Otra opción puede consistir en dividir una pregunta en varias partes. Por último, es necesario distinguir entre aquellas preguntas que son susceptibles de ser contestadas de las que no lo son.
- Información. Recordemos que todo razonamiento se sustenta en datos, información, o investigaciones ya realizadas sobre el tema. Al momento de emplear la información es necesario que quien investiga la utilice cuando disponga de evidencia suficiente que las sostenga, exponiéndola en forma clara y precisa. En segundo lugar, es necesario que la información utilizada sea constantemente sometida a evaluación, a fin de enfocarse en los datos relevantes. En este contexto, es necesario considerar que las conclusiones estén basadas en información comprobable.
- Inferencia e interpretación. Todo razonamiento dispone de inferencias de las que se obtiene conclusiones y se otorga significado a datos y situaciones. En este sentido es pertinente que quien investiga logre un nivel de profundidad y de consistencia global en cuanto a las inferencias que obtenga, basándose en la evidencia del caso.
- Suposiciones. El razonamiento se sustenta en suposiciones, es decir, en creencias. Cuando el investigador hace suposiciones éstas deben apoyarse en la evidencia, privilegiando aquellas que son más consistentes, relevantes y claras que otras.
- Conceptos e ideas. El razonamiento también está sustentado en ideas y conceptos. En este sentido, quien realiza el razonamiento puede explicar las implicaciones más fundamentales de las palabras y frases que son parte de un concepto. Quien está trabajando con un determinado concepto o conceptos puede distinguir sus aspectos más importantes y su relevancia en torno al tema. Asimismo el investigador piensa en forma profunda y cuidada sobre los conceptos que está utilizando.
- Punto de vista. El razonamiento se basa en un punto de vista. Para lograr un razonamiento de calidad de debe identificar los puntos de vista que son atingentes al tema, abordándolos en forma objetiva. Cuando el investigador se enfrenta a temas controversiales, considera los distintos puntos de vista. A fin de lograr mayor consistencia en su quehacer, los articula coherentemente para poder comprenderlos mejor. Asimismo, el razonador preparado detecta su propio sesgo ante el tema y lo hace a un lado, para lograr mayor amplitud y objetividad.
- Consecuencias e Implicancias. El razonamiento tiene implicaciones. Cuando se lleva a la acción hay consecuencias. El razonador anticipa y articula una serie de implicaciones y consecuencias de su ejercicio de razonamiento, las cuales pueden ser tanto favorables como desfavorables e incluso inesperadas.
Las
herramientas antes expuestas se enmarcan dentro de los estándares universales
del pensamiento crítico, que a continuación se detallan:
- Claridad. Como primer estándar, la claridad permite determinar si una proposición es aclaratoria, dejando todo asomo de ambigüedad fuera.
- Exactitud. Para que una proposición sea veraz, debe estar respaldada mediante la evidencia.
- Precisión. Una proposición necesita ofrecer información más detallada y específica acerca del tema en discusión.
- Relevancia. A fin de considerar si una proposición como relevante, es importante que sea acotada al tema.
- Profundidad. Cuando se investiga un tema es necesario abordarlo desde todos los ángulos posibles, atendiendo a la complejidad del tema, y por otro lado, evitando enfocarlo en forma superficial.
- Amplitud o extensión. Para tratar una proposición con la amplitud necesaria, es necesario incluir tanto las posturas a favor como las posturas contrarias al tema.
- Lógica. La propuesta a investigar debe tener sentido y coherencia. Para tal efecto, los planteamientos deben ser cuidadosamente presentados, de forma que al juntarse sirvan como evidencia lógica y plausible.
- Imparcialidad o Justicia. La proposición planteada debe estar libre de prejuicios. Debe ser objetiva. El investigador o razonador debe excluir sus creencias de tipo político, racial, cultural o religiosas cuando se encuentra recabando información.
Marzano
(1992) también abordó el estudio del pensamiento crítico. Junto a su grupo de
investigadores, llega a proponer cinco dimensiones del pensamiento:
- La primera de ellas es la metacognición. Esta dimensión implica estar consciente de lo que uno piensa mientras ejecuta tareas específicas y, además, el uso de esa conciencia en lo que se está haciendo. En la metacognición participan procesos tales como el conocimiento y el autocontrol, y el control sobre el proceso.
- La segunda dimensión alude al pensamiento creativo y al pensamiento crítico. Ambas ramas del pensamiento explican cómo se lleva a cabo el proceso de pensamiento. Marzano argumenta que el pensamiento crítico es más que un repertorio de destrezas. El pensamiento creativo y crítico son complementarios y deberían favorecerse juntos dentro del contexto de los cursos regulares. Cada vez que la persona está formulando una pregunta, analizando un texto, o definiendo un término, está usando su pensamiento crítico. Una sugerencia para favorecer el pensamiento crítico sería promover en los sujetos el estar conscientes de las características de este proceso, ya sea describiéndolo o induciendo a que descubran de cómo opera.
- La tercera dimensión dice relación con los procesos de pensamiento, que incluyen la formación de conceptos, principios de comprensión, resolución de problemas, toma de decisiones, investigación, composición y expresión oral.
- En cuarto lugar se sitúan las destrezas fundamentales que pueden resumirse en ocho categorías, tales como destrezas para orientarse en la tarea, recolectar datos, recordar, organizar, generar, integrar y evaluar.
- Finalmente, se menciona el contenido del conocimiento que juega un rol en todo este proceso, pues, aunque a veces esto se olvide, el pensamiento no opera el vacío. El contenido es un medio para desencadenar el proceso de pensamiento.
Otro de los
pensadores que hizo su contribución al estudio del pensamiento crítico es el ya
citado Lipman. Este filósofo postuló que el pensamiento crítico es “un pensamiento que facilita el juicio
porque se basa en criterios, es auto correctivo y sensible al contexto”.
(Lipman, 1998: 174). En este marco, los criterios son razones que sustentan un grado de aceptabilidad en lo
que lo que a validez, evidencia y
consistencia se refiere.
Lipman
considera que el mejor contexto para el
desarrollo del pensamiento crítico la “comunidad
de investigación” (Lipman, 1998: 306). Los
integrantes de la comunidad de investigación podrán mejorar la calidad
de su pensamiento cuando su habilidad para pedir y dar razones se consolide,
identificando los criterios que son relevantes y pertinentes para la discusión
del caso. Además, deben evitar dar los hechos por sentado, evitando la
conformidad y ejerciendo el cuestionamiento. De esta forma, el diálogo entre
los miembros de la comunidad de investigación favorece las habilidades de
investigación. El hecho de poder seleccionar aquellos criterios pertinentes es
lo que le da al pensamiento crítico la categoría de auto correctivo. Al ser
auto correctivo el pensamiento crítico es metacognitivo, pues, posee recursos
metodológicos que le permiten revisar, monitorear y re-orientar su proceso, con
miras a la emisión de juicios responsables: “El
acto metacognitivo es el que hace posible la autocorrección. Una cosa es que
los actos mentales y las habilidades de pensamiento se apliquen al mundo, y
otra es que se apliquen a sí mismas. Cuando empezamos a razonar sobre la forma
como razonamos, a desarrollar conceptos sobre la forma en que conceptualizamos
y a definir maneras en que construimos definiciones, nuestro pensamiento se
hace cibernético” (Lipman, 1998: 47).
Otro aspecto
relevante a considerar en esta visión del pensamiento crítico es que es
sensible al contexto en la medida en que
se reconocen las circunstancias contextuales que rodean la deliberación de un
determinado tema. En otras palabras, es necesario estar siempre atento a los
significados de los conceptos, cuidando que tales significados sean aplicables
al momento dado, examinando la evidencia.
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Lipman
también señala que para pensar críticamente es esencial ser diestro en el uso
de habilidades cognitivas relativas a la búsqueda, razonamiento, organización y
transmisión de la información. En este sentido, este filósofo hace hincapié en
el hecho de que la educación debe hacerse cargo de trabajar estos procesos. La
primera habilidad en juego es la de búsqueda, que se emprende cuando se aborda
el tema en estudio. Quien va en busca de la información, lo hace movido por la
curiosidad de saber más, planteándose hipótesis y estableciendo conexiones
entre los conocimientos previos y la nueva información. A continuación, entra
en juego el acto de razonar; mediante el razonamiento se amplía el
conocimiento, partiendo desde lo que ya se conoce, a fin de generar nuevas
relaciones y dar pie a transferencias en el aprendizaje. En este sentido, es
necesario organizar la información en conjunto, haciendo redes para que el
conocimiento sea significativo y eficaz. Es, entonces, necesario monitorear la pertinencia
de esas nuevas conexiones, para establecer principios y criterios, y formular
así juicios y explicaciones. La
habilidad de traducción también tiene un rol destacado, teniendo en
cuenta que el pensamiento crítico es sensible al contexto, la habilidad de la
traducción es importante para considerar qué parte de lo que hemos aprendido se
dará a conocer y con qué ribetes. Por último, para que alcanzar lo que Lipman
denomina “pensamiento complejo”
(Lipman, 1998: 206) o pensamiento de orden superior es necesario integrar el
pensamiento crítico y el creativo. Ambos, se complementan y sustentan
mutuamente. De este modo, el pensamiento complejo es consciente de sus propios supuestos e
implicaciones, así como de las razones y evidencias en las que se apoyan sus
conclusiones.
Barrel, por
su parte, trazó una ruta significativa hacia el desarrollo del pensamiento
crítico al proponer el Aprendizaje Basado en Problemas, como una instancia
transformadora del aprendizaje crítico. Su foco investigativo desarrolla
preguntas que llevan a un “viaje del pensamiento” (Barrel, 2007:14), en donde
profesores y estudiantes trabajan en situaciones de gran complejidad, “que estimulan
la investigación, la indagación y la extracción de conclusiones razonables”
(Barrel, 2007:15).
Fisher, a
comienzos de este siglo, extiende estos elementos metacognitivos señalando que
entiende el pensamiento crítico como “habilidad
de interpretar, analizar y evaluar ideas y argumentos.” (Fisher, 2001: V).
Para ilustrar cómo opera el pensamiento crítico, este autor hace una analogía
entre el aprendizaje del básquetbol y este eje, a través de una situación
vivida por su hija, cuando quiso aprender a practicar esta disciplina
deportiva, junto a otras niñas. Como una forma de familiarizarse y disfrutar de
la actividad, el entrenador sólo se limitó a indicarles que el juego consistía
en efectuar pases entre las jugadoras para lograr encestar el balón en la
canasta, logrando así una anotación. El equipo ganador sería aquel que
encestara el balón la mayor cantidad de
veces. Si bien el juego resultó entretenida, las mismas niñas notaron el caos
que se generaba al perseguir el balón, ya que como equipo no conocían
estrategias efectivas de lanzamiento para encestar en forma certera. Además,
carecían de una estrategia de equipo.
Este autor
ha observado (2001) cómo en los distintos centros educativos se ha intentado
incorporar el pensamiento crítico a la práctica educativa asumiendo este eje
como una tendencia de moda. Señala que los educadores han tratado de enseñar
destrezas de pensamiento en forma directa, pero sin relacionarlas con los
contenidos del currículum. Tal conexión no se explícita debido a que se asume
que los alumnos inferirán la relación por sí solos. En este sentido, advierte
el peligro que se esconde en asumir el pensamiento crítico como una novedad,
sin abordarlo con la importancia necesaria, pues, se corre el riesgo de divagar
en muchas direcciones y de “perder el
foco” (Fisher, 2001: 1); sobre todo, sin comprender su trascendencia, es
decir, que es transferible a todas las ramas del conocimiento.
Entre las
destrezas fundamentales del pensamiento crítico, Fisher propone identificar los elementos en un
caso razonado, especialmente, razones y conclusiones; identificar y evaluar supuestos; clarificar e interpretar
expresiones e ideas; juzgar la aceptabilidad,
especialmente la credibilidad de las demandas; evaluar argumentos de diferentes
clases; analizar, evaluar y producir
explicaciones; realizar inferencias y generar argumentos.
IV. Pensar y pensar
latinoamérica-mente:
Por su parte,
Saiz y Nieto (2009), psicólogos españoles, consideran que el pensamiento crítico
debe ser una de las piedras angulares en la educación. En el ámbito educativo,
se espera que “el alumno comprenda, reflexione y solucione problemas de manera
eficiente” (Saiz y Nieto 2009: 16). No obstante, hacen hincapié que el pensamiento crítico
trasciende la vida escolar, pues, como pensador crítico eficaz toda persona
necesita una “óptima capacidad de juicio (que) la utilice en problemas tanto académicos
como cotidianos, tanto profesionales como personales” (Saiz, 2008: 16). En
este sentido, estos autores han propuesto la siguiente definición del
pensamiento crítico: “Entendemos que el
pensamiento crítico es un proceso
de búsqueda de conocimiento, a través de
las habilidades de razonamiento, solución de problemas y toma de decisiones,
que nos permite lograr, con la mayor eficacia, los resultados deseados”
(Saiz, 2008:3).
En
Latinoamérica, Campos (2007), educador peruano, ha hecho valiosos aportes a la
discusión sobre el pensamiento crítico. Campos señala que el logro de la
competencia del pensamiento crítico debe ser una de las grandes metas de la
educación. Una persona que ejerce el pensamiento crítico, podrá sustentar sus
decisiones en argumentos, pudiendo así comprender de mejor forma lo que sucede
en su entorno y contribuir productivamente a la sociedad: “El pensamiento crítico es el pensar claro y racional que favorece el
desarrollo del pensamiento reflexivo e independiente que permite a toda persona
realizar juicios confiables sobre la credibilidad de una afirmación o la
conveniencia de una determinada acción. Es un proceso mental disciplinado que
hace uso de estrategias y formas de razonamiento que usa la persona para
evaluar argumentos o proposiciones, tomar decisiones y aprender nuevos
conceptos” (Campos, 2007).
Por su
parte, Castellano (2007), pensador argentino, señala que el pensamiento crítico
es aquel pensamiento que nos ayuda a cuestionar cuidadosamente aquellas ideas
que se presentan como frágiles y poco sustentables, haciendo que las certezas
tengan más profundidad. Nos ayuda a solucionar problemas de nuestro diario
quehacer, pero, a la vez, nos obliga a detectar si los procedimientos que
estamos empleando para abordar tales problemas son los más adecuados o no.
Sostiene que, gracias al pensamiento crítico es posible tomar decisiones
razonadas: “Sin ejercer la capacidad de
discriminar entre posibles opciones no hay pensamiento crítico que valga”
(Castellano, 2007:95)
Este autor
señala una serie de habilidades de pensamiento crítico que debieran promoverse
en la escuela, las que se detallan a continuación:
- Definir y describir con precisión. Esta primera habilidad exige comprensión de la persona sobre hechos y conceptos, más allá de estar informados al respecto. Quien comprende puede describir un hecho o concepto con rigurosidad y precisión, definiendo por sí mismo sus características, sin ayuda de libros u otros agentes externos.
- Determinar la pertinencia. Esta habilidad involucra poder enfocarse en la información relevante acerca de un hecho, concepto o situación problemática, viendo si guarda relación con éste y si permite contestar la interrogante planteada.
- Determinar causas y efectos. Establecer una adecuada relación entre causas y efectos es una tarea ardua y compleja. Involucra discriminar cuándo tal relación es válida y puede aplicarse en un razonamiento cuidadoso y cuándo es meramente accesorio. Implica descubrir si un hecho o situación fue provocado por aquel fenómeno que sospechamos o no, como asimismo implica determinar si la ocurrencia de una situación desemboca en la consecuencia que suponemos. Por último, tal relación trae consigo el encontrar más causas o consecuencias de las ya conocidas para un hecho o situación.
- Comparar y contrastar. Esta habilidad exige que la persona trabaje en dos ideas o más, en dos o más fuentes de información, para averiguar cuáles son sus semejanzas y diferencias. Hallar tales semejanzas y diferencias ayuda a profundizar el conocimiento aprendido sobre un hecho o situación o una idea.
- Inferir, proponer, conjeturar, hipotetizar. Esta habilidad exige que la persona sea capaz de inducir-deducir las reglas generales, o para encontrar y separar los elementos que conforman un problema. La inducción y la deducción permiten especular acerca de las causas de un hecho o fenómeno, llevando el razonamiento más allá de lo ya conocido.
- Diferenciar hechos de opiniones. Un hecho es una aseveración sustentada en datos comprobables, por lo que tiene un carácter objetivo. Una opinión es una afirmación basada en sentimientos, impresiones, suposiciones, por lo que es de naturaleza subjetiva. Para distinguir hechos de opiniones es esencial verificar las fuentes de donde proviene la información. Asimismo, es necesario tener la claridad de cómo las emociones pueden influir en un punto de vista sobre un tema. En este sentido, es importante poder abordar un tema desde el punto de vista de otros interlocutores.
- Reconocer falacias. Es una habilidad necesaria para reconocer errores en la argumentación de una postura.
- Emitir juicios y extraer una conclusión lógica. Es muy necesario evaluar la veracidad o la falsedad de una aseveración.
Jiménez (2010) define el
pensamiento crítico como la capacidad de desarrollar una opinión autónoma,
reflexionando sobre la realidad y participando en ésta. En este sentido, la
autora considera el pensamiento crítico como una competencia ciudadana. Señala
que el pensamiento crítico incluye varios componentes primordiales.
El primero es la racionalidad, es
decir, el uso de pruebas que sustenten un planteamiento. El segundo elemento es
la disposición para cuestionar la mera autoridad y para buscar pruebas, es
decir, el escepticismo ante ideas que carecen de fundamentación. Estos dos
componentes son parte de la argumentación.
Asimismo, dentro del pensamiento
crítico, Jiménez considera la capacidad de analizar críticamente los
planteamientos que amparan las desigualdades y las relaciones dispares de
poder. Estas diferencias no sólo se relacionan con el ámbito económico, sino
que abarcan el capital cultural, académico y social. El estrato sociocultural,
el acento, la vestimenta, las costumbres son aspectos que pueden acentuar las
disparidades antes mencionadas, como puede suceder al interior de la escuela.
V. El pensador maestro:
Finalmente,
un punto de vista interesante lo aportan Paul y Elder (2003), quienes han
señalado que convertirse en un pensador crítico es una ardua y continua tarea,
que conlleva varias etapas. Quien es un pensador irreflexivo no está consciente
de sus problemas de pensamiento. El pensador retado se enfrenta a serios
problemas cuando trata de pensar. El pensador principiante trata de mejorar,
pero es inconstante en la práctica del acto de pensar. El pensador practicante
reconoce que necesita más práctica en el acto de pensar. El Pensador avanzado es más avezado en el acto
de pensar. El Pensador maestro ha incorporado los buenos hábitos del pensar en su estructura cognitiva. Así,
un pensador crítico reúne una serie de “características intelectuales esenciales”:
(Paul & Elder, 2003: 4):
- Humildad intelectual. Debe estar plenamente consciente de que hay límites en el conocimiento humano. Es necesario reconocer cuando no se domina un concepto o no se tiene la suficiente información antes de emitir un juicio, evitando así la arrogancia intelectual.
- Valentía intelectual. Tal característica nos señala que es necesario mostrar coraje y valor cuando nos enfrentamos a ideas que pueden parecer arriesgadas o absurdas, pero que presentan justificación racional o empírica. Asimismo, tal coraje se requiere cuando se debe reconocer que una afirmación es errónea o falsa, evitando de esta forma, caer en la cobardía intelectual.
- Empatía intelectual. Esta es una condición que nos llama a situarnos en el lugar de los demás para comprenderlos. En este contexto, se nos pide ser precisos en la formulación de puntos de vista y el razonamiento de los demás y el poder efectuar razonamientos a partir de premisas, supuestos y conceptos que difieren de los nuestros. De esta forma se evita la estrechez intelectual.
- Autonomía intelectual. En ejercicio del pensamiento crítico, es muy necesario dominar nuestro proceso mental de razonamiento, es decir, pensar por nosotros mismos. Es necesario que analicemos y evaluemos las creencias a partir de la razón y de la evidencia. Es entonces que debemos reconocer cuando es el momento de cuestionar una premisa o de aceptar una afirmación porque se apoya en información racional. La autonomía intelectual se contrapone entonces a la conformidad intelectual.
- Integridad intelectual. Esta cualidad requiere que quien ejerce el pensamiento crítico sea consistente en la aplicación de los estándares intelectuales que utiliza. Así como se requiere a los demás ser rigurosos en el uso de la evidencia es necesario que quien impone esa rigurosidad también lo sea, admitiendo inconsistencias y errores en las líneas de pensamiento y de acción. La integridad intelectual se opone a la hipocresía intelectual.
- Perseverancia intelectual. Esta característica es básica a la hora de hacer frente a dificultades y obstáculos. Es la cualidad que nos ayuda a aferrarnos a principios racionales en contraposición a las inconsistencias racionales o a la falta de fundamentos. La perseverancia intelectual hace frente a la pereza intelectual.
- Confianza en la razón. Es altamente necesario que guiemos nuestra línea de pensamiento a la luz de la razón. Nuestras conclusiones deben ampararse en la coherencia y en la argumentación lógica. En este sentido, debemos promover la defensa de las premisas por medio de la persuasión fundamentada, por sobre la desconfianza en la evidencia lógica.
- Imparcialidad. Esta cualidad implica recoger todas las aproximaciones que existan de un tema, sin obviar ninguna, aunque sean contrarias a nuestras propias ideas o a los intereses de nuestro entorno. La imparcialidad nos llama a considerar los estándares intelectuales del pensamiento, descartando la injusticia intelectual.
Con la ayuda
de estas herramientas, el pensador crítico puede enfrentar varios desafíos,
como por ejemplo, superar el egocentrismo y el sociocentrismo. El pensamiento
egocéntrico tiende a considerar sólo el punto de vista individual,
desconociendo los supuestos de otras personas. Asimismo, quien piensa en formas
egocéntrica no alcanza a detectar las falencias o inconsistencias de sus
afirmaciones, ya que están sustentadas en bases intuitivas y, por lo tanto, no han sido sometidas a
estándares de evaluación apropiados. De forma similar, el pensamiento
sociocéntrico legitima las creencias del grupo social de pertenencia de los
individuos, sin someterlas a cuestionamiento alguno: “El pensamiento crítico se entiende mejor como la habilidad de los
sujetos para hacerse cargo de su propio pensamiento” (Paul y Elder, 2005:
7).
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